El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail

Los desmanes del psicoanálisis, de René Guénon

CAPÍTULO XXXIV del libro El reino de la cantidad y los signos de los tiempos (1945) de René Guénon.


Si de la filosofía pasamos a la psicología, constatamos que en ella aparecen las mismas tendencias, en las escuelas más recientes, bajo un aspecto mucho más peligroso todavía, ya que en lugar de no traducirse más que por simples opiniones teóricas, encuentran en ellas una aplicación práctica de un carácter muy inquietante; los más «representativos» de estos métodos nuevos, desde el punto de vista en el que nos colocamos, son los que se conocen bajo la designación general de «psicoanálisis». Por lo demás, hay que destacar que, por una extraña incoherencia, ese manejo de elementos que pertenecen incontestablemente al orden sutil continua acompañándose no obstante, en muchos psicólogos, de una actitud materialista, debida sin duda a su educación anterior, y también a la ignorancia en la que están con respecto a la verdadera naturaleza de esos elementos que ponen en juego[1]; ¿no es uno de los caracteres más singulares de la ciencia moderna no saber nunca exactamente con qué está tratando en realidad, incluso cuando se trata simplemente de las fuerzas del dominio corporal? Por lo demás, no hay que decir que una cierta «psicología de laboratorio», conclusión del proceso de limitación y de materialización en el que la psicología «filosófico-literaria» de la enseñanza universitaria no representaba más que una etapa menos avanzada, y que ya no es realmente más que una suerte de rama accesoria de la fisiología, coexiste todavía con las teorías y los métodos nuevos; y es a ésta a la que se aplica lo que hemos dicho precedentemente de las tentativas hechas para reducir la psicología misma a una ciencia cuantitativa.



[1] El caso de Freud mismo, el fundador del «psicoanálisis», es completamente típico desde este punto de vista, ya que jamás ha cesado de proclamarse materialista. —Una precisión de pasada: ¿por qué los principales representantes de las tendencias nuevas, como Einstein en física, Bergson en filosofía, Freud en psicología, y muchos otros todavía de menor importancia, son casi todos de origen judío, si no es porque hay algo ahí que corresponde exactamente al lado «maléfico» y disolvente del nomadismo desviado, el cual predomina inevitablemente en los judíos desvinculados de la tradición?



Ciertamente, hay mucho más que una simple cuestión de vocabulario en el hecho, muy significativo en sí mismo, de que la psicología actual no considera nunca más que el «subconsciente», y no el «superconsciente» que debería ser lógicamente su correlativo; sin duda, eso es efectivamente la expresión de una extensión que se opera únicamente por abajo, es decir, por el lado que corresponde, aquí en el ser humano, como por otras parte en el medio cósmico, a las «fisuras» por las que penetran las influencias más «maléficas» del mundo sutil, y podríamos decir incluso las que tienen un carácter verdadera y literalmente «infernal»[1]. Algunos adoptan también, como sinónimo o equivalente de «subconsciente», el término «inconsciente», que, tomado al pie de la letra, parecería referirse a un nivel todavía inferior, pero que, a decir verdad, corresponde menos exactamente a la realidad; si aquello de lo que se trata fuera verdaderamente inconsciente, no vemos siquiera cómo sería posible hablar de ello, y sobre todo en términos psicológicos; y por lo demás, ¿en virtud de qué, si no es de un simple prejuicio materialista o mecanicista, sería menester admitir que existe realmente algo inconsciente? Sea como sea, lo que es también digno de observación, es la extraña ilusión por la que los psicólogos llegan a considerar algunos estados como tanto más «profundos» cuando solo son simplemente más inferiores; ¿no hay ya en eso como un indicio de la tendencia a ir contra la espiritualidad, que es la única que puede llamarse verdaderamente profunda, puesto que es la única que toca al principio y al centro mismo del ser? Por otra parte, puesto que el dominio de la psicología no está extendido hacia arriba, el «superconsciente», naturalmente, permanece para ella más completamente extraño y cerrado que nunca; y, cuando ocurre que encuentra algo que se refiere a él, pretende anexárselo pura y simplemente asimilándolo al «subconsciente»; ese es, concretamente, el carácter casi constante de sus pretendidas explicaciones concernientes a cosas tales como la religión, el misticismo, y también a algunos aspectos de las doctrinas orientales como el Yoga; y, en esta confusión de lo superior con lo inferior, hay ya algo que puede considerarse propiamente como constituyendo una verdadera subversión.

