El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail
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EL GRAN TESORO DE LA HIKMA
Poco antes de que se
insinúe la primera luz del alba desciende sobre los que están despiertos y
recuerdan a su Señor de pie, sentados o acostados, una apacible somnolencia, una
calma y una serenidad que tan propicias son para recibir en los corazones la
inspiración que nos permita comprender la forma de aplicar en nuestra vida la
sabiduría contenida en las aleyas del Qur-ân.
Y hace falta inspiración
porque a veces algunas de esas aleyas que de forma tan explícita nos informan,
por ejemplo, de la labor del Profeta Muhammad (s.a.s), de su encomienda, no
dejan de contener una cierta dosis de significados implícitos; y no porque no
haya obviedad en ellas, sino porque de la misma forma que Allah el Altísimo a
través de un fenómeno visible -“Hacemos que la noche penetre en el día y que el
día penetre en la noche”- nos aclara parte del mecanismo cósmico, de la misma
manera, decimos, nos puede hacer caer en la cuenta de una verdad general a
través de una mera concatenación de palabras, como es el caso de la siguiente
aleya:
¡Señor nuestro! Envía
un mensajero de entre ellos que les recite Tus Aleyas y les enseñe el Libro y la
hikma y los purifique. En verdad que eres El Poderoso, El Sabio.
Qur-ân 2:129
De esta forma suplicaba
Ibrahim (a.s) a nuestro Señor hace miles de años y le pedía para los musulmanes
del futuro, para los creyentes, para los que se han sometido con todo su ser a
la Voluntad de Allah el Altísimo, lo mejor: “Un mensajero de entre ellos que
les recite Tus Aleyas y les enseñe el Libro y la hikma y los purifique.” Y
eso fue lo que su Señor hizo generación tras generación al haber aceptado la
súplica de Su siervo, de Su amigo íntimo (al-Jalîl):
Ten paciencia con lo
que dicen, y recuerda a nuestro poderoso siervo Daud (lleno de energía y
vigor)… Fortalecimos su reino y le dimos hikma y acierto en sus veredictos.
Qur-ân 38:17-20
Dijo: “¡Señor mío! Voy
a tener un hijo siendo que ningún humano -bashar- me ha tocado.” Dijo: “Así
será, pues Allah crea lo que quiere; cuando decreta un asunto Le basta con
decir: ¡Sé! Y es.”
Qur-ân 3:47-48
De la misma forma, os
hemos enviado un Mensajero surgido de entre vosotros que os recita Nuestras
aleyas, os purifica, os enseña el Libro y la hikma, y lo que no sabíais.
Qur-ân 2:151
Lo primero que nos
sorprende de estas aleyas es que se hable de hikma habiendo un Libro revelado en
el que está contenida toda la sabiduría y toda la información que necesita el
hombre para atravesar esta existencia sin conflictos mayores y con plena
consciencia de su significado, de su sentido. Podría dar la sensación de que lo
que realmente se está diciendo es que ese Libro, todos, son incompletos y
necesitan algún tipo de apoyo. Sin embargo, lo que Ibrahim está pidiendo a Allah
cuando le suplica que envíe un Profeta que les enseñe la hikma, es un
itinerario, una dirección, un rumbo.
El Libro desciende para
confirmar y afianzar el îmân en los corazones de los creyentes. Pero el îmân no
es suficiente para guiarnos. El îmân es una potente luz que necesita estar
dirigida en la buena dirección. Es como un hombre que camina por la noche y se
alumbra con un farol pero lo dirige hacia los lados y hacia atrás hasta que se
sale del sendero y se mete en un bosque del que ya no sabe cómo salir. Si
hubiera dirigido su luz hacia delante, le habría mostrado el camino de forma
clara e inequívoca. De la misma forma, sin la hikma nos perdemos en el bosque de
las interpretaciones, de las opiniones y de la subjetividad humana.
Y de igual manera, el
Libro sin hikma lleva al extravío, lleva a interpretarlo según nuestra
subjetividad. Necesitamos, en cambio, la objetividad divina, la clarificación
que traen los Profetas, la hikma, su sunna. Esa objetividad sólo se consigue
adecuando nuestra vida a la del Profeta, el único patrón que tenemos para
comprender realmente los significados del Qur-ân.
La hikma es la
objetividad, la diáfana visión que nos permite aplicar a nuestros actos la
sabiduría; lo que nos permite descifrar las indicaciones del camino. Si
interpretamos caeremos, necesariamente, en la subjetividad, en las disputas, en
opiniones fundadas sobre conjeturas… en la fitna. Esta es la razón por la que
Allah el Altísimo tuvo a Su Profeta (s.a.s) 23 años con la gente, para que
adquirieran esa objetividad que día a día iba enseñando a Su Mensajero.
Los tafsir del Qur-ân son
un mero recuento de opiniones, en muchos casos contradictorias, pues ¿puede
acaso el hombre entender el estilo literario del Creador del universo? Puede
maravillarse ante él, pero nunca aprehenderlo ni imitarlo. ¿Puede acaso el
hombre comprender el significado de las palabras y expresiones que el Altísimo
ha elegido entre las miles que componen una lengua tan vasta y rica como el
árabe? Es el Qur-ân el que explica el Qur-ân, y esta es la hikma que está
contenida en sus aleyas: unas explican a otras, delimitan sus significados y nos
enseñan su verdadera función gramatical.
Y de la misma forma que
el Qur-ân explica el Qur-ân, la vida del Profeta Muhammad (s.a.s) explica la
hikma de sus dichos.
En la umma del Mensajero
de Allah (s.a.s) puede haber sabios, eruditos, incluso santos, pero si no hay
hikma estaremos sin guía.
Da la hikma a quien
quiere, y quien reciba la hikma habrá recibido un gran tesoro.
Qur’an 2:269
¿Y cuál es entonces la
hikma de pertenecer a la umma del Profeta Muhammad (s.a.s)?
Narrado de Sa’îd bin Amri
bin Sa’îd bin Abî al-‘Âs que escuchó a Ibn ‘Umar decir:
“El Profeta (s.a.s) dijo: ‘En verdad que mi umma es iletrada (ummiyya), no
calculamos ni anotamos, y el mes es así y así y así.’ Y cuando lo dijo la
tercera vez dejó el pulgar pegado a la palma de la mano (sin subirlo como los
otros nueve dedos). ‘Y el mes es así y así y así,’ haciendo un total de
treinta.”
(Ṣaḥîḥ
-
Muslim, Bujari, sunan an-Nasai 2143)
Esta es la hikma el
regalo y la guía que Allah el Altísimo ha otorgado a todos aquellos de Sus
siervos que sigan el mismo camino, la misma mil-la que Su Mensajero: Somos una
umma iletrada, ummiyya; es decir, una umma no-académica, ni burguesmente
hechizada por los “adelantos”, ni dirigida por la cultura, ni degradada por la
moda. Esto significa la palabra ummiyya, y no ignorancia o analfabetismo.
Seguir el academicismo,
la cultura del progreso, anotar, calcular… significa dejar de mirar al cielo, de
observar el firmamento, de servirse -en última instancia- del mapa celeste como
guía.
Narrado de Said bin
Shabib Abu Uzman que Abderrahman bin Zaid bin al-Jattab habló a la gente el día
sobre el que hay duda (el día en el que no hay certeza de que haya comenzado
Ramadan; el treintavo día del mes de Sha’ban, ya que
podría ser igualmente el primer día de Ramadan y el 29 de
Sh’aban), y dijo: “Estaba sentado con los Compañeros del Mensajero de Allah (s.a.s)
y les pregunté y me dijeron que el Mensajero de Allah (s.a.s) había dicho:
‘Ayunad cuando la veáis y romped el ayuno cuando la veáis. Y hacedlo de esta
manera, pero si hay nubosidad y no podéis verla, entonces completad 30 días; y
si dos personas testifican haberla visto, ayunad y romped el ayuno.’”
(Ṣaḥîḥ
-
Bujari 1909, Muslim 19/108, sunan an-Nasai 2118)
¡¿Puede haber mayor
sabiduría que la que encierran estas palabras?! El Profeta ya entonces advirtió
a la gente que no calculara ni anotara sino que estuviese atenta mirando al
cielo, observándolo hasta que viera la luna nueva; y si la nubosidad se lo
impedía, que contase 30 días y comenzase a ayunar. Y en ello hay hikma, y en el
academicismo hay olvido, un olvido que nos impide comprender el lenguaje de los
astros. No hay cien personas hoy en el mundo que puedan navegar de noche o
cabalgar por el desierto sin una brújula. Ese mismo academicismo es el que nos
ha arrebatado el cálamo y hemos dejado de escribir, de trazar, de caligrafiar
como la más excelsa disciplina, para teclear, pulsar y digitar. Si abandonamos
nuestra condición de “iletrados”, caeremos en la ignorancia y en el extravío,
pues eludir la hikma es eludir la guía
En verdad que Allah ha
agraciado a los creyentes al hacer surgir de entre ellos un Mensajero que les
recita Sus aleyas, los purifica y les enseña el Libro y la hikma; antes de eso
estaban en un claro extravío.
Qur-ân 3:164
La subjetividad humana
nos lleva a interpretar sin tener en cuenta la hikma que subyace en todos los
dichos del Profeta (s.a.s) y en todas las aleyas que Allah el Altísimo ha hecho
descender hasta completar Su Libro -el Qur-ân.
Se ha narrado que Abû
Qatâda dijo: “Dijo ‘Umar: ‘Oh Mensajero de Allah qué piensas de alguien que
ayuna todos los días de su vida.” Dijo: ‘Ni ha ayunado ni ha roto el ayuno.’
Dijo: ‘Oh Mensajero de Allah qué piensas de alguien que ayuna dos días y
descansa un día.’ Dijo: ‘¿Hay alguien que sea capaz de eso?’ Dijo: ‘¿Y de
alguien que ayuna un día y descansa un día?’ Dijo: ‘Ese es el ayuno de Dâud
-sobre él la paz.’ Dijo: ‘¿Y de alguien que ayuna un día y descansa dos?’ Dijo:
‘Yo mismo desearía poder hacerlo.’ Dijo: Después, dijo: ‘Tres días de cada mes y
de Ramadan a Ramadan; eso es como
ayunar todos los días del año.’ ”
(Ṣaḥîḥ
Sunan an-Nasai
2389)
En los actos de adoración
que Allah el Altísimo nos ha prescrito en Su Dîn hay recuerdo, y esa es su hikma,
y todo lo que sea desviarse de ese principio se convierte en costumbre y en
superstición. De quien ayuna todos los días, el Profeta dijo: ‘Ni ha ayunado
ni ha roto el ayuno.’ Allah nos ha ordenado hacer lo que es obligatorio, y
en verdad que hacerlo debidamente es ya un milagro. La moderación y la sensatez
es parte del entramado de la fitra. Ayunar en Ramadán y
tres días de cada mes es más que suficiente e incluso equivale a ayunar todos
los días de nuestra vida.
Sin embargo, a algunos de
los Compañeros les parecía poco lo que les aconsejaba el Profeta (s.a.s) y
querían ayunar más, más que él (s.a.s), más que Daud (a.s)… y al descuidar esta
hikma caían en el deshonor.
