El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail

EL ISLAM COMO ALTERNATIVA

PRÓLOGO

“Uno odia lo que no conoce”. Estas palabras se le atribuyen a ‘Ali ibn Abu Talib, primo y yerno del profeta Muhammad, cuarto califa del Islam y primer imam de los chiíes.

En realidad, es la ignorancia la que crea odio y desconocimiento. El miedo crea una situación que se aprecia durante siglos en las relaciones humanas y entre Estados. Así mismo, publicaciones divulgativas y emisiones radiofónicas o televisivas sobre temas poco conocidos no ayudan mucho en este caso, pues el peligro de que el periodista remarque ciertos puntos para él preocupantes a costa de otros hechos también importantes, puede falsear la imagen de una cultura y desencadenar alergias mentales.

Esto es válido aún más en el ámbito religioso. El Islam es un caso típico de una falsa interpretación de este tipo. Al igual que las pinturas de los artistas del siglo XIX gustaban de representar a los musulmanes como guerreros salvajes con la espada en la mano o reflejaban sofocantes escenas de harén, así aparece hoy en día asociado a la palabra “Islam” la imagen de fanáticos, barbudos jurisconsultos o desaforados terroristas. Pero dichas representaciones y conceptos reposan sobre una falsa interpretación que aquellos que estudian la cultura islámica y han vivido con los musulmanes pueden corregir.

El Islam, una religión que nace después del Cristianismo, fue considerada por los cristianos europeos de la Edad Media como una herejía (de ahí la antigua leyenda de que el profeta Muhammad fuera un Cardenal renegado), o bien se vio en la desconocida religión alguna semejanza con el antiguo paganismo (de ahí la influencia hasta en los versos de los románticos alemanes de las “doradas imágenes de Muhammad”). Extraña deformación de una religión cuyo centro es la absoluta creencia en la Unidad y cuyo mensajero, Muhammad (570-632 d.C), siempre ha sido considerado y percibido simplemente como “una persona que recibió la manifestación divina”.

El rápido crecimiento de la comunidad islámica hizo temer a los países occidentales el poder político y militar de los musulmanes. En occidente, en el año 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar para fundar la floreciente cultura árabe de al-Andalus, y en el mismo año alcanzaron el Medio Oriente, creando de este modo la base para las ricas y numerosas manifestaciones del Islam en Asia Central. Por otra parte, y también en el mismo periodo, llegaron al bajo Indo y la zona que hoy forma el sur de Pakistán, se incorporó al Califato.

Pero, al mismo tiempo, España se convirtió en una estación intermedia entre Europa y el mundo islámico y aún hoy numerosos conceptos de las ciencias naturales, la medicina, la astronomía y de la cultura en general dan testimonio de la influencia de la refinada cultura musulmana de Andalucía. Allí, cristianos, judíos y musulmanes vivieron en comunidad y se enriquecieron mutuamente. En España se intentó la primera traducción del Corán; esta transcripción latina que se realizó en el año 1143 permaneció durante siglos como modelo y fue impresa en 1543 en Basilea a instancias de Lutero. Sin embargo, hasta la época moderna, las traducciones de la escritura sagrada de los musulmanes quedaron siempre ligadas con apologías de los traductores. El Corán, que fue revelado entre el 610 y el 622 d.C. en La Meca y después en Medina, realmente presenta al traductor unas dificultades casi insuperables. Para los musulmanes es la palabra de Dios, que fue revelada en una clara lengua árabe, y su traducción sólo puede realizarse de un modo integral, pues ¿quién podría expresar la insuperable belleza de la palabra de Dios en otra lengua? La riqueza de las diferentes tonalidades que vibran en cada palabra árabe crea, sin duda, una gran dificultad en cualquier traducción. Y como ninguna traducción puede reproducir la forma mental o lingüística, así aparecen ya las dificultades para el entendimiento. La propia disposición del Corán hace al no musulmán más complicada su comprensión, ya que los ciento catorce capítulos (suras) no están ordenados cronológicamente, sino según disminuye su longitud, excluyendo la fatiha, la corta oración del inicio. Dado que las suras cortas pertenecen al primer periodo de la revelación (es decir, corresponden a los últimos capítulos, según el orden actual del Corán establecido por el tercer califa Uzman), mientras que los más largos con frecuencia son de la época en que Muhammad estaba ocupado en la formación de su joven comunidad de Medina; el lector corre el riesgo de ver frases fuera de contexto y, por tanto, de llegar a conclusiones erróneas. El no musulmán tampoco es consciente del modo en que la lengua del Corán influye en las lenguas islámicas. Les ha dado el alfabeto árabe y ha influido en su forma de ver el mundo; las ciencias han crecido en su mayor parte con el estudio del Corán; las artes, la caligrafía y la recitación (del Corán) se han desarrollado para dar a la palabra de Dios una imagen digna y las obras clásicas en las lenguas del mundo islámico –sea árabe, persa, turco, urdu o cualquier otra de las lenguas habladas por los musulmanes– apenas pueden entenderse sin un conocimiento profundo del vocabulario coránico.