Destacamos también que, por la llamada al «subconsciente», la psicología, lo mismo que la «filosofía nueva», tiende a juntarse cada vez más a la «metapsíquica»[2]; y, en la misma medida, se acerca inevitablemente, aunque sin quererlo quizás (al menos en cuanto a aquellos de sus representantes que entienden permanecer materialistas a pesar de todo), al espiritismo y a otras cosas más o menos similares, cosas que se apoyan todas en definitiva, sobre los mismos elementos obscuros del psiquismo inferior. Si esas cosas, cuyo origen y carácter son más que sospechosos, hacen así figura de movimientos «precursores» y aliados de la psicología reciente, y si ésta llega, aunque sea por un camino desviado, pero por eso mismo más cómodo que el de la «metapsíquica» que todavía se discute en algunos medios, a introducir los elementos en cuestión en el dominio corriente de lo que se admite como ciencia «oficial», es muy difícil pensar que el papel verdadero de esta psicología, en el estado presente del mundo, pueda ser otro que el de concurrir activamente a la segunda fase de la acción antitradicional. A este respecto, la pretensión de la psicología ordinaria, que señalábamos hace un momento, de anexarse, haciéndolas entrar por la fuerza en el «subconsciente», algunas cosas que se le escapan enteramente por su naturaleza misma, no se relaciona todavía, a pesar de su carácter claramente subversivo, más que con lo que podríamos llamar el lado infantil de ese papel, ya que las explicaciones de este género, al igual que las explicaciones «sociológicas» de las mismas cosas, son, en el fondo, de una ingenuidad «simplista» que llega a veces hasta la necedad; en todo caso, eso es incomparablemente menos grave, en cuanto a sus consecuencias efectivas, que el lado verdaderamente «satánico» que vamos a tener que considerar ahora de una manera más precisa en lo que concierne a la psicología nueva.

Este carácter «satánico» aparece con una claridad muy particular en las interpretaciones psicoanalíticas del simbolismo, o de lo que se da como tal con razón o sin ella; hacemos esta restricción porque, sobre este punto como sobre tantos otros, si se quisiera entrar en el detalle, habría que hacer muchas distinciones y habría que disipar muchas confusiones: así, para tomar solo un ejemplo típico, un «sueño» en el que se expresa alguna inspiración «suprahumana» es verdaderamente simbólico, mientras que un sueño ordinario no lo es en modo alguno, cualquiera que puedan ser las apariencias exteriores. No hay que decir que los psicólogos de las escuelas anteriores ya habían intentado muy frecuentemente, ellos también, explicar el simbolismo a su manera y reducirle a la medida de sus propias concepciones; en parecido caso, si es verdaderamente de simbolismo de lo que se trata, esas explicaciones por elementos puramente humanos, ahí como por todas partes donde se tocan cosas de orden tradicional, desconocen todo lo que constituye su fondo esencial; si al contrario no se trata realmente más que de cosas humanas, ya no es más que un falso simbolismo, pero el hecho mismo de designarle por este nombre implica todavía el mismo error sobre la naturaleza del verdadero simbolismo. Esto se aplica igualmente a las consideraciones a las que se libran los psicoanalistas, pero con la diferencia de que entonces ya no es de «humano» de lo que es menester hablar solo, sino también, en una medida muy amplia, de «infrahumano»; así pues, esta vez se está en presencia, ya no de una simple reducción, sino de una subversión total; y toda subversión, incluso si no es debida, inmediatamente al menos, más que a la incomprehensión y a la ignorancia (que, por lo demás, son lo que mejor se presta a ser explotado para un tal uso), es siempre, en sí misma, propiamente «satánica». Por lo demás, el carácter generalmente innoble y repugnante de las interpretaciones psicoanalíticas constituye, a este respecto, una «marca» que no podría engañar; y lo que es todavía particularmente significativo desde nuestro punto de vista, es que, como lo hemos mostrado en otra parte[3], esta misma «marca» se encuentra precisamente también en algunas manifestaciones espiritistas; ciertamente, sería menester mucha buena voluntad, por no decir una completa ceguera, para no ver en eso nada más que una simple «coincidencia». Naturalmente, en la mayoría de los casos, los psicoanalistas pueden ser tan completamente inconscientes como los espiritistas de lo que hay realmente debajo de todo eso; pero los unos y los otros aparecen como igualmente «conducidos» por una voluntad subversiva que utiliza en los dos casos elementos del mismo orden, cuando no exactamente idénticos, voluntad que, sean cuales sean los seres en los que está encarnada, es ciertamente muy consciente en éstos al menos, y responde a unas intenciones sin duda muy diferentes de todo lo que pueden imaginar aquellos que no son más que los instrumentos inconscientes por los cuales se ejerce su acción.