Ha sido narrado que
Muhâyid dijo: “Abdullah bin ‘Amar me dijo: ‘Mi padre me casó con una mujer muy
distinguida y solía visitarla y preguntarle por su marido. Ella dijo: ‘¡Qué
bendición de hombre entre todos los hombres! Nunca viene a mi cama, ni se ha
aproximado a mí desde que nos casamos.’ Le contó el caso al Profeta y éste le
dijo que lo trajera a donde estaba él. Le dijo: ‘¿Cómo ayunas?’ Contesté: ‘Todos
los días.’ Dijo: ‘No lo hagas. Ayuna tres días de cada mes….’ ”
(Ṣaḥîḥ
Bujari, Sunan
an-Nasai 2391)
Eran muchos los que
seguían su subjetividad, su interpretación, y con ello dañaban los derechos de
terceros, pues si abandonamos la guía de la hikma nos saldremos,
inevitablemente, del camino de la objetividad, de la órbita celeste, y caeremos
en algún tipo de tiranía.
Ha sido narrado que
‘Abdullah dijo: “El Mensajero de Allah (s.a.s) entró en mi estancia y dijo: ‘Me
han dicho que pasas la noche haciendo salawat y que ayunas durante el día.’
Dije: ‘Así es.’ Dijo: ‘No hagas eso. Duerme y levántate a hacer salawat; ayuna y
rompe el ayuno. Tus ojos tienen derechos sobre ti, y tu cuerpo tiene derechos
sobre ti, y tu esposa tiene derechos sobre ti, y tus invitados tienen derechos
sobre ti, y tus amigos tienen derechos sobre ti. Espero que vivas muchos años y
que te sea suficiente ayunar tres días de cada mes …’ ”
(Ṣaḥîḥ
Bujari, Sunan
an-Nasai 2393)
Desobedecer al Profeta (s.a.s),
contradecir la objetividad que Allah el Altísimo le fue enseñando durante 23
años, es caer en la tiranía y usurpar los derechos de otros y de nosotros
mismos.
Ayunamos todos los días,
pero no visitamos a nuestros hermanos enfermos, ni nos sentamos con nuestros
hijos para relatarles la vida de los Profetas, ni ayudamos a nuestro vecino a
pintar la casa. Leemos el Qur-ân como lo leerían los papagayos, pero no abrimos
la puerta a quien nos pide una ayuda. Hacemos dzikr pero
no pagamos la çaka.
El Profeta decía a sus
compañeros cuando los veían en actos extremos de penitencia: “Yo soy el que más
temor de Allah tiene de todos vosotros; así pues, seguidme. ¿Acaso no soy yo
vuestro modelo?” Y todos decían “Sí, en verdad que eres nuestro modelo.” Y a
continuación, muchos de ellos se desentendían y volvían a caer en su
subjetividad, en sus interpretaciones.
Mahmud Efendi de Estambul
solía decir a sus estudiantes: “Si dejo dos sunnas del Profeta Muhammad (s.a.s),
no me sigáis.” Le faltó añadir: “Y si añado una sola cosa al Dîn de Allah,
tampoco me sigáis.” Seguir la sunna del Mensajero de Allah (s.a.s) no sólo
consiste en atesorar un conjunto de actos que pueden, en última instancia,
convertirse en un ritual o en superstición. Muchos de sus alumnos, antes de dar
el takbir del comienzo del sala, sacaban el miswak y se frotaban rápidamente los
dientes, pero en ese acto, en esa forma de entender la sunna, no hay hikma sino
una mera imitación. El Profeta se cepillaba los dientes con el miswak
constantemente, después de cada comida o después de ingerir cualquier alimento;
usaba el miswak durante los viajes, cuando estaba en casa, delante de los
huéspedes. Esta es la sunna que va acompañada de hikma. Los miswak limpian
nuestra dentadura y la desinfectan al tiempo que desprenden una sustancia que
favorece el trabajo del estómago y de los intestinos. Algunos ‘ulama afirman
incluso que esa sustancia mejora la memoria. Pero la mayoría de los musulmanes
los utilizan para cumplir con la sunna y después les compran los cepillos y las
pastas dentífricas a las multinacionales judías.
Y cuando se encuentran
con los que creen, declaran: “Creemos.” Pero cuando están a solas con sus
shayatines, dicen: “En verdad que somos de los vuestros; tan sólo nos estábamos
burlando.”
Qur’an 2:14
La hikma del miswak no
sólo estriba en el beneficio físico que proporciona, sino en su gratuidad, su
fácil y cómodo transporte y la independencia que deriva de su uso. En muchos
mercadillos se venden hoy los miswak a los no musulmanes; pronto, pues, volverán
a utilizarlo los amantes seguidores de Muhammad (s.a.s) ya que su conveniencia
ha sido ratificada por los “letrados”. ¡No hay de qué maravillarse! El Mensajero
de Allah (s.a.s) ya nos advirtió que llegaría el día, el nefasto día, en el que
si los musulmanes vieran a la Gente del Libro meterse por el agujero de un
ratón, les seguirían con los ojos cerrados. ¡Sâdaqa Rasûl,
Sâdaqa Rasûl!
Narrado de Al-Miqdâm Abu
Shuraih que su padre dijo: “Le pregunté a ‘Âishah: ‘¿Qué
es lo primero que hacía el Profeta cuando entraba en casa?’ Me respondió: ‘Cogía
el siwâk (miswâk) y se cepillaba los dientes.’”
(Ṣaḥîḥ
Muslim, Sunan an-Nasai 8)
Según el fiqh no es
obligatorio el uso del miswâk, pues aunque el Profeta Muhammad (s.a.s) lo
recomendó encarecidamente, no lo ordenó como parte de los rituales de
purificación. Sin embargo, es obligatorio por la mil-la, por la actitud que
debemos tomar ante las cosas. No se trata de vivir el Islam de una forma
legalista para simplemente no estar fuera de la ley. Aspiramos a más, aspiramos
a vivir en la objetividad de Su Mensajero y en su hikma. Quien anda por los
bordes del camino acabará por salirse de él. No podremos aprehender el patrón de
comportamiento propio de la fitra humana, de nuestra
naturaleza primigenia, si nos limitamos a “cumplir” con lo que es obligatorio. A
través de los hadices que muestran la mil-la del Profeta
entendemos mejor qué significa el tawhid, qué significa no seguir a otro dios
que Allah; entendemos, en definitiva, la verdadera identidad de los dioses, de
los ídolos.
¿Por qué nos cuesta
seguir al Profeta de Allah (s.a.s) si sabemos que la pista que nos trazó lleva
directamente a la felicidad eludiendo los conflictos propios de la ignorancia y
de la subjetividad humana? La respuesta la encontramos en el Qur-ân:
Que los que creen no
tomen a los encubridores por protectores y compañeros en vez de a los creyentes
a menos que sea por temor a que os causen algún daño. Allah se desentenderá de
quien así actúe; Allah os pone en guardia (contra este tipo de gente). Y
En Allah confluyen todos los destinos.
Qur-ân 3:28
Cuando le preguntaban a
'Abdullah ibn ‘Umar si era lícito casarse con las
cristianas, decía: “Allah el Altísimo nos ha prohibido casarnos con las
asociadoras. ¿Puede haber peor asociadora que quien dice que Allah tiene un hijo
de Su misma naturaleza y que, por lo tanto, es dios?” ¡En verdad que quien
recibe la hikma ha recibido un gran tesoro!
La otra hikma de
pertenecer a la umma del Profeta Muhammad es la de estar organizados en torno a
una autoridad. Y esta hikma abroga el tribalismo, los clanes, el nacionalismo,
la xenofobia y las confrontaciones étnicas. Sin embargo, son hoy los musulmanes
los más acérrimos defensores del sistema electoral de partidos. Esa madriguera
en la que se meten judíos y cristianos parece atraerles de forma irresistible.
Narrado de Abu Huraira:
“Dijo el Mensajero de Allah (s.a.s): ‘Quien se salga de la obediencia y se
separe de la comunidad y muera, habrá muerto en la ignorancia (Yâhiliya); y
quien se rebele y ataque a mi umma golpeando (matando) a inocentes y a corruptos
por igual y no evite hacer lo mismo con los creyentes ni se preocupe de aquellos
con los que haya hecho algún pacto, no es de los míos; y quien luche bajo el
estandarte del sectarismo tribal o se enfurezca a causa de él y muera, habrá
muerto en la ignorancia (Yâhiliya).’”
(Sahih
Muslim 1848, Sunan an-Nasai 4119)
¿Cómo puede haber umma si
hay tribalismo? ¿Y acaso no pertenecen al tribalismo todas esas denominaciones
bajo cuyo estandarte se alinean hoy como ayer los musulmanes? En la unidad,
incluso cuando no es de nuestro agrado, hay una gran hikma. Las revoluciones
aumentan la tiranía que se intentaba eliminar. Hemos “asesinado” a todas
nuestras autoridades adquiriendo la tan deseada orfandad metafísica, pero ¿a
quién estamos dando nuestra fuerza de trabajo; quién se beneficia de nuestra
inteligencia, de nuestro conocimiento, de nuestras investigaciones, de nuestros
inventos? ¿Es realmente la umma de Muhammad (s.a.s) la que se beneficia de todo
ello, o son los que hoy se presentan como nuestros protectores y guías, los que
mueven su pesada maquinaria del “progreso” con nuestra energía? Esos que dicen:
“No podemos sino reconocer que os habéis ganado un puesto de honor en el libro
de la historia; y en verdad que escribiremos vuestra página con letras de oro,
pero no pensáis que ya es hora de ser razonables y de decir como todo el mundo
‘el sol sale por el este y se pone por el oeste? Aquí están nuestros programas
educativos, nuestro método científico, todo ello heredado de vuestros
antepasados a los que -seamos sinceros- nunca habéis hecho demasiado caso. Ya se
sabe que nadie es profeta en su propia tierra. En fin, no importa eso ahora,
agua pasada, tomadlos y seguir nuestra senda.”
Allah es el Protector
de los creyentes; los saca de las tinieblas y los lleva a la luz. Pero los
protectores de los encubridores son los Taghut;
los sacan de la luz y los llevan a las tinieblas; ésos son los compañeros del
Fuego; en él permanecerán para siempre.
Qur-ân 2:257
La sunna sin hikma es
imitación, ritual, superstición; y de la misma manera, el Qur-ân sin hikma es
tierra virgen para todo tipo de interpretaciones; un campo ilimitado para
cultivar en él nuestra más extravagante subjetividad.
La hikma del Qur-ân es
buscar su interpretación en el Qur-ân; y la hikma de la sunna es seguir la vida
del Mensajero de Allah (s.a.s). Y todo lo demás no es sino correr hacia un
lejano extravío.
Da la hikma a quien
quiere, y quien reciba la hikma habrá recibido un gran tesoro.
Qur’an 2:269
Autor: Abu Bakr
Gallego
Damasco, Siria, Febrero, 2014.
Fuente: musulmanesandaluces.org
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Reflexiones de un musulmán desde Damasco
Cuando se cortó la
llamada la última vez hablábamos del corazón y la cabeza, pero quizás sea mejor
escribir un postulado para que la otra persona pueda leerlo y meditar sobre
ello.
Decíamos que la cabeza es
el órgano rector, el que controla las funciones del cuerpo, el que analiza
información que recibe de los sensores, como el ojo, el oído, el tacto… en
definitiva, es como el procesador, si tomamos el símil del ordenador. Es una potente
herramienta pero carece de autonomía propia. Lo mismo sucede con el cerebro. Es
el órgano más potente del cuerpo pero no es independiente.