El Corán es para los musulmanes la palabra de Dios “hecha libro”, así como, para los cristianos, Cristo es la palabra de Dios “hecha carne”. Muhammad es el recipiente a través del cual esa palabra ha sido transmitida al mundo. Y así como el Corán ha sido mal entendido durante siglos, así también la figura de Muhammad ha sido malinterpretada. Para el musulmán creyente representa el modelo en cualquier situación de la vida y su Sunna (sus costumbres) se acepta como el ideal. Sin embargo, el hecho de que Muhammad no fuera un profeta retirado del mundo sino que mantuviera una vida familiar[3] y que organizase un Estado en los años posteriores a su éxodo (hégira) de la Meca a Medina, pareció incompatible con el ideal de un hombre santo. Para el musulmán es precisamente esa duplicidad, la unión de religión y acción en el mundo, una señal del verdadero guía religioso[4].

Dado que, a lo largo de los siglos, el Corán ha sido y sigue siendo interpretado una y otra vez por jurisconsultos y místicos, por creyentes comunes y esotéricos, así mismo la persona de Muhammad es entretejida a lo largo del tiempo por nuevas leyendas y él, que siempre insistió en su pura y simple humanidad, fue para la mística una figura de luz, el primer ser que Dios creó, y el verdadero motivo y objetivo de la creación; mientras que en la interpretación moderna se presenta como el reformador social ideal.

La amplitud del Islam es extraordinariamente grande, tanto histórica como geográficamente. No obstante, cuando uno se asombra de las formas locales creadas en el Islam, como en Indonesia o en África negra, puede apreciar también las distintas formas de Cristianismo, desde los coloridos iconos de la Iglesia Griega Ortodoxa hasta las iglesias sin decoración alguna de los calvinistas, desde el Catolicismo irlandés hasta el rigor metodista.

Sin embargo, y a pesar de todo el colorido de las expresiones locales del Islam, el fundamento común es uno y el mismo: la creencia de que Dios es Uno, no tiene compañeros, es increado y no tiene ni principio ni fin. La segunda mitad de la declaración de fe (shahada) musulmana, que sigue a las palabras “no hay más Dios que Dios”, da fe de que “Muhammad es Su mensajero”. Esto significa que Muhammad trajo la última manifestación del mensaje en la larga lista de enviados que empezó con Adán, y que anunció nuevamente la ley dada por Dios.