En estas condiciones, es muy evidente que el uso principal del psicoanálisis, que es su aplicación terapéutica, no puede ser sino extremadamente peligroso para los que se someten a él, e incluso para aquellos que lo ejercen, ya que esas cosas son de las que nadie maneja nunca impunemente; no sería exagerado ver en eso uno de los medios especialmente puestos en obra para acrecentar lo más posible el desequilibrio del mundo moderno y conducir a éste hacia la disolución final[4]. Aquellos que practican estos métodos están bien persuadidos, al contrario, no lo dudamos, de la beneficencia de sus resultados; pero es justamente gracias a esta ilusión por lo que su difusión se hace posible, y es en eso donde puede verse toda la diferencia que existe entre las intenciones de esos «practicantes» y la voluntad que preside la obra de la que no son más que colaboradores ciegos. En realidad, el psicoanálisis no puede tener como efecto más que hacer salir a la superficie, haciéndolo claramente consciente, todo el contenido de esos «bajos fondos» del ser que forman lo que se llama propiamente el «subconsciente»; por lo demás, ese ser es ya psíquicamente débil por hipótesis, puesto que si fuera de otro modo, no sentiría de ningún modo la necesidad de recurrir a un tratamiento de este tipo; así pues, es tanto menos capaz de resistir a esta «subversión», y se arriesga mucho a hundirse irremediablemente en ese caos de fuerzas tenebrosas imprudentemente desencadenadas; si, a pesar de todo, llega no obstante a escapar de ellas, guardará al menos, durante toda su vida, una huella que será en él como una «mancha» imborrable.

Sabemos bien lo que algunos podrían objetar aquí invocando una similitud con el «descenso a los Infiernos», tal como se encuentra en las fases preliminares del proceso iniciático; pero una tal asimilación es completamente falsa, ya que el propósito no tiene nada de común, como tampoco lo tienen, por lo demás, las condiciones del «sujeto» en los dos casos; solo se podría hablar de una suerte de parodia profana, y eso mismo bastaría para dar a eso de lo que se trata un carácter de «contrahechura» más bien inquietante. La verdad es que este pretendido «descenso a los Infiernos», que no es seguido por ningún «reascenso», es simplemente una «caída en la ciénaga», según el simbolismo usado en algunos Misterios antiguos; se sabe que esta «ciénaga» tenía concretamente su figuración sobre la ruta que llevaba a Eleusis, y que aquellos que caían en ella eran profanos que pretendían a la iniciación sin estar cualificados para recibirla, y que, por consiguiente, solo eran víctimas de su propia imprudencia. Agregaremos solo que existen efectivamente tales «ciénaga» tanto en el orden macrocósmico como en el orden microcósmico; esto se vincula directamente a la cuestión de las «tinieblas exteriores»[5], y se podrían recordar, a este respecto, algunos textos evangélicos cuyo sentido concuerda exactamente con lo que acabamos de indicar. En el «descenso a los Infiernos», el ser agota definitivamente algunas posibilidades inferiores para elevarse después a los estados superiores; en la «caída en la ciénaga», las posibilidades inferiores se apoderan al contrario de él, le dominan y acaban por sumergirle enteramente.

Acabamos de hablar también aquí de «contrahechura»; esta impresión es enormemente reforzada por otras constataciones, como la de la desnaturalización del simbolismo que hemos señalado, desnaturalización que, por lo demás, tiende a extenderse a todo lo que conlleva esencialmente elementos «suprahumanos», así como lo muestra la actitud tomada al respecto de la religión[6], e incluso de las doctrinas de orden metafísico e iniciático tales como el Yoga, que tampoco escapan ya a este nuevo género de interpretación, hasta tal punto que algunos llegan hasta a asimilar sus métodos de «realización» espiritual a los procedimientos terapéuticos del psicoanálisis. Hay algo ahí peor todavía que las deformaciones más groseras que tienen curso igualmente en Occidente, como la que quiere ver en esos mismos métodos del Yoga una suerte de «cultura física» o de terapéutica de orden simplemente fisiológico, ya que éstas son, por su grosería misma, menos peligrosas que las que se presentan bajo aspectos más sutiles. La razón de ello no es solo el que estas últimas impliquen el riesgo de seducir algunos espíritus sobre los cuales las demás no habrían podido tener ninguna presa; esta razón existe ciertamente, pero hay otra, de un alcance mucho más general, que es la misma por la que las concepciones materialistas, como lo hemos explicado, son menos peligrosas que las que hacen llamada al psiquismo inferior. Bien entendido, la meta puramente espiritual, que es la única que constituye el Yoga como tal, y sin la cual el empleo mismo de esta palabra no es más que una verdadera irrisión, no es menos totalmente desconocida en un caso que en el otro; de hecho, el Yoga no es una terapéutica psíquica como tampoco es una terapéutica corporal, y sus procedimientos no son de ninguna manera ni a ningún grado un tratamiento para enfermos o desequilibrados cualesquiera; muy lejos de eso, se dirigen al contrario exclusivamente a seres que, para poder realizar el desarrollo espiritual que es su única razón de ser, deben estar ya, únicamente por el hecho de sus disposiciones naturales, tan perfectamente equilibrados como es posible; en eso hay condiciones que, como es fácil comprenderlo, entran estrictamente en la cuestión de las cualificaciones iniciáticas[7].

No es eso todavía todo, y hay aún otra cosa que, bajo el aspecto de la «contrahechura», es quizás todavía más digna de observación que todo lo que hemos mencionado hasta aquí: es la necesidad impuesta, a quienquiera que quiere practicar profesionalmente el psicoanálisis, de ser previamente «psicoanalizado» él mismo. Eso implica ante todo el reconocimiento del hecho de que el ser que ha sufrido esta operación ya no es nunca tal cual era antes, o que, como lo decíamos hace un momento, le deja una huella imborrable, como la iniciación, pero en cierto modo en sentido inverso, puesto que, en lugar de un desarrollo espiritual, es de un desarrollo del psiquismo inferior de lo que se trata aquí. Por otra parte, en eso hay una imitación manifiesta de la transmisión iniciática; pero, dada la diferencia de naturaleza de las influencias que intervienen, y como no obstante hay un resultado efectivo que no permite considerar el asunto como reduciéndose a un simple simulacro sin ningún alcance, esta transmisión sería más bien comparable, en realidad, a la que se practica en un dominio como el de la magia, e incluso más precisamente de la brujería. Por lo demás, hay un punto muy obscuro, en lo que concierne al origen mismo de esta transmisión: como es evidentemente imposible dar a otros lo que uno mismo no posee, y como la invención del psicoanálisis es por lo demás algo reciente, ¿de dónde tienen los primeros psicoanalistas los «poderes» que comunican a sus discípulos, y por quién han podido ser ellos mismos «psicoanalizados» primero? Esta pregunta, que no obstante es lógico hacerse, al menos para quienquiera que es capaz de un poco de reflexión, es probablemente muy indiscreta, y es más que dudoso que se le dé nunca una respuesta satisfactoria; pero, a decir verdad, no hay necesidad de ella para reconocer, en una tal transmisión psíquica, otra «marca» verdaderamente siniestra por las aproximaciones a las que da lugar: ¡el psicoanálisis presenta, por ese lado, una semejanza más bien aterradora con algunos «sacramentos del diablo»!



[1] Hay que notar, a este propósito, que Freud ha colocado, como encabezamiento de su Traumdentung, este epígrafe bien significativo: «Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo» (Virgilio, Eneida, VII, 312).

[2] Por lo demás, es el «psiquista» Myers quien inventó la expresión de subliminal consciousness, la cual, para mayor brevedad, fue reemplazada un poco más tarde, en el vocabulario psicológico, por la palabra «subconsciente».

[3] Ver El Error Espiritista, 2ª parte, cap. X.

[4] Otro ejemplo de esos medios nos lo proporciona el uso similar de la «radiestesia», ya que, ahí todavía, en muchos casos, son elementos psíquicos de la misma cualidad los que entran en juego, aunque se debe reconocer que ahí no se muestran bajo el aspecto «horrible» que es tan manifiesto en el psicoanálisis.

[5] Uno podrá remitirse aquí a lo que hemos indicado más atrás a propósito del simbolismo de la «Gran Muralla» y de la montaña Lokâloka.

[6] Freud ha consagrado a la interpretación psicoanalítica de la religión un libro especial, en el que sus propias concepciones están combinadas con el «totemismo» de la «escuela sociológica».

[7] Sobre una tentativa de aplicación de las teorías psicoanalíticas a la doctrina taoísta, lo que es también del mismo orden, ver el estudio de André Préau, La Fleur d’or et le Taoïsme sans Tao, que es una excelente refutación de las mismas.


Autor: Réne Guénon

CAPÍTULO XXXIV del libro El reino de la cantidad y los signos de los tiempos (1945).

Fuente: http://www.euskalnet.net/graal/index2.htm

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Al-Muwatta: El legado del Imam Malik y la práctica de la primera comunidad musulmana (´Amal Ahl al Madina)

El siguiente articulo es la introducción a la edición del libro del Imam Malik ibn Anas, que Allah este complacido con él, Al Muwatta, publicada por Madrasa Editorial. 2009. www.madrasaeditorial.com

El ‘Muwatta’ es una obra clave en la historia del Islam, representa el legado esencial del Imam Malik Ibn Anas, conocido como el ‘Imam del Hogar de la Hégira’, es decir, de Medina. Aunque podría catalogarse como un libro de hadices, y lo es, siendo la primera gran compilación en este sentido, contiene algo que no está en las colecciones de hadices posteriores y que lo convierte en imprescindible: es un registro de cómo el Islam fue establecido en la ciudad de Medina, a lo largo de las tres primeras generaciones, quedando como modelo para cualquier época y situación.

Y este testimonio implica un entendimiento correcto y amplio de la Sunna.

En el ‘Muwatta’ se recogen hadices del Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y Paz, hadices de los Compañeros, que Allah esté complacido con ellos, y hadices de los Seguidores, además de la ‘Práctica de la gente de Medina’ y el consenso de sus hombres de conocimiento.


Es necesario comprender que los Compañeros que más tiempo permanecieron con el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y Paz, y más cerca estuvieron de él, no fueron necesariamente los que más hadices transmitieron de él, y que lo que quedó establecido en Medina como la ‘Práctica’ de su gente es lo más cercano al modelo original en términos existenciales.

Considerando pues los dichos de los Compañeros como parte de la Sunna, cabe la posibilidad de que un dicho de un Compañero no coincida con un hadiz, cuya cadena de transmisión llegue hasta el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y Paz, y que, a pesar de ello, se pueda tomar el dicho del Compañero por considerar que este Compañero supo más del Profeta que aquél que transmite el hadiz de él, que Allah le dé Su gracia y Paz.

Y en cuanto a la ‘Práctica de la gente de Medina’, uno de los fuqahá de Medina, Rabi’a, perteneciente a los Seguidores de los Seguidores de los Compañeros, que Allah esté complacido con todos ellos, dijo: “Mil, de mil, es mejor que uno, de uno”. La ‘Práctica de Medina’ es, por lo tanto, una Sunna transmitida por numerosas vías de transmisión.

Los hadices transmitidos por una sola vía de transmisión, aún siendo auténticos y verificados, pueden estar circunscritos a circunstancias, que luego pudieron verse modificadas —incluso en las aleyas del Corán las hay abrogadas, cuya validez legal deja de tener efecto en favor de otras aleyas que las abrogan— mientras que la ‘Práctica de Medina’ es aquélla que quedó allí establecida y pervivió durante las generaciones de los mejores, habiéndose tomado directamente del Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y Paz y de la primera comunidad, aquélla que Allah, el Ensalzado, elogia en Su Libro cuando dice: «Sois la mejor comunidad que ha surgido en bien de la gente, ordenáis lo reconocido, impedís lo reprobable y creéis en Allah».

Malik dijo que entre los hombres de conocimiento de los Tabi’in (los Seguidores de los Compañeros) había hombres que transmitían muchos hadices, y cuando les llegaban ciertos hadices transmitidos por otros (que ellos no transmitían), decían: “Conocemos esos hadices pero la ‘Práctica’ quedó establecida con anterioridad y nos ha llegado en consonancia con otros hadices y no con éstos”.

En este sentido y dando a entender la prioridad de la ‘Práctica de la gente de Medina’, Ibn al-Mu’adhdhal dijo: “Oí a un hombre preguntarle a Ibn al-Mayishun: “¿Por qué has transmitido un hadiz y luego no lo has seguido?” Y dijo: “Para que se sepa que hemos dejado de hacerlo teniendo pleno conocimiento del mismo””. Lo que también sugiere que el hadiz auténtico, aunque no se aplique, siempre es fuente de conocimiento, del mismo modo que las Aleyas abrogadas mantienen su expresión en el Corán, aunque no se aplican legalmente.

En cuanto a la consideración que tuvo el ‘Muwatta’ entre la gente de su época, el Imam ash-Shafi’ dijo: “No ha aparecido sobre la faz de la Tierra un libro después del Libro de Allah, más correcto que el libro de Malik”. Y en otra versión: “No se ha depositado sobre la Tierra un libro más cercano al Corán que el libro de Malik”. Y en otra versión: “No hay en la Tierra después del Libro de Allah, uno más acertado que el ‘Muwatta’ de Malik”. Y en otra versión: “No hay después del Libro de Allah, un libro más útil que el ‘Muwatta’”.

Y dijo el qadi Abu Bakr Ibn ‘Arabi en su comentario del ‘Tirmidhi’: “El ‘Muwatta’ es el primer fundamento y el núcleo; y el libro del Bujari es el segundo fundamento en este capítulo, y en ambos se basa el resto como Muslim y at-Tirmidhi”.

La biografía del Imam Malik, que Allah esté complacido con él, requiere un libro aparte y destaca por su singularidad, siendo uno de esos hombres cuyo destino es ser una prueba de Allah, el Ensalzado, en este mundo. Nació, según la opinión más verosímil en el año noventa y tres de la Hégira, procedente de una familia que reinó en el Yemen. De su bisabuelo, ‘Amir Ibn ‘Amr, se dice que fue uno de los Compañeros del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y Paz, con el que estuvo presente en todas las incursiones a excepción de la de Badr, aunque hay quien dice que se hizo musulmán después de la muerte del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y Paz. De su abuelo Malik Ibn Abi ‘Amir se dice que fue de los que escribieron la copia del Corán en la época de ‘Uzmán Ibn ‘Affán, que Allah esté complacido con él.

Lo que si se sabe es que el Imam Malik comenzó el aprendizaje del conocimiento desde muy pequeño, convirtiéndose muy joven en un hombre de saber que destacaba por su inteligencia y seriedad en el aprendizaje, y en la transmisión del mismo. Impecable en sus modales y en su adoración. Consciente de la nobleza inherente al hombre de saber, que expresaba en su cortesía exquisita cuando transmitía hadices, y en su cuidado de la vestimenta, siempre limpia y excelente, mostrando con ello las bendiciones de Allah y honrando a Su Mensajero, que Allah le dé Su gracia y Paz. De presencia imponente, habiendo incorporado en sí mismo lo que enseñaba y no permitiendo la frivolidad o las preguntas vanas, y sin embargo diciendo: “No sé”, sin dudarlo, cuando era preguntado por algo que consideraba no saber o de lo que no estaba seguro.

Escrupuloso hasta el punto de que compuso el ‘Muwatta’ partiendo de unos diez mil hadices que no dejó de revisar durante décadas, descartando muchos por el más mínimo detalle, hasta que quedó el ‘Muwatta’ que conocemos. Y, cuando un discípulo le dijo que lo había memorizado, en cuarenta días, él le replicó: “¿Cómo has podido memorizar en cuarenta días, lo que ha costado cuarenta años componer?” Aludiendo al proceso vital que ello implica y su incorporación en el carácter.

Dijo él mismo, que Allah esté complacido con él: “Mostré éste mi libro a setenta de los fuqahá de Medina, y todos me dieron su conformidad sobre él (‘wátaáni ‘alaihi’) y lo llamé ‘al-Muwatta’ (de la misma raíz que el verbo, ‘me dieron su conformidad’).

Y se ha transmitido que Malik, cuando se disponía a componer su libro, permaneció pensando acerca de qué nombre le pondría a su libro y vio en sueños al Profeta, al que Allah le dé Su gracia y Paz, y cuenta él que le dijo: “Allana para la gente este conocimiento”. Y llamó a su libro el ‘Muwatta’ (el ‘allanado’).

