“¿Cómo es que después de años de práctica de meditación, yoga y talleres de autoconocimiento sigamos en muchas ocasiones dormidos, hipnotizados con la misma cháchara mental, enredados en los mismos dramas y conflictos interpersonales que sólo nos generan sufrimiento?”
El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail
La insoportable levedad del Ser
Respuesta a la cuestión planteada por Chon Belart en el post La insoportable pesadez del ego de su blog Un viaje hacia el corazón:
“¿Cómo es que después de años de práctica de meditación, yoga y talleres de autoconocimiento sigamos en muchas ocasiones dormidos, hipnotizados con la misma cháchara mental, enredados en los mismos dramas y conflictos interpersonales que sólo nos generan sufrimiento?”
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“¿Cómo es que después de años de práctica de meditación, yoga y talleres de autoconocimiento sigamos en muchas ocasiones dormidos, hipnotizados con la misma cháchara mental, enredados en los mismos dramas y conflictos interpersonales que sólo nos generan sufrimiento?”
Primero de todo, hay que tener claro de dónde venimos,
cuáles son nuestros orígenes, nuestras raíces; ¿por qué? ¿por curiosidad? No,
porque dependiendo del bagaje de partida, el viaje tendrá unas características
u otras. Pongamos un ejemplo sencillo; si llevo más carga a la espalda, me será
más difícil subir el monte, que si voy más ligero de equipaje. Pero el equipaje
no sólo lo elegimos nosotros, viene grabado también una buena parte en nuestros
genes, y por las experiencias infantiles más tempranas, a las cuales a veces
les prestamos poca atención.
¿Cómo estaríamos si no hubiéramos hecho nada? ¿Cómo
estaríamos sin todas esas prácticas y talleres? Mayor o menor consciencia, esa
es una clave, aunque no es definitiva, sobre todo si la consciencia no nos
lleva a la acción del cambio, de la modificación substancial, de la
transformación.
¿Para qué hemos surcado esos caminos poco trillados del
autoconocimiento y la meditación? A veces (¿siempre?) ha sido nuestro propio
ego que nos ha llevado por esos derroteros. Para ser diferentes, originales,
por insatisfacción, buscando la felicidad, la utopía. ¿Nos hemos enfrentado a
ello? ¿Hemos confrontado las razones por las cuales hemos elegido y preferido
estos caminos minoritarios?
Hemos aprendido finalmente que es importante, como dices, “…combinar
la práctica de la meditación con un proceso terapéutico.” Y eso nos ha podido
llevar a trabajar de forma independiente aspectos psicológicos y aspectos más
espirituales, para luego regresar al punto de partida donde lo importante es su
integración.
Todos conocemos compañeros que se han perdido
irremediablemente en los vericuetos laberínticos del análisis psicológico, en
la búsqueda inacabable de causas traumáticas a sus comportamientos
condicionados, ya sea en la infancia o en otros periodos de la vida.
También conocemos los que se han pasado años y años
practicando algún tipo de meditación de forma persistente aspirando a algún
nirvana utópico, agotándose en el camino, desconectados totalmente de su vida
cotidiana, “alienados” en la vida del más allá.
Todo ello nos ha llevado a reflexionar sobre algunos errores
que hemos cometido o hemos visto cometer a personas cercanas, que les han
puesto más difícil el camino, ya de por sí difícil, de conocerse uno mismo.
El primer y mayor error, a nuestro parecer, es creer que ya
lo sabemos todo, que sólo debemos descubrirlo en nosotros mismos, que no
necesitamos guías externos, que nosotros tenemos nuestro propio guía interno,
el que mejor nos puede guiar. Es una falacia que se ha nutrido de las
filosofías de la Nueva Era, de las patrañas promovidas por la literatura de autosanación,
engordada por las satisfacciones egoicas de cada cual. ¿Cómo aprender lo que no
conocemos? En todas las disciplinas, más convencionales, aceptamos la función
del maestro, profesor, tutor, monitor o guía, pero en la espiritualidad todos
queremos ser maestros, y además sin título ni formación adecuados. Aceptamos
sin rechistar que nos enseñen, o incluso nos ayuden, a reparar un grifo
estropeado, pero si se trata de nuestra mente, de nuestro comportamiento,
consideramos que debemos ser independientes y autónomos. Y así se perpetúa el
error de pretender corregir algo con el mismo instrumento defectuoso que lo ha
producido (nuestra propia mente).
Otro error frecuente es el error psicologista: creer que
trabajando y solucionando todos los problemas emocionales y psicológicos
lograremos superar todos nuestros propios impedimentos. Por un lado, no es del
todo falso, pero como todas las medias verdades, si las generalizamos
demasiado, nos encontramos con los límites de las mismas técnicas utilizadas y
de los márgenes de error en los instrumentos diagnósticos. Nos podemos
encontrar buscando nuevas técnicas, más efectivas, para solucionar los
problemas humanos universales. Además, en algunos casos, pretender solucionarlo
todo antes de avanzar de forma más efectiva en el camino, no es más que otra
falacia.
El error espiritualista consiste en creer que realizar
prácticas y ejercicios espirituales de todo tipo, incluso de forma
indiscriminada, nos abocarán a la solución de todos nuestros problemas,
prescindiendo así de toda la sabiduría implícita en las tradiciones
espirituales, que fijan unas etapas y unos ejercicios a realizar en cada una de
ellas, en función del resultado individual.
Además de esos errores principales (podríamos encontrar
otros más), no podemos olvidar tampoco que el aprendizaje de cualquier técnica
o práctica espiritual pasa por varias fases, en especial, destacamos tres
recorridos fundamentales: 1. Una primera fase, que supone el aprendizaje básico,
2. Una segunda, donde se revive de nuevo todo lo aprendido para integrarlo en
uno mismo, 3. Y, por último, una tercera, donde el aprendizaje, ya integrado,
es posible aplicarlo, es decir, ponerlo en práctica.
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Psicología/Espiritualidad
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