Hay que conocer estos hechos sencillos y tener siempre presente que en el Islam –palabra que significa “entrega a Dios”–, Dios y Su palabra están en el centro de la vida. Muchos de los malentendidos que nos encontramos hoy provienen de nuestra inclinación a comparar el Islam con los ideales de la sociedad occidental de finales del siglo XX. Aquí está la verdadera dificultad: ¿podemos basarnos de una forma tan absoluta en los valores de una sociedad mundialmente desacralizada? La generación de nuestras abuelas estaría también horrorizada por muchas cosas de las que hoy en la vida diaria pasan por ser normales y permitidas. Por ejemplo, ¿no íbamos con la cabeza cubierta a la iglesia? Cubrirse el pelo es una costumbre antigua, pues el pelo está, según la antigua concepción humana, cargado de poder[5]. En el Judaísmo, cubrirse la cabeza es una costumbre desde tiempos antiguos. La creyente judía lleva su “sheitel[6] para cubrir el pelo, y el piadoso estudiante judío y el profesor llegan a Harvard con su yarmulke (gorro judío) a la clase. Por tanto, ¿por qué una muchacha turca[7] no debe llevar ningún pañuelo en la cabeza? Desde el punto de vista religioso, el uso del pañuelo sólo está prescrito durante la oración o la lectura del Corán. La mujer es igual al hombre en todos los requerimientos religiosos, y el Corán habla siempre de “piadosos musulmanes, hombres y mujeres”.

“Uno odia lo que no conoce”, pues cuando se intenta llegar a las raíces de una cultura desconocida, se llega a comprender muchas cosas. Se aprende, por ejemplo, que el concepto de “guerra santa”, tan usado últimamente, es una expresión que procede del lenguaje cristiano de las Cruzadas. El término árabe yihad significa “aspirar a algo, esforzarse”. El musulmán piadoso se esfuerza en alcanzar el “camino hacia Dios” mediante la defensa de su fe y, si es necesario, mediante el proselitismo. Yihad también puede significar la lucha contra las debilidades interiores[8].

Se podría recorrer, uno por uno, toda la lista de tales malentendidos. Es de agradecer, por tanto, que un musulmán alemán formado jurídica y filosóficamente, ofrezca al lector su interpretación. El análisis que el Dr. Hofmann hace del Islam sunní se corresponde en gran medida con el del ya desaparecido sabio paquistaní Fazlur Rahman, que fue perseguido por los ultraortodoxos ulemas paquistaníes a causa de su enseñanza sobre la “sunna viva”, a través del ejemplo del Profeta. Sus análisis, que encierran una negativa de la mística de Ibn ‘Arabi, son de gran importancia. El Dr. Hofmann encontrará en muchas de las palabras del poeta y filósofo indomusulmán Iqbal la misma solicitud de una nueva interpretación del Islam basada en el Corán, destacando la reflexión intelectual en el análisis coránico, pero sin olvidar la obligación de los seres humanos de actuar mejorando este mundo. También habría que rechazar lo que designamos como fatalismo islámico, una postura que para muchos es vista como origen del estancamiento del Islam. Las observaciones del Dr. Hofmann sobre este punto me parecen especialmente importantes. La absoluta confianza en Dios del Islam no descarta un esfuerzo de las personas, sino que ayuda al creyente a superar los golpes del destino, pues confía en que Dios es quien mejor sabe lo que a cada persona le es de provecho en un determinado momento. Unas palabras atribuidas al Profeta dicen: “Este mundo es el campo de siembra para el Más Allá”, por lo que el esfuerzo humano no permanece aislado, sino que cada acción lleva en sí misma su fruto. El fatalismo islámico no niega las consecuencias de los actos, sino que enseña a dar un sentido a estas consecuencias; incluso al sufrimiento. Quien haya vivido alguna vez cómo una piadosa madre turca asumía la muerte de su décimo y último hijo y aún tenía la capacidad de consolar a los amigos que se lamentaban; sabe de lo que estoy hablando.

Naturalmente, una postura de este tipo les parece extraña e incompresible a las personas del moderno occidente, aún cuando está tan próxima a la postura del Cristianismo en sus orígenes: la total confianza en Dios, el Creador, el Sustentador y Juez.