La gente de conocimiento de la época reconoció al Imam Malik como el más completo de todos ellos. Dijo el Imam ash-Shafi’: “Cuando se menciona a los hombres de conocimiento, Malik es la estrella (es decir la guía), Malik es el argumento de Allah para Sus criaturas después de los Tabi’in (los que siguieron a los Compañeros)”.

En un hadiz recogido por el propio Imam Malik y por Ahmad, at-Tirmidhi, an-Nasái y al-Hakim, el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y Paz, dijo: “Está cerca el momento en que la gente golpee las axilas de las cabalgaduras y los hígados de los camellos (alusión a emprender un viaje) buscando el conocimiento; y no encontrarán un sabio más conocedor que el sabio de Medina”. Y fueron numerosos y relevantes los que señalaron al Imam Malik como aquél al que se refiere el hadiz.

‘Muwatta’ sugiere un camino que ha sido hollado, y por lo tanto conocido y facilitado para los demás. No es un camino de textos, es el registro de un hecho existencial que se puso en práctica y funcionó en la Medina iluminada del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y Paz, e irradió al resto de los lugares en los que el Islam se extendió.

Autor: Abdul Ghani Melara
Fuente: http://www.cislamica.org/islam/cienciasdeldin/muwatta.html
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El velo islámico y el velo occidental

Hipocresía y racismo

En la polémica del velo -ahora reavivada en Francia tras la propuesta presidencial de mayor prohibición- hay mucho de imperialismo cultural, poco de sensatez y nada de honestidad intelectual.

La decisión del presidente francés de prohibir el uso del burka y el niqab -extremadamente minoritario- en el Estado francés es el último episodio de una serie de decisiones adoptadas en Europa contra los valores culturales de la población musulmana, como la prohibición de minaretes en Suiza o el debate sobre la identidad francesa impulsado por el propio Sarkozy, en el que se arremetió contra los inmigrantes. Los defensores de esta medida se justifican en la protección de los derechos de la mujer.

Creemos (nos hacen creer) que este debate es reciente, pero ya a finales del siglo XIX el administrador británico en Egipto, Lord Cromer, se erigió en emancipador de las mujeres egipcias al afirmar que la sociedad y la religión islámica estaban atrasadas y eran claramente inferiores a la cultura europea. Como signo de esta inferioridad evocó el uso del velo y la situación de las mujeres en Egipto. Aparentemente sin mayores contradicciones, mientras en su colonia se presentaba de ese modo como el defensor de los derechos de la mujer, en Londres destacó activamente en su tarea como presidente de la Liga de los Hombres Contra el Sufragio Femenino [Nash, 265].

Fue Leila Ahmed, relevante feminista egipcia, quien denunciaría un siglo después la continua fijación occidental contra el velo, como símbolo evocador del supuesto retraso cultural y de privación de las mujeres árabo-musulmanas. Una mirada deformada que fomentó una única lectura sobre el velo, negativa y de subalternidad. Una obsesión, además, falsa que no provoca problemas ni en los países de acogida ni en los de origen, salvo por el acicate que suponen las declaraciones xenófobas de la clase política y sus esfuerzos legislativos por generar tensiones allí donde no existían. Porque lo que es evidente es que el uso del velo puede tener numerosos significados, pero se han preferido ignorar así como otras múltiples manifestaciones de la cultura y la dinámica social musulmana.

El caso de Turquía es paradigmático de esta situación. Hace unos días Mayte Ciriza, directora de la Fundación Ibercaja en Logroño (y esposa del Consejero de Presidencia del Gobierno de La Rioja, para más señas), afirmaba en un artículo (Bajo el burka) que “en Turquía, donde estaba prohibido el velo en las universidades, al levantarse la prohibición, ha habido una enorme presión sobre las chicas que no lo llevaban para que se lo pusieran”. El problema no es la ignorancia de quien lo escribe, la cuestión es que ese tipo de discurso arraiga precisamente gracias a la mentira. Si bien en febrero de 2008 el Parlamento turco levantó la prohibición que pesaba sobre el velo en las universidades -una iniciativa por lo demás apoyada por muchos intelectuales liberales laicos, la mayoría de la población y asociaciones de derechos humanos internacionales-, cuatro meses después el Tribunal Constitucional de aquel país anuló la disposición. Fue precisamente durante el trámite parlamentario de aquella fallida ley cuando el ultracatólico presidente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE), el holandés René van der Linden, aseguró que Turquía podría ser expulsada del organismo paneuropeo si obligaba a sus ciudadanas a llevar el pañuelo islámico, e invitó a las mujeres turcas que se vieran obligadas a ponerse esta prenda a denunciar su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Alguien debería explicarle que permitir no es sinónimo de obligar (¿otro ignorante?). Curiosamente van der Linden, que se define como «un católico devoto» aunque sin permitir «que la religión interfiera en la política», había impedido meses antes que se debatiera en la institución que presidía un informe sobre los peligros de la enseñanza del creacionismo, ya que él mismo defendía el respeto a esa creencia y, al igual que el Papa Benedicto XVI, consideraba que la teoría de la evolución “no es más que una hipótesis”. En su país, Dinamarca, el gobierno liberal-conservador también analiza la conveniencia de elaborar una ley que prohíba el velo integral en la vía pública, las escuelas o los tribunales. Prohibir, prohibir y prohibir, parece ser la máxima del ultracatolicismo radical.

Pero volviendo a la propuesta francesa de incrementar la prohibición (pues el velo islámico ya estaba prohibido en los colegios públicos desde 2004), habría que recordar que tampoco estamos ante una iniciativa tan novedosa. Ya lo intentaron contra Argelia en la década de los 50 del pasado siglo XX, y el resultado fue que el pañuelo pasó a convertirse en bandera de la resistencia anticolonial como señaló el pensador antiimperialista Franz Fanon. Entonces, la vestimenta femenina se convirtió en una demostración de cohesión identitaria y de lucha contra el imperialismo francés [Fanon, 65].


¿Alguien les preguntó a ellas?

Los bien pensantes varones blancos han decidido autoproclamarse defensores de la democracia, la libertad y los derechos femeninos (¿sin preguntar a las mujeres?) subyugados por el síndrome de Lord Cromer. Falseando el debate hacia las disyuntivas Islam-Democracia, imposición del velo-libertad de la mujer.

Desde la perspectiva de las mujeres árabo-musulmanas el uso del velo puede ser tributario de decisiones muy diversas: resistencia, reafirmación identitaria, estrategia de movilidad, y también de sumisión o como símbolo del islam político. En palabras de la feminista iraní Valentine Moghadam:

El velamiento voluntario no es necesariamente expresión de filiación con, o de apoyo a, un movimiento islámico político, sino más bien de forma paradójica representa el rechazo de la autoridad parental o patriarcal entre mujeres jóvenes rebeldes. Éste puede ser de modo especial el caso de las jóvenes de familias no tradicionales -por ejemplo, palestinas, argelinas o tunecinas- que al ponerse el hiyab aspiran a una autonomía personal y a una apariencia más seria, sobre todo en colegios mixtos. [Moghadam, 149]

Existen miles de mujeres musulmanas que visten hiyab y que estudian, trabajan y militan en formaciones de izquierda. Es el caso de Ilham Moussaïd, estudiante de 22 años que se presenta como candidata por el izquierdista NPA, que lidera Olivier Besancenot, en las elecciones regionales de marzo en Provenza-Alpes-Costa Azul. «Se puede ser laica y feminista llevando el velo», reivindica.

Pero la propuesta de Nicolas Sarkozy supone ir más allá, y prohibir el velo integral en cualquier espacio público, incluida la calle. Sorprende tanta actividad y propaganda desplegada ¿existía alarma social? ¿problemas de convivencia? Según el ministro de Interior, Brice Hortefeux, de los más de cinco millones de musulmanes que viven en el Estado francés sólo 1.900 mujeres llevan velo integral. ¿Cuándo dejarán de pensar y legislar por ellas?


Referencias bibliográficas:

- Mary Nash, Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos. Alianza editorial, Madrid 2004.

- Frantz Fanon, A dying colonialism. Grove Press, Nueva York 1967.

- Valentine Moghadam, Modernizing women. Gender and social change in the Middle East. Lynne Rienner Publishers, Londres 1993.

Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


Autor: Antonio Cuesta, corresponsal de Prensa Latina en Turquía.

http://estambul.wordpress.com/

Publicado por Rebelión, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=100311

Republicado por Musulmanes andaluces, http://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/99/hipocresia%20y%20racismo%20con%20el%20velo%20islamico.htm

Otro artículo interesante sobre el tema: Sobre la falacia de la simbología del velo islámico.

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