Entonces, podremos
preguntarnos, cuál es ese otro órgano del que la cabeza toma la energía. ¿Cuál es el órgano que da la vida a todo el
cuerpo? Rasulu-Allah en un hadiz sahih nos ha dicho que este órgano es
el corazón, y que cuando este órgano está sano y rectamente guiado, todo el
cuerpo está sano. Y cuando está corrupto, todo el cuerpo está corrupto. Y
cuando está enfermo, todo el cuerpo está enfermo. Esta estructura la encontramos en todas las
cosas. En una empresa, en una familia, en un país, en el mundo, en el Universo…
hay cerebro y hay corazón, y otros órganos que ejecutan las órdenes del
cerebro.
En árabe, la palabra
“rais”, presidente, viene de “ras” (cabeza), porque el presidente, el gobierno
cumple en un país la misma función que el cerebro en un cuerpo, es decir el
presidente, el gobierno, tiene una serie de elementos, como la riqueza, el
ejército, las fuerzas de seguridad, técnicos, ministros… que le permiten
organizar y proteger esa sociedad. Pero, ¿bajo qué valores y presupuestos va a
organizar y proteger esa sociedad? Al cerebro esto le da igual. Es como un
ingeniero que en una empres diseña puentes, en otra empresa diseña excavadoras,
y en otra empresa diseña edificios. Él conoce cómo hacer eso, pero el plan de
la empresa, los objetivos de la empresa los tiene el corazón de esa empresa,
por lo tanto los valores, las premisas, los objetivos de un gobierno, de
cualquier gobierno, los debe proponer el corazón, y después el gobierno los
llevará a cabo de forma práctica.
En el caso de Islam, la
estructura es clara, ya que el corazón debe estar unido a la fuente de todo
conocimiento y de toda rectitud que es Allah. Cuando algunos de Sus siervos
someten sus deseos, sus facultades a la Voluntad de Allah, Allah los va
elevando y les va dando la luz de la objetividad. Esa luz de la
objetividad es la que el corazón proyecta
sobre la cabeza. Exactamente como sucede en el caso del coche que circula por
la noche. Por muy potente que sea la máquina, por muy lujosa que sea, si no
tiene unos faros potentes, el viaje que realizará será caótico, sumamente
tenso, peligroso, pues de alguna forma es cómo circular a ciegas. Sin embargo,
el conductor del mismo coche, cuando enciende los faros y pone la luz larga,
vislumbra perfectamente lo que tiene delante a una gran distancia. Ve con
claridad que a más de cien metros hay una curva, ve perfectamente los bordes de
la carretera, los obstáculos que pudiera haber, y entonces el viaje es incluso
placentero, relajado, claro…
Por ejemplo, en tu
empresa tu puedes contratar un gestor, que será la cabeza, pero si tú, que eres
el corazón, no tienes objetivos claros ni la fuerza y la energía que dé vida a
tu empresa, por muy experto que sea tu gestor, tu empresa irá a la deriva, o al
menos será una empresa caótica, con constantes altibajos y seguramente con
conflictos laborales y económicos. Es
decir, el corazón transmite a la cabeza la fuerza o la debilidad, la
comprensión o la confusión, la rectitud o la corrupción.
Por eso, el Rasulu-Allah
no dijo: Si la cabeza está sana y rectamente guiada, todo el cuerpo está sano y
rectamente guiado. Dijo que esa es la función del corazón, ya que es el corazón
que da luz, da vida, el que impone los objetivos a la cabeza. Hay ministros de
economía que han sido ministros de gobiernos muy diferentes, ya que su función
es la de, dado su conocimiento sobre economía, aplicar en la práctica el
proyecto del gobierno que sea.
En la familia, la esposa
cumple la función de la cabeza, ya que es ella la que organiza la economía
familiar, se ocupa de la casa, de la educación de los hijos. Pero si el corazón
deja de funcionar, poco a poco ese hogar se desmoronará, ya que necesita que la
sangre constantemente llegue al cerebro, que haya objetivos claros. Si el
corazón busca la rectitud para los miembros de su familia, la cabeza actuará
transmitiendo esa rectitud al resto de los miembros.
Sin embargo, podríamos
preguntarnos ahora qué sucedería si habiendo un corazón sano, fuerte y
rectamente guiado, la cabeza se negase a seguirle, a plasmar en la práctica la
guía que recibe de él, o incluso tomase una posición de confrontación. En ese
caso la cabeza sería inmediatamente cortada del cuerpo y sustituida por otra,
ya que allí donde hay luz no puede haber oscuridad, no puede haber tinieblas.
Cuando el corazón proyecta su potente luz de la comprensión objetiva que le ha
sido concedida por Allah, toda la oscuridad desaparece, y por lo tanto, si la
cabeza no actúa siguiendo esa luz, si el coche no circula por la carretera
según le va indicando esa luz, inevitablemente se saldrá fuera, quedando en la
cuneta.
Por ejemplo, cojamos el
caso de Chávez en Venezuela antes de pasar al caso de Siria y otros países. En
seguida vemos que fuera de este esquema todos los análisis políticos que
hagamos y que de hecho se hacen serán lamentablemente superficiales y eludirán
el análisis real. Chávez es un loco estúpido que lo único que hace es meterse
el dinero del país en el bolsillo. Si eso es cierto, tendremos que concluir que
Venezuela está compuesta de un 20% de gente que pasa de todo y no se interesa
más que por el pan de cada día, un 60% de locos y estúpidos, un 20% de
ambiciosos que lo único que quieren es tomar el poder para ser ellos ahora los
que se metan el dinero en el bolsillo. De lo contrario, cómo se explica
que un loco y estúpido se mantenga en el poder “democráticamente” elección tras
elección. Este análisis simplista, que es el que hace todo el mundo con
respecto a todos los países, es el fruto de un mundo devastado por la
ignorancia, de un mundo que hace ya bastantes décadas es regido por cabezas que
no reciben la luz del corazón. Un mundo, pues, caótico y materialista que sólo
busca el placer inmediato de este mundo. Pero la realidad de Venezuela, como la
de los otros países, es muy diferente. Las sucesivas victorias de Chávez, a
través del sistema judío de elecciones (en el Islam se tiene en cuenta la
calidad no la cantidad; gobierna la élite no la mayoría numérica), se debe
fundamentalmente a dos factores. Primer factor: no existe en todo el país una
cabeza con la fuerza suficiente para sustituirle a él; y el segundo factor: el
corazón de Venezuela está enfermo, gravemente enfermo. En realidad, si
eliminamos el primer factor, la situación no cambiaría de forma sustancial, ya
que es el segundo factor el decisivo.
Supongamos que poco a
poco se va regenerando ese corazón con la Luz de Allah, con el favor de Allah,
hasta convertirse en un corazón fuerte, en un corazón sano, rectamente guiado
por la comprensión objetiva que le viene de Allah. En ese caso Chávez tendrá dos únicas
posibilidades. La primera –adaptar su política a esa luz, o irse, abandonando
el poder debido a la potente luz que ha mostrado la oscuridad de su política, o
será arrancado de ese poder por la fuerza de la cabeza que esté dispuesta a
seguir la luz que le viene del corazón.
Si ahora nos fijamos en
cualquier país del mundo, veremos que la situación es la misma, y en muchos
casos bastante peor. Se cambian las
cabezas, pero no hay resultado porque es el corazón el que está enfermo, el que
está tocado de muerte y mientras ese corazón no se regenere el cambio de cabezas
no cambiará sustancialmente nada.
Este mismo esquema lo
podemos traer a Siria, y nos encontraremos con la misma situación que en
Venezuela pero con una variante, o un tercer factor, que sólo puede existir en
Sham (Damasco). Hemos dicho que todo tiene una cabeza y un corazón, como el cuerpo
humano. Incluso en el mundo microscópico vemos que es así. En la célula está el
núcleo, que es el que sustenta a la célula, y está el citoplasma, que es donde
están los elementos ejecutores de las órdenes del núcleo. Allí donde quiera que miremos en cualquier
tejido vivo, encontraremos la misma estructura.
Pero, como hemos dicho,
en Siria hay un tercer factor decisivo a la hora de aplicar este patrón. Y este
factor decisivo es que también el mundo debe tener un corazón, que de guía y
luz a la cabeza. ¿Cuál es este corazón? Un análisis histórico nos podría ayudar
a dilucidar esta pregunta, si bien, este análisis histórico seguramente sería
muy controvertido y mucha gente tomaría en cuenta esta y aquella variante en
vez de aquella otra. Sin embargo, como musulmanes, tenemos dos herramientas
objetivas que Allah nos ha dado precisamente para comprender hasta el Día del
Levantamiento las situaciones por las que vayamos pasando. Estas dos
herramientas son el Qur’an y el hadiz
sahih. Por ello, el Rasulu-Allah primero nos advirtió que hay una cabeza y
un corazón, y nos mostró sus funciones, y después nos dijo en varios ahadiz
asahih (estamos de acuerdo que muchos de los ahadiz del Sham que
circulan no son sahih) que la luz de Islam será protegida en Sham y
cuando los sahaba le preguntaron: ¿No será en el Najd? (entonces Najd
abarcaba todo lo que puede ser hoy
Haliy, península arábiga), Rasulu-Allah contestó: Allí están los dos cuernos
del Shaytan.
Por lo tanto tenemos por
una parte el patrón que Allah ha utilizado en la organización social, política,
económica, social de la humanidad –corazón-cabeza. Y por otra parte nos ha
dicho que la luz del Islam, es decir, la luz de la comprensión objetiva, la luz
del conocimiento, será protegida en Sham. Así pues, Sham es el corazón del mundo.
Como ya hemos dicho, un
análisis histórico nos llevaría a la misma conclusión, ya que toda la historia
ha girado siempre en torno a este territorio –el poder asirio, las cruzadas, y
hoy, toda la política mundial gira en torno a Siria, a pesar de ser un país
militar, económica y políticamente insignificante. Pero así es el corazón. Un
órgano vacío, pequeño, y sin embargo es el que da la vida a todo el cuerpo.
Ahora bien, si Sham es el corazón del mundo y el corazón de Sham está enfermo,
gravemente enfermo, el mundo entero necesariamente tiene que estar enfermo,
tiene que estar en crisis: social, moral, política…
Ahora bien, no todos los
países estarán tocados por la misma enfermedad de la misma manera. Veamos este
proceso de forma casi fisiológica. En Sham se ha producido un fenómeno que
ahora entendemos mejor, que ha sido el que Allah ha preservado la cabeza, a
pesar de que el corazón ha ido enfermando progresivamente. Te diré que cuando
Hafiz al Asad gobernaba, el corazón estaba
mucho más sano y fuerte que ahora. Todavía había shuyuj y ulamah que actuaban por Allah y no
por sus intereses. En todas las mezquitas, que nunca se cerraban, había total
libertad para enseñar y aprender. Cualquier mahad (institución de conocimiento)
daba iqamah (certificación)
para los estudiantes extranjeros, e incluso muchos de los shuyuj y ulamah
conseguían iqamah para los que no estudiaban en los mahad.
Cuando Hafiz al Asad gobernaba, se iniciaron dos programas de estudios, únicos
en toda la ummah: los cursos de verano de 3 meses de duración para
extranjeros y los cursos de verano de 3-6 meses de duración para los imames
y profesores de las repúblicas ex-soviéticas, si bien, pronto, ese programa
albergó a imames y profesores del mundo entero, Europa y África. Cientos
de estudiantes, imames y profesores venían a Siria a estudiar, y todos
recibían su visado y su iqamah. Incluso durante varios años se editaba
un libro que reunía los programas de árabe de fiqh y de aqidah
que se impartían durante estos cursos.
Si ahora nos fijamos en la situación mundial
durante los años finales de los 60, 70, hasta finales de 90, veremos que la
cabeza del mundo, que era occidente (el imperio otomano, cuando el último califa
de la ummah había sucumbido al encanto de occidente y había vendido la ummah
a cambio de poder afeitarse la barba y vestir un elegante traje militar de
corte italiano), actuaba con mucho más
rigor y justicia que ahora. Su economía era mucho más fuerte y socialmente
presentaba un programa mucho más justo que el de ahora. Sin embargo, cuando
todos estos ulamah y esos shuyuj, que, aún sin ser de la altura
de los sahaba ni de los tabiyin, tenían conocimiento y taqwah
de Allah, fueron muriendo, la siguiente generación, sus hijos o sus seguidores,
fue desmontando y destruyendo todo lo que estos hombres habían ido
construyendo. Era gente que sólo buscaban el poder y el bienestar económico, ya
no actuaban por Allah.
Entonces, ¿qué sucedió en
Siria y en el mundo? Que al enfermar el corazón fue enfermando la cabeza y el
cuerpo entero. Si vemos lo que sucede en Siria y en el mundo a partir del año
2000, año en el que ya no queda nadie de estos shuyuj y ulamah,
vemos corrupción, injusticia, ignorancia, y un paulatino poder planetario del
Dayyal. En todos los países y en todos los aspectos de la vida lo verdadero
pasa a ser falso, y lo falso verdadero. Se prohíbe el bien y se ordena el mal.
Políticamente, la cabeza empieza a desvariar, su economía decrece, incluso
militarmente ha perdido toda la fuerza y es incapaz de imponerse, incluso a
países carentes de ejército y de lo que podríamos llamar un armamento
convencional. Cuando se pregunta a las grandes familias musulmanas del mundo,
de Siria y de otros países, cuál es vuestra legitimidad, no contestan la ilaha
illa Allah, Muhammad rasulu-Allah, sino contestan diciendo: ¿Cómo? ¿Acaso
no sabes quién era mi padre, acaso no sabes que mi abuelo era un gran shej y que mi padre era imam de esta o de
aquella famosa mezquita? ¿Sabes con quién estás hablando? Mis antepasados se
remontan a los Quraish y a los sahabah y eso nos da derecho a gobernar, y
como el corazón que somos queremos gobernar con la cabeza de occidente.” De
forma que un corazón corrupto y enfermo es dirigido por una cabeza corrupta y
enferma.
Sin embargo, y dado que
Sham es el centro del mundo y dado que en Sham se va a proteger la luz del
Islam, Allah ha protegido la cabeza y ha puesto un gobierno que no se doblega
ante los caprichos y las maldades de los judíos a través de sus lacayos
occidentales. Cuando se le preguntaba a Hafiz al Asad por qué no atacaba a Israel, por qué defiende su frontera,
contestaba explícita e implícitamente. Explícitamente con palabras “porque
Israel es el mundo entero”, e implícitamente, a través de una insinuada
sonrisa, como si dijera “estamos haciendo nuestro trabajo”. Y así fue.
En
el 2006 llegó el primer resultado: la gran derrota de Israel y del mundo
entero. Cientos de tanques, llamados “indestructibles” yacían reventados por el
desierto del Líbano. No había sido la Unión Soviética, junto con China, Corea y
cientos de países más, los que habían logrado esa victoria sino una pequeña
organización, hizbullah, apoyada por Siria y secretamente por Rusia. A
partir de ese momento el mundo entendió que los órganos vitales del cuerpo
planetario habían cambiado. La vieja fisiología no se podía reparar, había que
crear una nueva. El segundo resultado lo estamos viviendo ahora. Pero no sólo
Siria, el mundo entero. Porque la cabeza del mundo está en Siria y el corazón
del mundo se regenerará en Sira, con el Permiso de Allah.
La gente dice que Rusia y China sostienen a
Siria. De nuevo es el análisis simplista, resultado, como ya hemos dicho, de una
vieja cabeza y de un viejo corazón muertos. Pero yo digo con pruebas claras que
es Siria la que sostiene a Rusia y China. Desde la caída del muro de Berlín y
desde la muerte de Mao, ni Rusia ni China han elevado su voz en ningún caso ni
han impuesto su veto. E incluso en los acontecimientos de Oriente Medio, ni
Rusia ni China han impuesto su veto en casos de Túnez, de Yemen, de Libia, de
Egipto… pero cuando Siria se levanta tras la victoria de 2006, tras la derrota
de occidente en Líbano (hoy el gobierno libanés apoya cien por cien al
gobierno sirio) y dice a Occidente “no os necesitamos ni queremos tener ninguna
relación con vosotros” y le dice “vamos a resistir, y no nos vamos a doblegar”,
Rusia, China y muchos otros países se levantan, pero se levantan detrás de
Siria y si volvemos al patrón anterior, veremos que es muy fácil entender esta
situación.
Si Sham es el corazón del mundo y lo único que
queda sano es la cabeza, está claro que todos aquéllos que se alíen con esa
cabeza y luchen junto a ella, recibirán más luz y baraka que los que luchen
contra esa cabeza, apoyando de esta forma al Dayyal. Hoy vemos cómo Rusia y
China están sosteniendo con su dinero el dólar y el euro, y cómo políticamente
son los que poco a poco están tomando las riendas de la política internacional.
Ahora son los países europeos, incluida Turquía, los que viajan a Rusia a
hablar con el presidente, a negociar con el presidente. Pero la cabeza rusa y
la cabeza china no han aceptado sus chantajes ni sus negocios y claramente han
dicho que no hace falta reunirnos más; estamos con el gobierno sirio y no
apoyaremos ninguna acción contra él. Y esta posición, este enlace, este vínculo
con la cabeza sana, es la que da fuerza a Rusia y China, no al contrario. Y la
raíz de la cabeza siria, insha-Allah, se regenerará con el corazón y entonces
la cabeza estará realmente guiada, y muchos de los fallos y de los errores de
esta cabeza desaparecerán porque ahora la cabeza actúa sin el corazón. Se
mantiene todavía gracias a la luz de ese corazón que todavía no estaba enfermo,
o no estaba muy enfermo, pero esa luz se va apagando.
Pero
para que ese corazón vuelva a regenerarse hace falta separar claramente el
grano de la paja, el oro de la ganga, la corrupción de la rectitud, la
hipocresía del taqwah, y eso es lo que está sucediendo ahora en
Siria. Un montón de shuyuj y ulamah ya han salido del país. ¿Y desde dónde arengan a
los sirios para que se unan a la revolución? Desde la BBC que es la voz del
Shaytan. Y muchos de los que están todavía en el país ya han mostrado su
verdadero rostro.
Por
lo tanto, el trabajo de Allah ahora es el de regenerar ese tejido, y para mí, mi
obligación es apoyar a ese corazón, apoyar a esa nueva élite espiritual que
proyecte una luz potente a la cabeza, y cuando ese corazón y esa cabeza
trabajen al unísono, poco a poco se irá regenerando el mundo entero.
Cómo
y cuándo se va a regenerar ese corazón es algo difícil de prever, pero yo
pienso que va a tardar mucho tiempo porque la operación quirúrgica no va a ser
sencilla, pues el daño en los tejidos es muy grande. Y no se puede regenerar
ningún otro corazón antes de que se regenere el corazón de Sham. Si el servidor
central no funciona, ningún ordenador funciona. No tiene sentido intentar
reparar los ordenadores, cuando la avería está en el servidor. Por eso, yo creo
que los musulmanes que realmente actúen por Allah deben acercarse lo más
posible al Sham y si pueden, deben entrar en Sham, entrar en el corazón. Pero,
hay una ley psicológica que a muchos les impide tomar partido por el Partido de
Allah. Y esta ley es que cuando amas a alguien, todo lo que hace esa persona
nos parece bien; y cuando odias a alguien, todo lo que hace esa persona, te
parece mal. Por ello, sin la objetividad de la Luz de Allah no hay guía y nos
movemos siguiendo nuestro subjetivismo.
Creo
sinceramente que lo que te acabo de escribir merece tu reflexión. No solamente
que lo leas una o dos veces. Que medites
sobre los conceptos que se han expresado en el texto y los analices de la forma
más objetiva posible, y que Allah nos guíe para entender objetivamente la
realidad.
Autor: Abu Bakr Gallego, desde Damasco.
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Autor: Abu Bakr Gallego, desde Damasco.
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Crònica àrab de la conquesta de Mallorca
Una vegada finalitzat l'Any Jaume I hem pogut comprovar com el discurs historiogràfic que s'ha transmés des de les institucions, a través de les exposicions i demés actes oficials, no ha sofert cap modificació rellevant des d'anteriors commemoracions. Així, tal com va passar en 1876, 1908, 1938 o 1988, tot i que amb un llenguatge més modern i actualitzat, la glorificació de la figura del rei, des del punt de vista guerrer o religiós, ha marcat el discurs. És cert que des de les reunions científiques oficials, i des de les múltiples conferències organitzades al marge de les institucions, molts historiadors han insistit en la necessitat de respectar i tindre en compte la societat andalusina vençuda en la conquesta; tot i que més com una obligada declaració ètica que com una realitat basada en una intenció de realitzar nous estudis històrics sobre aquesta societat. Però des de l'organització institucional no hi ha hagut cap referència als vençuts, els quals sembla que més bé molesten que altra cosa.
Dos pacífics comerciants catalans predicant l'evangeli als moros de Mallorca (MNAC)
En realitat la nova traducció es va presentar a principis de desembre de 2008, però no va ser fins que la Vanguardia va publicar un menut reportatge (ací i ací) que la notícia ha tingut un cert recorregut per la xarxa, tot i que el Mercantil Valenciano ja hi va fer referència en l'especial del 9 d'Octubre. Així, fins que la nova publicació arribe a les nostres mans el que s'hi diu en aquest diari és l'única font que tenim, i no deixen d'haver-hi coses curioses. Així, el «Kitab Ta’Rih Mayurqa» ha estat presentat pels responsables de la traducció com el contrapunt andalusí al Llibre dels Fets, i això ha servit a Flocel Sabaté per a afirmar, segons la Vanguardia, que la Crònica de Jaume I és “claramente un libro de propaganda política que no fue escrito, ni dictado, como se creía antiguamente, por el rey Jaume I, sino por la Iglesia, que es la que dominaba la Cancillería, a fin de prestigiar y consolidar la figura del monarca, en una posición aún muy débil respecto a los nobles y las ciudades”. Ací queda això.
D'altra banda, pel que han explicat els traductors, quasi tot el relat quadra amb el que Jaume I conta a la seua Crònica, que era fins ara la principal font per a conéixer el procés, a banda de la documentació generada per la conquesta i colonització de l'illa. A més, Ibn Amira fa responsable directe de la victòria cristiana el valí almohade Abu Yahya, perquè es va dedicar a conspirar contra els habitants de l'illa abans de l'arribada de Jaume I, i després no va saber gestionar la guerra contra els invasors. En aquest sentit, com si d'una novel·la es tractara, fins i tot pareix que hi ha un heroi del relat, Ibn Sayri, que primer va encapçalar la rebel·lió dels andalusins indígenes contra els almohades que acabaven d'arribar a l'illa, després va dirigir els camperols en una de les escaramusses contra les hosts feudals, i finalment es va retirar a les muntanyes, on encara va resistir un any mantenint el contacte amb Menorca.

Precisament, relacionat amb els vençuts de les conquestes jaumines, la Universitat de les Illes Balears ha publicat fa poc la traducció al valencià d'una obra fins ara desconeguda: el «Kitab Ta’Rih Mayurqa», ja conegut també com a Crònica àrab de la Conquesta de Mallorca, del valencià Ibn 'Amira al-Mahzumi. L'existència d'aquesta obra es coneixia mitjançant una cita copiada per al-Maqqari en el segle XVII, però no es coneixia el contingut complet fins que en 2001 va ser descoberta una còpia en una biblioteca de Tinduf, a Algèria. Amb només 26 fulls escrits per ambdues cares, i barrejats amb altres documents del mateix Ibn Amira, es va descobrir tota una joia perduda. Es tracta del relat de la conquesta de Mallorca per Jaume I, que segons l'autor escriu a partir del que li van contar els andalusins supervivents, tot i que segons Rosselló Bordoy, un dels responsables de la traducció, pels detalls de la narració es pot pensar que Ibn Amira hi era present a l'illa.

D'altra banda, pel que han explicat els traductors, quasi tot el relat quadra amb el que Jaume I conta a la seua Crònica, que era fins ara la principal font per a conéixer el procés, a banda de la documentació generada per la conquesta i colonització de l'illa. A més, Ibn Amira fa responsable directe de la victòria cristiana el valí almohade Abu Yahya, perquè es va dedicar a conspirar contra els habitants de l'illa abans de l'arribada de Jaume I, i després no va saber gestionar la guerra contra els invasors. En aquest sentit, com si d'una novel·la es tractara, fins i tot pareix que hi ha un heroi del relat, Ibn Sayri, que primer va encapçalar la rebel·lió dels andalusins indígenes contra els almohades que acabaven d'arribar a l'illa, després va dirigir els camperols en una de les escaramusses contra les hosts feudals, i finalment es va retirar a les muntanyes, on encara va resistir un any mantenint el contacte amb Menorca.
Autor: Ferran Esquilache
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¿Es una obligación el uso del velo?
El comentarista coránico Muhammad Asad explica el contexto en que descendió la aleya que denomina una prenda o velo para “investir” a la mujer con “protección”. El término usado para tratar este asunto en el Corán no es “hiÿab”, ni la parte del cuerpo a cubrir es la cabeza:
“El nombre jimar denota el tocado usual de las mujeres árabes antes y después de la llegada del Islam. Según la mayoría de los comentaristas clásicos, en los tiempos pre-islámicos se llevaba más o menos como adorno, dejando que cayera suelto sobre la espalda; y como, según la moda imperante de aquel tiempo, la parte superior de la túnica de la mujer tenía una amplia abertura por delante, sus senos quedaban al descubierto. De ahí, que la orden de cubrir el escote con el jimar (un término muy familiar a los contemporáneos del Profeta) no tenga necesariamente que ver con el uso en sí del jimar, sino que, más bien quiere dejar claro que los pechos de la mujer no están incluídos en “lo que sea aparente” de su cuerpo y no deberían, por tanto, mostrarse”.
Según el comentarista clásico Rasi, la exhortación –también en el versículo coránico anterior, el cual va dirigido de igual modo y expresamente a los hombres a “contener su mirada y guardar sus partes privadas”, se puede entender tanto en el sentido literal de “ser modesto en el vestir”, como en el sentido metonímico de “contener los impulsos sexuales”, restringiéndolos a lo que es lícito, o sea, la relación matrimonial:
“Y los que guardan castidad, excepto con sus cónyuges”2.
Así mismo, el “bajar la mirada” se refiere tanto a la modestia física como a la emocional; y también se dirige el Corán con esta frase a los hombres y a las mujeres.
Entre los extensos y valiosos comentarios que se encuentran en la obra de Asad 3 explica:
“La interpretación que hacen varios de los primeros juristas islámicos, y en particular Al-Qiffal (citado por Rasi), de la frase il·la ma dahara minha, en el sentido de “lo que un ser humano puede mostrar en público según la costumbre dominante”. Aunque los expositores tradicionales se han inclinado durante siglos a restringir la definición de “lo que ellos sea aparente (con decencia)” al rostro de la mujer, sus manos y pies –y algunas veces aún menos- podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el significado de il·la ma dahara minha es mucho más amplio, y que la imprecisión deliberada de esta frase pretende tomar en consideración aquellos cambios ligados al paso del tiempo, que son necesarios para el desarrollo moral y social del ser humano. La frase central de la susodicha orden es la exigencia, dirigida en idénticos términos a hombres y mujeres, de que “bajen su mirada y guarden su castidad”, y esto determina el grado de lo que en un momento dado, puede considerarse legítimo, en consonancia con los principios coránicos de moralidad social como “decente” o “indecente” en el aspecto externo de una persona”.
Con esto no negamos el hecho de que las musulmanas de la época del profeta no cubrieran sus cabellos. De hecho, sólo deberían mostrar su cara, manos y pies (y quizá incluso los tobillos puesto que se consideraba un signo de arrogancia llevar prendas que se arrastraran por el suelo), además de que resultaría más limpio también posibilitaría más movilidad y comodidad. En el contexto social de la época del profeta Muhammad, las musulmanas con la cabeza cubierta, no eran confundidas con esclavas, las cuales sufrían fácilmente acoso sexual e incluso violación. Todos los motivos expuestos hasta el momento parecen más sociales e identitarios que otra cosa. Sin embargo, el velo coincide con los versículos bíblicos que recuerdan bellas razones espirituales para que las cristianas se cubran la cabeza para orar: por respeto a los ángeles. Y muchas mujeres judías cubren su cabeza, sustituyendo algunas el tradicional pañuelo por una peluca.
En árabe, hîÿâb significa “velo” y “amuleto”. Lo que tienen en común uno y otro es, básicamente, que ambos son cosas que se usan para protegerse. Se da hoy en día una significación ideológica a lo que sería más bien, una peculiaridad cultural. No se trata del burka o de las prendas que impiden ver el rostro de la mujer, sino del velo tradicional que cubre la cabeza de las musulmanas de formas diversas en el Magreb, Egipto, Jordania, Indonesia, Tanzania o Bosnia-Herzegovina. Nunca hay que confundir el símbolo con el signo en los temas religiosos o espirituales, Pero en este tema, la equivocación fue más grave… Ninguna musulmana del mundo interpretó este símbolo como signo de la opresión masculina hasta la entrada de la propaganda islamófoba y belicista de la postcolonización y hasta hoy. El hîÿâb nunca debaría ser una imposición de la sociedad patriarcal… No una obligación, sino un derecho de la mujer musulmana.
También se usa el término hiÿab en el Corán, cuando se le habla a la gente refiriéndose a cuál a de ser su trato con las esposas del profeta (evidentemente, distinto al de las otras mujeres):
“Si tenéis que pedirles algo que necesitáis, hacedlo tras un hiÿab; esto contribuirá a la limpieza de vuestros corazones y de los suyos”4.
En este sentido, y según continúa el versículo, incluso se consideraría una atrocidad que se volvieran a casar con las viudas de Muhammad. Esto, es una particularidad más en la naturaleza de estas mujeres que en nada se asemejan a las otras mujeres: se dice también en ese sentido y con la intención clara de no establecer comparaciones de ningún tipo, que ellas tienen recompensa doble y castigo doble por lo que hicieren en bien o en daño. Muhammad Asad comenta que el término hiÿab denota cualquier cosa que se interpone entre otras dos, o que oculta, cubre o protege a una de la otra: según el contexto puede traducirse por “barrera”, “obstáculo”, “tabique”, “mampara”, “cortina”, “velo”, etc. Tanto en el sentido concreto de estas palabras como en el abstracto. La prohibición de acceder a las esposas de Muhammad salvo “detrás de una cortina” puede ser tomada literalmente –como hacían la mayoría de los Compañeros del Profeta- o metafóricamente indicando así la excepcionalidad de reverencia debida a estas mujeres, llamadas “madres de los creyentes”.
No existen normas en la cosmovisión del islam que defiendan las desigualdades entre hombres y mujeres. Cuando se utiliza el Corán u otros textos para hacerlo es porque la lectura y la exegesis predominante siempre ha sido masculina. Y es desde esta perspectiva que los obstáculos y los prejuicios hacia las mujeres han estado siempre presentes, aunque haya precedentes y principios originarios fundamentales que apoyen la reivindicación de un islam igualitario, en el que las mujeres sean las auténticas beneficiarias. Pero se debe decir también que esta realidad no es ningún consuelo ni consigue resignarnos frente a la usurpación de derechos de las mujeres en la mayoría de las sociedades islámicas y hay que denunciarlo. Sin embargo, esto no significa que haya que caer en los tópicos de siempre y el caso del velo es un ejemplo.
El velo tiene muchos significados esotéricos y exotéricos, y no es sólo un trozo de tela que cubre la cabeza. Tampoco es un pilar del islam, en el sentido que no forma parte de las obligaciones de la práctica. Aunque no sea obvio para todo el mundo, el hecho de que muchas musulmanas se distingan con un velo – ahora también con la bandanna5”– no debería ser en ningún país democrático y en el que se respete la Declaración de los Derechos Humanos, motivo de juicio ni posicionamiento crítico contra su persona o su decisión. Como muy bien han denunciado muchas mujeres por todo el planeta, todas las mujeres deberían hoy reflexionar sobre su supuesta “libertad” y sobre su propia independencia, antes de permitirse ninguna precipitación a la hora de opinar y juzgar a las mujeres con hiÿab. De hecho, incluso son las propias mujeres las que caen demasiado a menudo en el estereotipo, al creer que las musulmanas llevan el velo sin ningún motivo razonable o en contra de sus deseos sistemáticamente. Las explicaciones sobre esta realidad son numerosas, pero un criterio unánime de la mayoría de las musulmanas es que hay que defenderse del trato a la mujer como mercancía para consumo y explotación. El velo se utiliza frecuentemente como símbolo de protección contra esta tiranía. Pero este criterio padece hoy, en el mundo global diversas contradicciones.
Existe el peligro de posicionarse en la cuestión del velo de forma beligerante. Es ya un problema el hecho de tener que discutir sobre “el bien o el mal” de una pieza de vestir femenina y del sentido que tiene para la mujer. Así ponemos en juego diferentes valores éticos, simbólicos, políticos, históricos y sociales, desde visiones subjetivas enfrentadas. Desde dentro del islam, una de las primeras polémicas surge de la diversidad de opiniones sobre si es o no obligatoria esta vestimenta para las musulmanas. Hay interpretaciones distintas sobre ello. Desafortunadamente, llevar hiÿab no siempre es un ejercicio de libertad. Pero hay que reconocer que existen muchas razones de peso para llevar el también llamado “foulard” o pañuelo. Hay que entender que no significa lo mismo para cada persona y que tiene implicaciones psicológicas y emocionales notables. Pero, a pesar de que la interpretación sobre el sentido del velo puede tener (por supuesto) motivos muy machistas y de subordinación de la mujer, no se puede negar que existe también un cierto espíritu “feminista” y contestatario en algunas de sus muchas defensoras.
Existen grandes contradicciones en el uso, derecho, o moda de la vestimenta y siempre es ella (la mujer) la que sufre el abuso del juicio de los demás sobre su imagen. Uno de los argumentos sobre los beneficios del velo sería conseguir el “respeto” de unos violadores potenciales. Este es un motivo evidente para llevar tal distintivo, pero en cambio, hoy en día, esta supuesta “protección” en según qué contexto, se convierte en un reclamo visual para el insulto y la humillación. El pudor y la discreción que busca y pretende la mujer musulmana, para ser tratada como una persona y no como un cuerpo, consigue demasiadas veces el desprecio y la burla de la gente. No todas las musulmanas que desean llevar el hiÿab se atreven a ello. Son muchos los momentos duros de la vida cotidiana que hacen de esta opción algo “demasiado público” y que incluso provoca reacciones violentas, lo cual es el resultado contrario al objetivo original. La recomendación coránica –para hombres y mujeres– sobre una actitud de prudencia y respeto, que se refleja en la frase: “bajad las miradas”, tampoco se logra actualmente en el contexto hostil de muchas sociedades críticas con el uso del hiÿab. La musulmana no quiere ser considerada como un objecto sexual, no quiere sentir la agresividad de unos ojos indiscretos sobre su persona. Pero, la intención de liberarse del acoso masculino que existe en la voluntad de llevar el velo, demasiadas veces se convierte en un muro que impide la comunicación pacífica entre la mujer y los otros.
El posicionamiento beligerante del gobierno de Francia u otros en esta cuestión provoca un enfrentamiento innecesario, donde las perjudicadas directas son las mujeres musulmanas, marginadas y humilladas por este motivo, social y culturalmente. Prohibir la entrada a la escuela o universidad y a no tener acceso al terreno laboral en la mayoría de los puestos de trabajo –porque la mujer lleve velo- reduce irremediablemente su espacio al ámbito doméstico. La dura presión gala en este asunto ha generado un movimiento de mujeres que reivindica la libertad de llevar el velo, constituido con diversos colectivos feministas y de mujeres con y sin velo, musulmanas o no. Un ejemplo de solidaridad entre mujeres que se necesita, al margen de las distintas interpretaciones que podamos dar a lo que quiere decir exactamente el hecho de llevar el hiÿab.
El derecho de esta libertad individual de cada mujer ha de ser siempre respetado. No se puede convertir en “delito” por el hecho de que en uno u otro contexto, el gobierno, las autoridades, el padre, el marido, el imam o el director de la escuela, decidan que prefieren que la imagen de esta mujer sea otra. Han surgido feministas de reconocido prestigio internacional, que se oponen vigorosamente a la discriminación que sufren muchas mujeres musulmanas por el uso del velo en la sociedad francesa, denunciando la política xenófoba que se aplica también a nivel social, como por ejemplo Crhistine Delphy6. Desde allí, emerge actualmente un profundo y brillante discurso, que denuncia “un tipo de feminismo etnocentrista, anclado en su pasado glorioso y aliado hoy al poder, que ha perdido su fuerza revolucionaria y no se solidariza con las mujeres musulmanas sino que incluso contribuye a su opresión”7.
La politóloga de la ULB, Corine Torrekens estima que si el asunto ha tomado grandes proporciones es que ha tocado alguna cosa sensible. Algo vinculado a “la hipersensibilidad de la sociedad sobre los elementos de visibilidad del Islam”. Una estudiante belga (Hagar) ha osado llevar su pleito con un juez que la acusaba de faltarle al respeto, basándose en el artículo 759 del código judicial por el hecho de insistir en seguir llevando hiÿab, a la Corte Europea de Justicia, en nombre de “el respeto de igualdad de los ciudadanos ante la ley y a la imparcialidad de las Cortes y los Tribunales”. En el diario Soir, Hugues Dorzée añadía:
“Este episodio nos recuerda que los ajusticiados no son todos iguales ante los tribunales. En un estado de derecho, el “respeto” no es un valor de geometría variable. Lo que se acepta de una hermana católica o de un pastor, debe aceptarse de una musulmana. Velo, kippa o turbante, sin importar la vestimenta, es el derecho lo que prevalece”.
Ahora mismo, la libertad de llevar velo o no de una mujer aparece más como una cuestión política que espiritual. Influye demasiado el efecto que produce en el entorno. Internamente, la mujer se ve realmente afectada por su imagen y la carga de responsabilidad que implica su opción. No hay ninguna otra cuestión ni polémica en lo referente al vestir de las mujeres, en que la gente se posicione hasta a nivel público, político y social, que no sea el “look” de las musulmanas.
Nos encontramos ante una grave contradicción sobre los condicionamientos y las razones del velo. En diversos países laicos, las musulmanas que libremente han escogido el uso del hiÿab como “expresión corporal” son censuradas con más o menos intensidad, indiferentemente de que la población islámica sea mayoría o minoría. En países o entornos donde la costumbre es el velo, las mujeres que no quieren llevarlo sufren a menudo diversos tipos de presión por este motivo. En otros, se debaten entre prejuicios, defensa de valores o derechos y es difícil establecer un criterio de respeto ante la opción libre de las personas afectadas. Los gobiernos toman partido y se les insta a tomar decisiones al respecto. La mujer musulmana en demasiadas ocasiones no es tanto la que decide, sino que muy al contrario su respuesta es más una reacción ante las sugerencias, modas, consejos, amenazas, órdenes, leyes, edictos (como el de Felipe II en el 1526, que prohibía entonces, en la época inquisitorial la “vestimenta mora”). Hay una fuerte dependencia y condicionamiento, según la propaganda, los medios de comunicación, vecinos, amistades, familia, compañeros. Los convencionalismos sociales en este tema se imponen en gran medida a la elección individual y los prejuicios, estereotipos e intereses políticos o ideológicos priman por regla general, en contra de cualquier lógica razonable o de la motivación espiritual.
Está claro que el posicionamiento respecto al velo no siempre se corresponde directamente con un estado de espíritu (ánimo) a nivel personal. La “discreción” que se exige a las mujeres musulmanas en la demostración de su identidad se contradice con la escandalosa y exagerada instrumentalización de su imagen en los medios de comunicación. Quien busca un reconocimiento de su condición de mujer musulmana, se hace visualizar con el velo. Cuanto más rechazo hay o más intentos occidentalizantes de asimilación de la cultura musulmana, más se reafirman los esfuerzos para mantener los signos identitarios o de pertenencia. Es una actitud, que no depende de que la mujer sea sumisa o no, como cabría suponer desde los enfoques más simplistas. Visibilizar la presencia islámica con uno de sus símbolos más evidentes y polémicos, tampoco representa en muchos casos un signo de sumisión, sino que supone una respuesta de rebeldía o de resistencia a dicha asimilación.
Por otra parte, este gesto se puede considerar, desde un punto de vista objetivo, absolutamente legítimo según los derechos humanos fundamentales. Y cuanto más se ataca el islam, más mujeres se ponen el velo para defender esa opción. Pero el velo se ha convertido en un arma arrojadiza, utilizada incluso como mensaje propagandístico para bombardear países (como en el caso evidente de Afganistán con la excusa de liberar a las mujeres afganas), sin que finalmente se haya demostrado que ésta fuera la auténtica razón y sin que la condición de estas mujeres hubiera mejorado con esas medidas…
Seguir haciendo divisiones entre mujeres según posicionamientos arbritarios, y presionar para medir la fuerza de sus convicciones nunca será una forma de liberación. Las mujeres habrán de conseguir una real solidaridad entre ellas. Una complicidad que demuestre el respeto que se procesan, así como que la libertad individual no atropelle la libertad a nivel colectivo. Cuando entre las mujeres existe un auténtico acuerdo mutuo, toda la sociedad global se fortalece y se siente capaz de llevar hacia delante las decisiones que son para el bien común.
Notas
1. Sura 24:31.
2. Corán, 23:5-6.
3. Muhammad Asad, “El Mensaje del Qur’an”. CDPI (Centro de Documentación y Publicaciones Islámicas). Córdoba 2000. Trad. Abdurrasak Pérez.
4. Corán, 33:53.
5. Bandanna es el nombre que recibe la forma de llevar la cabeza cubierta con un velo que hace un recogido del pelo por detrás emvolviendo el moño. Se trata de una forma diferente de uso del hiÿab que se ha autorizado en algunos lugares de Francia donde se prohibe el velo que cubre los hombros.
6. Investigadora y socióloga en el CNRS. Co-fundadora junto con Simone de Beauvoir de la revista Questions féministes en 1977 que pasó a llamarse en 1981 Nouvelles questions féministes, de la cual sigue siendo redactora.
7. Karine Gantin, feminista y activista francesa. Conferencia en Barcelona (septiembre 2008), y Rabat (octubre 2008), como invitada especial del Grupo internacional GIERFI, perteneciente a la asociación de mujeres musulmanas Desenvolupament feminisme islàmic con sede en España.
Autora: Yaratullah Monturiol, secretaria general del Groupe International d'Étude et de Réflexion sur la femme en Islam (GIERFI).
Capítulo del libro 'Islam y derechos humanos' (CDPI de Junta Islámica, 2010).
Fuente: Webislam
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ANSELMO DE TURMEDA
Sabed que soy oriundo de la ciudad de Mallorca. Es una ciudad grande junto al mar, entre dos montañas; la atraviesa un pequeño arroyo. Es una ciudad comercial que posee dos atracaderos muy buenos donde fondean los grandes barcos para tráficos comerciales importantes. La ciudad está en una isla que tiene el mismo nombre de la ciudad, Mallorca. Sus bosques se componen sobre todo de olivos e higueras. Cada año exporta más de 20.000 barriles de aceite de su producción de aceituna a tierras de El Cairo y Alejandría. En la mencionada isla de Mallorca hay más de 120 ciudades amuralladas, muy prósperas, y muchas fuentes que cruzan su superficie y desembocan en el mar.
En esta ciudad hay muchas frutas. He visto allí a los aldeanos que cortaban melocotones en cuatro partes y los hacían secar al sol. También ponen a secar del mismo modo los pepinos y las nueces. Cuando en invierno quieren comerlos, los ponen en el agua a remojo, por la noche, y lo cuecen como si fuera fruta fresca del tiempo. En esta ciudad se reúnen los estudiantes cristianos y llegan a 1.500. Sólo dependen del sacerdote con el que estudian. La mejor cosecha de aquellas tierras es la del azafrán.
Allí aprendí las ciencias Naturalium y la astrología durante seis años. Después me fui a la ciudad de Bolonia, en tierras de Lombardía. Es una ciudad muy grande. Sus edificios son de excelente ladrillo rojo, porque no tienen canteras de piedra. Cada uno de los maestros albañiles que hacen los ladrillos tiene un sello particular para señalarlos; un amín mukaddim que les controla la calidad, tanto de la arcilla de los ladrillos como de su cocción. Si se raja o se rompe alguno, pone una multa al que lo hizo, de acuerdo con su valor, y le hace apalear.
Estudié con este sacerdote los principios de la religión cristiana y sus Sentencias. Siempre estuve junto a él, a sus órdenes, siempre de acuerdo con él, hasta el punto que me admitió entre los más íntimos de sus amigos. Seguí sirviéndole así y llegó a tal punto nuestra familiaridad que hasta me entregó las llaves de su domicilio y de la despensa de sus víveres, comidas y bebidas. Todo estaba en mis manos, con una sola excepción: la llave de un cuarto pequeño en el fondo de su habitación, donde solamente entraba él. Supongo que era el cuarto de los tesoros que le regalaban. Allah lo sabe. Estuve con él, en la forma dicha, aprendiendo y sirviéndole durante diez años.
Entonces le ocurrió que cierto día cayó enfermo y no vino a una reunión de sus colegas. Los de la reunión le esperaron y empezaron a tratar diversos temas de estudio hasta que llegaron al texto sobre la palabra de Allah - ¡qué poderoso y que grande que es! - por boca de su profeta Isa (Jesús) - sobre él sea la paz - «que vendrá después de mi un profeta llamado el Paráclito». Intentaban determinar cuál de los profetas era éste. Cada uno dijo por orden lo que sabía y opinaba, y se originó una gran discusión entre ellos sobre este punto. Después se separaron sin llegar a un resultado definitivo del problema. Yo volví a la casa del viejo director de la dicha clase.
El me preguntó:
- ¿Qué tema estuvisteis tratando en mi ausencia?
Yo le puse al corriente de la divergencia de opiniones que se habían originado alrededor del nombre del Paráclito, y que fulano lo solucionó así y así, y fulano de tal y tal forma. Reconstruí así para él todas las respuestas.
- ¿Y tú cómo lo solucionaste?
- Yo contesté según las respuestas del doctor fulano en su comentario del Evangelio
- ¡Oh Señor mío! Sabes que he viajado hasta ti desde un país lejano y ya llevo diez años a tu servicio. En este tiempo adquirí de ti muchísimos conocimientos, que no se pueden enumerar. Pero colmarías todos estos beneficios tuyos revelándome el conocimiento de este nombre ilustre.
El viejo se puso a llorar y me dijo:
- Oh hijo mío! Te quiero muchísimo por los servicios que me has prestado y por tu entrega para conmigo. Ciertamente el conocimiento de este nombre ilustre es muy útil, pero temo por ti. Si esto es divulgado por ti, el pueblo cristiano te matará al instante.
-¡Oh Señor mío! Por Dios Altísimoy por la verdad del Evangelio y de quien lo trajo, no revelaré nada de lo que me digas, a no ser con tu expreso permiso.
-Hijo mío, yo te pregunté, la primera vez que nos encontramos, acerca de tu país, si estaba cerca de los musulmanes y si os combatían o les combatíais, para saber los sentimientos tuyos hacia el Islam. Has de saber, hijo mío, que el Paráclito es uno de los nombres del Profeta de ellos, Muhammad - Allah le bendiga y le guarde -, a quien fue revelado el cuarto Libro, y su comunidad es la comunidad inmaculada que menciona el Evangelio.
-Señor mío, ¿qué dices entonces de esta religión, es decir de la religión de los cristianos?
-Hijo mío, si los cristianos hubieran seguido firmes en la religión primitiva de Isa (Jesús), ciertamente estarían en la religión de Allah, porque la religión de Isa y de todos los Profetas - sobre todos ellos la paz - es la religión de Allah.
-Señor mío, ¿qué hay que hacer entonces?
-Hijo mío, entrar en la religión del Islam.
-¿Pueden ellos salvar a los que entran en él?
-Sí, le salvan en esta vida y en la otra.
-Señor mío, generalmente todo hombre cuerdo no escoge para sí más que lo mejor de lo que conoce. Si tú has reconocido la dignidad incomparable de la religión del Islam, ¿qué te impide dar el paso?
-Hijo mío, Allah - ensalzado sea - me enseñó la verdad de lo que te he dicho sobre la religión del Islam y la grandeza de su Profeta - la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él - cuando ya tenía muchos años de edad y mi cuerpo estaba ya muy débil. Si Allah me hubiera dirigido a esto cuando tenía tu edad, lo habría dejado todo sin dudar. Pero ya ves que tengo entre los cristianos toda clase de honores, dignidades, bienestar en la presente vida y riquezas en bienes de este mundo. Si se viera algo de mi inclinación hacia el Islam, el pueblo me mataría inmediatamente. Y si lograra quizás escaparme de ellos y ponerme a salvo entre los musulmanes, les diría «Vine a vosotros para hacerme musulmán» y ellos me contestarían «Sacaste provecho para ti mismo entrando en la verdadera religión, pero con esto no nos haces ningún favor a nosotros. Has salvado así tu alma del castigo de Allah - ensalzado sea-». Me quedaría, pues, entre ellos como un anciano miserable, con más de 90 años, sin saber su lengua y sin que ellos pudieran tampoco comprenderme. Sólo me quedaría allí para morirme de hambre. Así es que - alabado sea Allah - me quedo en la religión de Isa y en lo que ha revelado. Allah sabe esto de mí.
-Señor mío, ¿me aconsejas, pues, que me vaya a tierra de musulmanes y que entre en su religión?
-Ciertamente habrás acertado buscando tu salvación. Date prisa y obtendrás este mundo y el otro. Pero hijo mío, por ahora que nadie se entere de este asunto fuera de nosotros dos. Escóndelo con todo empeño. Si revelas algo de esto, el pueblo obtendrá tu muerte y yo no podré hacer nada por ti. De nada te servirá que me atribuyas la idea a mí. Yo lo negaré y mi palabra valdrá contra ti, mientras que tu palabra no valdrá nada contra mí. Yo seré inocente de tu sangre y nadie pensará que he opinado nada de esto.
-Señor mío, Dios me libre de que ni siquiera piense en ello.
Le prometí lo que quiso, de forma que quedara satisfecho. Después tomé provisiones de viaje y me fui a despedir de él. Al marcharme me dio su bendición y me entregó una ayuda para el viaje de 50 dinares de oro. Me embarqué dirigiéndome hacia mi tierra, la Ciudad de Mallorca, y me estuve en ella seis meses. Después partí para la isla de Sicilia y me quedé allí cinco meses. Yo iba buscando un barco que fuera a tierras musulmanas. Llegó entonces un barco que iba a la ciudad de Túnez. En él hice el viaje desde Sicilia; nos hicimos a la vela cerca de la puesta de sol y llegamos a la Marsa de Túnez cerca del mediodía.
Cuando desembarqué de la nave, algunos que estaban en las tropas cristianas y habían oído hablar de mí vinieron con monturas y me llevaron consigo a sus casas. Les acompañaron algunos comerciantes que vivían también en Túnez. Fui su huésped, honrado y bien tratado, durante cuatro meses. Después de esto les pregunté si había en la casa alguien que supiera bien la lengua de los cristianos. Era sultán en aquel tiempo nuestro soberano Abu al-Abbas Ahmad - Allah tenga misericordia de él. Los cristianos me dijeron que había en el palacio del mencionado sultán un hombre, que era uno de los más altos dignatarios de su servidumbre, llamado Yusuf el Médico. Era médico del sultán y uno de sus íntimos. Me alegré muchísimo al saber todo esto.
Pregunté entonces por la casa de aquel hombre, el médico, me hice conducir a él, me presenté y le conté mi situación y la razón de mi presencia que era mi deseo de entrar en el Islam. El médico se puso contentísimo y se alegró muchísimo de tener que tomar parte en el desenlace de este asunto. Después montó su caballo y me llevó con él al palacio del sultán. Entró en su presencia y le contó mi historia. Le pidió una audiencia para mí, audiencia que me fue concedida. Me presenté, pues, en su presencia y el sultán me preguntó primero por mi edad. Le dije que tenía 35 años. Después me hizo varias preguntas sobre las ciencias que había estudiado. Se lo expliqué también.
Me dijo entonces:
-Has venido enhorabuena ya que has viajado abandonando tu tierra por la nuestra. Ahora hazte musulmán, bajo la bendición de Allah.
Dije entonces al traductor, Yusuf Al-Tabib (el médico):
-Di a nuestro soberano el sultán que nadie sale de su religión sin que los suyos alcen la voz contra él y le calumnien. Suplico, pues, de vuestra benevolencia que enviéis a por los soldados y comerciantes cristianos más dignos que hay aquí, les preguntéis por mí y escuchéis entonces el concepto que de mí tienen. Después de esto me haré musulmán, si Allah quiere.
El sultán me contestó, por medio del traductor:
-Me has pedido lo mismo que pidió `Abdallah bin Salam al Profeta - la paz y las bendiciones de Allah sean con él -, cuando quiso hacerse musulmán.
Envió entonces a por los soldados cristianos y a por algunos comerciantes, y me hizo entrar en una estancia cercana al salón de recepciones. Cuando entraron los cristianos, les preguntó:
-¿Qué me decís de este nuevo sacerdote que llegó en tal barco?
-Señor, éste es un gran sabio de nuestra religión. Nuestros doctores llegan a decir que no han visto una autoridad más alta en ciencia y en religión en toda la cristiandad.
-¿Y qué diríais si se hiciese musulmán?
-¡Dios nos libre de eso! No lo hará nunca!
Cuando el sultán hubo oído lo que opinaban los cristianos, me envió a buscar. Yo me presenté ante él e hice la profesión de la fe verdadera en presencia de los cristianos. Estos hacían la señal de la cruz en el rostro y decían: «Lo que le ha llevado a esto es el deseo de casarse, porque el sacerdote entre nosotros no se casa.» Salieron aflijidos y tristes.
El sultán - Dios tenga misericordia de él- me asigno cuatro dinares diarios de la casa de la riqueza y me casó con la hija del Hayy Muhammad al-Saffar. Cuando la llevé a mi casa, el día de la boda, me dio 100 dinares de oro y un vestido nuevo magnífico. Nos unimos y tuve un hijo de ella. Le llamé Muhammad, por la bendición que lleva consigo el nombre de nuestro Profeta -la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él.
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Mi padre pertenecía a la gente importante de la capital de Mallorca y no tenía más hijos que yo. Cuando tuve seis años, me envió a un profesor, que era sacerdote. Aprendí de él el Evangelio hasta saber de memoria más de la mitad en dos años. Luego, durante dos años más, me puse a estudiar las lenguas del Evangelio y la Lógica. Después, me fui de mi país a la ciudad de Lérida, en tierras de Cataluña. Es una ciudad de estudios entre los cristianos de esta región y tiene un gran río que la atraviesa. Allí vi pepitas de oro mezcladas con la arena, pero es cosa sabida entre la gente de este país que los gastos de la explotación no se ven compensados por el valor de lo que se obtiene. Por eso lo han abandonado.
En esta ciudad hay muchas frutas. He visto allí a los aldeanos que cortaban melocotones en cuatro partes y los hacían secar al sol. También ponen a secar del mismo modo los pepinos y las nueces. Cuando en invierno quieren comerlos, los ponen en el agua a remojo, por la noche, y lo cuecen como si fuera fruta fresca del tiempo. En esta ciudad se reúnen los estudiantes cristianos y llegan a 1.500. Sólo dependen del sacerdote con el que estudian. La mejor cosecha de aquellas tierras es la del azafrán.
Allí aprendí las ciencias Naturalium y la astrología durante seis años. Después me fui a la ciudad de Bolonia, en tierras de Lombardía. Es una ciudad muy grande. Sus edificios son de excelente ladrillo rojo, porque no tienen canteras de piedra. Cada uno de los maestros albañiles que hacen los ladrillos tiene un sello particular para señalarlos; un amín mukaddim que les controla la calidad, tanto de la arcilla de los ladrillos como de su cocción. Si se raja o se rompe alguno, pone una multa al que lo hizo, de acuerdo con su valor, y le hace apalear.
Esta ciudad es una ciudad de estudios para la gente de aquel país y se reúnen en ella cada año como estudiantes más de mil personas de todas partes. Todos visten el manto que es el hábito de Dios. Aunque haya entre ellos un sultán o hijo de sultán, viste únicamente este hábito para que se distingan los estudiantes de los que no lo son. No dependen más que del sacerdote con el que aprenden.
Allí viví en la iglesia de un sacerdote de mucha edad y gran autoridad entre ellos, llamado Nicolau Fratello. Su dignidad era muy elevada entre ellos a causa de su ciencia, de su piedad y de su vida austera. Por ello no tenía par en su tiempo en toda la cristiandad. Toda clase de personas eminentes, incluso reyes y otros, le consultaban sobre temas religiosos. Las consultas iban acompañadas de pingües regalos; siempre lo mejor en su género. Todos deseaban obtener su bendición y que aceptara sus regalos, con lo que quedaban muy honrados.
Estudié con este sacerdote los principios de la religión cristiana y sus Sentencias. Siempre estuve junto a él, a sus órdenes, siempre de acuerdo con él, hasta el punto que me admitió entre los más íntimos de sus amigos. Seguí sirviéndole así y llegó a tal punto nuestra familiaridad que hasta me entregó las llaves de su domicilio y de la despensa de sus víveres, comidas y bebidas. Todo estaba en mis manos, con una sola excepción: la llave de un cuarto pequeño en el fondo de su habitación, donde solamente entraba él. Supongo que era el cuarto de los tesoros que le regalaban. Allah lo sabe. Estuve con él, en la forma dicha, aprendiendo y sirviéndole durante diez años.
Entonces le ocurrió que cierto día cayó enfermo y no vino a una reunión de sus colegas. Los de la reunión le esperaron y empezaron a tratar diversos temas de estudio hasta que llegaron al texto sobre la palabra de Allah - ¡qué poderoso y que grande que es! - por boca de su profeta Isa (Jesús) - sobre él sea la paz - «que vendrá después de mi un profeta llamado el Paráclito». Intentaban determinar cuál de los profetas era éste. Cada uno dijo por orden lo que sabía y opinaba, y se originó una gran discusión entre ellos sobre este punto. Después se separaron sin llegar a un resultado definitivo del problema. Yo volví a la casa del viejo director de la dicha clase.
El me preguntó:
- ¿Qué tema estuvisteis tratando en mi ausencia?
Yo le puse al corriente de la divergencia de opiniones que se habían originado alrededor del nombre del Paráclito, y que fulano lo solucionó así y así, y fulano de tal y tal forma. Reconstruí así para él todas las respuestas.
- ¿Y tú cómo lo solucionaste?
- Yo contesté según las respuestas del doctor fulano en su comentario del Evangelio
.
- ¡Qué lejos y qué cerca estuviste! Fulano se equivocó. Y el otro acertó en algo que se acerca más. Pero la verdad es muy distinta de todo esto, porque la exégesis de este nombre ilustre no lo sabe más que Dios y el que tiene una instrucción muy sólida. Vosotros no habéis alcanzado aún mucha ciencia.
- ¡Qué lejos y qué cerca estuviste! Fulano se equivocó. Y el otro acertó en algo que se acerca más. Pero la verdad es muy distinta de todo esto, porque la exégesis de este nombre ilustre no lo sabe más que Dios y el que tiene una instrucción muy sólida. Vosotros no habéis alcanzado aún mucha ciencia.
Yo me eché a sus pies, los besé y le dije:
- ¡Oh Señor mío! Sabes que he viajado hasta ti desde un país lejano y ya llevo diez años a tu servicio. En este tiempo adquirí de ti muchísimos conocimientos, que no se pueden enumerar. Pero colmarías todos estos beneficios tuyos revelándome el conocimiento de este nombre ilustre.
El viejo se puso a llorar y me dijo:
- Oh hijo mío! Te quiero muchísimo por los servicios que me has prestado y por tu entrega para conmigo. Ciertamente el conocimiento de este nombre ilustre es muy útil, pero temo por ti. Si esto es divulgado por ti, el pueblo cristiano te matará al instante.
-¡Oh Señor mío! Por Dios Altísimoy por la verdad del Evangelio y de quien lo trajo, no revelaré nada de lo que me digas, a no ser con tu expreso permiso.
-Hijo mío, yo te pregunté, la primera vez que nos encontramos, acerca de tu país, si estaba cerca de los musulmanes y si os combatían o les combatíais, para saber los sentimientos tuyos hacia el Islam. Has de saber, hijo mío, que el Paráclito es uno de los nombres del Profeta de ellos, Muhammad - Allah le bendiga y le guarde -, a quien fue revelado el cuarto Libro, y su comunidad es la comunidad inmaculada que menciona el Evangelio.
-Señor mío, ¿qué dices entonces de esta religión, es decir de la religión de los cristianos?
-Hijo mío, si los cristianos hubieran seguido firmes en la religión primitiva de Isa (Jesús), ciertamente estarían en la religión de Allah, porque la religión de Isa y de todos los Profetas - sobre todos ellos la paz - es la religión de Allah.
-Señor mío, ¿qué hay que hacer entonces?
-Hijo mío, entrar en la religión del Islam.
-¿Pueden ellos salvar a los que entran en él?
-Sí, le salvan en esta vida y en la otra.
-Señor mío, generalmente todo hombre cuerdo no escoge para sí más que lo mejor de lo que conoce. Si tú has reconocido la dignidad incomparable de la religión del Islam, ¿qué te impide dar el paso?
-Hijo mío, Allah - ensalzado sea - me enseñó la verdad de lo que te he dicho sobre la religión del Islam y la grandeza de su Profeta - la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él - cuando ya tenía muchos años de edad y mi cuerpo estaba ya muy débil. Si Allah me hubiera dirigido a esto cuando tenía tu edad, lo habría dejado todo sin dudar. Pero ya ves que tengo entre los cristianos toda clase de honores, dignidades, bienestar en la presente vida y riquezas en bienes de este mundo. Si se viera algo de mi inclinación hacia el Islam, el pueblo me mataría inmediatamente. Y si lograra quizás escaparme de ellos y ponerme a salvo entre los musulmanes, les diría «Vine a vosotros para hacerme musulmán» y ellos me contestarían «Sacaste provecho para ti mismo entrando en la verdadera religión, pero con esto no nos haces ningún favor a nosotros. Has salvado así tu alma del castigo de Allah - ensalzado sea-». Me quedaría, pues, entre ellos como un anciano miserable, con más de 90 años, sin saber su lengua y sin que ellos pudieran tampoco comprenderme. Sólo me quedaría allí para morirme de hambre. Así es que - alabado sea Allah - me quedo en la religión de Isa y en lo que ha revelado. Allah sabe esto de mí.
-Señor mío, ¿me aconsejas, pues, que me vaya a tierra de musulmanes y que entre en su religión?
-Ciertamente habrás acertado buscando tu salvación. Date prisa y obtendrás este mundo y el otro. Pero hijo mío, por ahora que nadie se entere de este asunto fuera de nosotros dos. Escóndelo con todo empeño. Si revelas algo de esto, el pueblo obtendrá tu muerte y yo no podré hacer nada por ti. De nada te servirá que me atribuyas la idea a mí. Yo lo negaré y mi palabra valdrá contra ti, mientras que tu palabra no valdrá nada contra mí. Yo seré inocente de tu sangre y nadie pensará que he opinado nada de esto.
-Señor mío, Dios me libre de que ni siquiera piense en ello.
Le prometí lo que quiso, de forma que quedara satisfecho. Después tomé provisiones de viaje y me fui a despedir de él. Al marcharme me dio su bendición y me entregó una ayuda para el viaje de 50 dinares de oro. Me embarqué dirigiéndome hacia mi tierra, la Ciudad de Mallorca, y me estuve en ella seis meses. Después partí para la isla de Sicilia y me quedé allí cinco meses. Yo iba buscando un barco que fuera a tierras musulmanas. Llegó entonces un barco que iba a la ciudad de Túnez. En él hice el viaje desde Sicilia; nos hicimos a la vela cerca de la puesta de sol y llegamos a la Marsa de Túnez cerca del mediodía.
Cuando desembarqué de la nave, algunos que estaban en las tropas cristianas y habían oído hablar de mí vinieron con monturas y me llevaron consigo a sus casas. Les acompañaron algunos comerciantes que vivían también en Túnez. Fui su huésped, honrado y bien tratado, durante cuatro meses. Después de esto les pregunté si había en la casa alguien que supiera bien la lengua de los cristianos. Era sultán en aquel tiempo nuestro soberano Abu al-Abbas Ahmad - Allah tenga misericordia de él. Los cristianos me dijeron que había en el palacio del mencionado sultán un hombre, que era uno de los más altos dignatarios de su servidumbre, llamado Yusuf el Médico. Era médico del sultán y uno de sus íntimos. Me alegré muchísimo al saber todo esto.
Pregunté entonces por la casa de aquel hombre, el médico, me hice conducir a él, me presenté y le conté mi situación y la razón de mi presencia que era mi deseo de entrar en el Islam. El médico se puso contentísimo y se alegró muchísimo de tener que tomar parte en el desenlace de este asunto. Después montó su caballo y me llevó con él al palacio del sultán. Entró en su presencia y le contó mi historia. Le pidió una audiencia para mí, audiencia que me fue concedida. Me presenté, pues, en su presencia y el sultán me preguntó primero por mi edad. Le dije que tenía 35 años. Después me hizo varias preguntas sobre las ciencias que había estudiado. Se lo expliqué también.
Me dijo entonces:
-Has venido enhorabuena ya que has viajado abandonando tu tierra por la nuestra. Ahora hazte musulmán, bajo la bendición de Allah.
Dije entonces al traductor, Yusuf Al-Tabib (el médico):
-Di a nuestro soberano el sultán que nadie sale de su religión sin que los suyos alcen la voz contra él y le calumnien. Suplico, pues, de vuestra benevolencia que enviéis a por los soldados y comerciantes cristianos más dignos que hay aquí, les preguntéis por mí y escuchéis entonces el concepto que de mí tienen. Después de esto me haré musulmán, si Allah quiere.
El sultán me contestó, por medio del traductor:
-Me has pedido lo mismo que pidió `Abdallah bin Salam al Profeta - la paz y las bendiciones de Allah sean con él -, cuando quiso hacerse musulmán.
Envió entonces a por los soldados cristianos y a por algunos comerciantes, y me hizo entrar en una estancia cercana al salón de recepciones. Cuando entraron los cristianos, les preguntó:
-¿Qué me decís de este nuevo sacerdote que llegó en tal barco?
-Señor, éste es un gran sabio de nuestra religión. Nuestros doctores llegan a decir que no han visto una autoridad más alta en ciencia y en religión en toda la cristiandad.
-¿Y qué diríais si se hiciese musulmán?
-¡Dios nos libre de eso! No lo hará nunca!
Cuando el sultán hubo oído lo que opinaban los cristianos, me envió a buscar. Yo me presenté ante él e hice la profesión de la fe verdadera en presencia de los cristianos. Estos hacían la señal de la cruz en el rostro y decían: «Lo que le ha llevado a esto es el deseo de casarse, porque el sacerdote entre nosotros no se casa.» Salieron aflijidos y tristes.
El sultán - Dios tenga misericordia de él- me asigno cuatro dinares diarios de la casa de la riqueza y me casó con la hija del Hayy Muhammad al-Saffar. Cuando la llevé a mi casa, el día de la boda, me dio 100 dinares de oro y un vestido nuevo magnífico. Nos unimos y tuve un hijo de ella. Le llamé Muhammad, por la bendición que lleva consigo el nombre de nuestro Profeta -la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él.
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