La tendencia a identificar el Islam de nuestros días con terroristas o fundamentalistas (concepto este último tomado de nuevo de la historia religiosa norteamericana) es trágica, aunque comprensible hasta cierto punto, ya que nuestra comprensión de otras religiones la basamos en las más extrañas manifestaciones externas, que atraen hacía sí la mayor atención, mientras que grupos moderados apenas parecen destacar. No obstante ¿identificamos el Cristianismo con terroristas cuando una y otra vez oímos hablar de atentados en los diferentes países europeos?[9] A veces puedo sentir el miedo hacia los turcos que, aunque de manera inconsciente, tiñe en Europa Central la postura de muchas personas hacia la religión musulmana[10]. Ni siquiera los intelectuales conocen apenas algo de los ricos tesoros de la literatura y el arte islámicos, y son poco conscientes de que la Alhambra de Granada o el tan celebrado Taj Mahal de la India son obras de arquitectos musulmanes. ¿Y quién sabe que el Islam tributa gran veneración a las figuras de Jesús y la Virgen María? Jesús es reconocido como el último profeta enviado antes de Muhammad, predicador del amor a Dios que ascendió al Cielo, aunque no fue crucificado.

El lector podrá encontrar en el presente libro muchas cosas nuevas y desconocidas. Algunas veces quizá se sorprenderá, y hasta le asuste el modo en que el autor explica su punto de vista de forma clara e incisiva; un punto de vista que se sitúa firme en el terreno del Islam clásico, sin valorar la mística islámica que está más cerca de los países occidentales. El Islam, que para muchos occidentales parece una reliquia de formas medievales caducas, se presentará aquí como una religión viva y vitalista, que esperamos poder acercarles.

Finalmente, no deberíamos olvidar las palabras de Goethe, que dio testimonio escrito de su gran conocimiento del mundo espiritual islámico en su “Diwan de Oriente y Occidente”:

Si Islam significa sumisión a la voluntad de Dios,
en el Islam vivimos y morimos todos.


Adviento 1.991



NOTAS

[3]Los matrimonios que tuvo en sus últimos años no eran especialmente bien vistos por la ascética forma de pensar del Cristianismo del medioevo.

[4]Es precisamente esta doble dimensión de la misión del profeta Muhammad la que está en la base de las interminables discusiones sobre el carácter del Estado “islámico”.

[5]Conocemos la historia de Sansón, que perdió su fuerza cuando le cortaron el cabello.

[6]Pañuelo con el que las mujeres judías casadas deben cubrir su cabello, según la interpretación de ciertas corrientes dentro del Judaísmo. (N. del Tr.).

[7]Dado que la autora del texto es alemana, está haciendo referencia a la realidad social más visible de su país, donde la inmensa mayoría de la comunidad musulmana procede de Turquía. (N. del Tr.)

[8]Se cuenta que en cierta ocasión, cuando regresaba junto a su ejército del campo de batalla, el profeta Muhammad dijo: "Oh, vosotros que guerreáis, acabáis de llegar del pequeño yihad, para realizar el gran yihad", y sus compañeros preguntaron, "¿y cuál es ese gran yihad?", a lo que él respondió "la lucha contra el ego". (N. del Tr.)

[9]Piénsese, por ejemplo, en el conflicto entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte, o en la guerra desencadenada por cristianos servios en la antigua Yugoslavia (N. del Tr.)

[10]Puede tener que ver en ello razones históricas, ya que los turcos llegaron en dos ocasiones –1.529 y 1.683– a las puertas de Viena.

Autora: Annemarie Schimmel, autora de Las dimensiones místicas del Islam y Descifrando los signos de Dios.
Traducción y adaptación del prólogo al libro Der Islam als alternative (“El Islam como alternativa”) de Murad Wilfried Hofmann.
Publicado en la Revista
Alif Nûn, número 30 - Septiembre.2005 / Sha'ban.1426.
Fuente: http://www.libreria-mundoarabe.com/Boletines/n%BA30%20Sep.05/IslamAlternativa.html#alla-vamos1

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada