Fuente: Web Educación Integral.
El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail
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Las cinco razones por las que no estoy iluminado (o por las que sufro)
Después de varios años de pruebas y preparación por parte de Ken Wilber, ya que él no puede ir por ahí enseñando, por su grave enfermedad, el pasado mes de diciembre envió a Colin Bigelow por el mundo para que impartiera su primer curso pautado de Espiritualidad Integral, al que da un nombre curioso "Las cinco razones por las que aún no estás iluminad@". Colin acepta ese reto y como un fiel testigo del hacer y sentir de Ken, encarna las enseñanzas desde hace muchos años para ahora transmitirlas al mundo.
Así pues, sin más preámbulos, veamos cuales son estas cinco razones:
1./ Conceptualizo o cualifico: trato de poner atributos al Espíritu.
2./ Objetivizo: experimento objetos separados. Dualismo sin Unidad.
3./ Diferencio: no percibo Plenitud ni Unidad.
4./ Busco el Espíritu: lo cual implica que creo que estoy fuera de Él. Falta de Fe.
5./ Soy incapaz de Amar incondicionalmente: selecciono a quien amar.
Sobre la primera razón, Colin comentó que Nagarjuna ya advirtió que las religiones ascendentes que nos llevaban a la consciencia sin objeto eran terriblemente ¡¡dualistas!! Y que la Realidad Plena no puede ser dualista. Dualistas, ya que no puedes calificar al Espíritu de infinito, contraponiéndolo a lo finito. Lo finito también pertenece al Espíritu.
Sobre la segunda razón, Colin dijo: "el mundo de la forma no es problema, sino que el problema es experimentarlo como objeto separado de mi. No estoy en una sala, sino que esta sala emerge en mi conciencia".
Sobre la tercera razón, diferencio todo y no percibo Unidad, Colin dijo que es una actividad que podemos detener. Soy conciencia sin tiempo. SOY y punto. Uno con Brahman, Uno con Todo. El-Uno-sin-un-dos.
La cuarta razón: busco el Espíritu. Lo busco porque no lo veo. Busco lo que YA está AQUÍ. El presente es la puerta a lo infinito, dijo Colin. Pienso que debo hacer algo para conocer al Espíritu. No meditar "para" iluminarme, sino meditar porque ya estoy iluminado. Entonces la meditación es GRATITUD infinita. Cualquier acto, desde la LUZ, es GRATITUD infinita. YA ESTOY ILUMINADO. YA ESTÁS ILUMINADO. YA ESTÁN ILUMINADOS. Lo dicen todos los sabios. Hagámosles caso, un poco de fe basta.
Y la quinta razón, es la falta de amor incondicional. Selecciono a quien amar, y en qué medida amar. Por eso sufro. Por tanto amo sin medida.
Esas cinco razones son una especie de síntesis de las razones que han dado la mayoría de las grandes religiones a lo largo de la historia. Tenemos ante nosotros una herramienta muy potente, que talvez sume la fuerza de cada una de esas conclusiones que nos dieron los seres más impresionantes que ha visto la humanidad. La primera razón la vemos en el Budismo Madhyamaka (Nagarjuna); la segunda la encontramos en el Yogachara; la tercera está en el Vedanta; la cuarta está en el Dzogchen y Budismo Tibetano; y la quinta en el cristianismo.
Colin nos dijo que había muchas más razones por las que no estamos iluminados, como por ejemplo: la falta de FE. Si ya estoy iluminado, ¿por qué no me dejo guiar por el Espíritu? ¿Por qué no tengo confianza? ¿Por qué tengo miedo? Dudo de la guía del Espíritu, tengo miedo a ceder el control de mi mismo. Y aunque parezca una paradoja, al ceder el timón al Espíritu, el "Yo" no pierde el control. Al ego le aterra esa idea. Es una de las últimas puertas sin puerta para atravesar. Grandes sabios ya nos han hablado del gran poder de la Fe (... si tan sólo fuera como un grano de mostaza...).
Fuente: Web Educación Integral.
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La falacia pre/trans según Ken Wilber
Wilber advierte que en el desarrollo de la historia de la psiquiatría y la psicología en Occidente, se cometió un error fundamental: que los estados no-racionales de la conciencia, a los que Wilber divide en pre-racionales y trans-racionales, han sido confundidos y por lo tanto mal interpretados.
El error más común, en el que han caído la psiquiatría y la psicología, ha sido el de confundir los estados trans-racionales, de auténtica realización espiritual, con estados regresivos pre-racionales y patológicos.
Wilber toma como ejemplo a dos clásicos: S. Freud y C. Jung. Dice que ambos cayeron en lo que llama la falacia pre/trans. Freud consideró que, las realizaciones y logros de los grandes místicos eran en realidad regresiones a un estadio oceánico pre-personal. Generando así un reduccionismo y un "aplastamiento" de los niveles superiores del desarrollo de la conciencia a los niveles inferiores de ésta.
Mientras que Jung, inversamente a lo que Freud hace, cae en el error de elevar (elevacionismo) los niveles míticos y pre-personales, a los niveles realmente superiores del desarrollo de la conciencia. Wilber propone un modelo psicológico donde existen tres niveles básicos con sus subniveles complementarios:
Los estados post-racionales han sido ampliamente documentados a lo largo de la historia de las grandes tradiciones contemplativas y en los últimos años, gracias a la abundante evidencia que nos proporcionan los estudios culturales comparados, han podido ser reconocidos en su verdadero valor.
Ken Wilber crea un modelo del desarrollo de la conciencia más integrado (relación mente/cerebro, diferencia pre/trans). No para condenar o descalificar a otras aproximaciones, sino como el dice: "... para sugerir formas en las cuales, los importantes aportes (de las otras aproximaciones) puedan ser enriquecidas por el reconocimiento de las áreas negadas (previamente)".
Fuente: http://www.psico-in.com.ar/wilber.htm
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El error más común, en el que han caído la psiquiatría y la psicología, ha sido el de confundir los estados trans-racionales, de auténtica realización espiritual, con estados regresivos pre-racionales y patológicos.
Wilber toma como ejemplo a dos clásicos: S. Freud y C. Jung. Dice que ambos cayeron en lo que llama la falacia pre/trans. Freud consideró que, las realizaciones y logros de los grandes místicos eran en realidad regresiones a un estadio oceánico pre-personal. Generando así un reduccionismo y un "aplastamiento" de los niveles superiores del desarrollo de la conciencia a los niveles inferiores de ésta.
Mientras que Jung, inversamente a lo que Freud hace, cae en el error de elevar (elevacionismo) los niveles míticos y pre-personales, a los niveles realmente superiores del desarrollo de la conciencia. Wilber propone un modelo psicológico donde existen tres niveles básicos con sus subniveles complementarios:
- 1. El nivel pre-racional / pre-personal / pre-convencional.
- 2. El nivel racional / personal / convencional.
- 3. El nivel trans-racional / trans-personal / pos-convencional.
Los estados post-racionales han sido ampliamente documentados a lo largo de la historia de las grandes tradiciones contemplativas y en los últimos años, gracias a la abundante evidencia que nos proporcionan los estudios culturales comparados, han podido ser reconocidos en su verdadero valor.
Ken Wilber crea un modelo del desarrollo de la conciencia más integrado (relación mente/cerebro, diferencia pre/trans). No para condenar o descalificar a otras aproximaciones, sino como el dice: "... para sugerir formas en las cuales, los importantes aportes (de las otras aproximaciones) puedan ser enriquecidas por el reconocimiento de las áreas negadas (previamente)".
Fuente: http://www.psico-in.com.ar/wilber.htm
Para más información sobre las teorías de Ken Wilber:
Para una crítica de las teorías de Ken Wilber:
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Es posible aprender neurológicamente la espiritualidad
La neuroplasticidad podría ayudar a lograr una visión de la trascendencia
Sin ánimo de meter bazas en la polémica entre ciencia y Fe, puede afirmarse que está más que probado el beneficio físico y espiritual que queda como remanente en las personas que vivieron una experiencia mística. Por lo tanto, es válido buscar la manera de entrenar esa percepción de lo trascendente como si fuera un músculo. Al respecto, los recientes estudios sobre plasticidad neuronal son un buen punto de partida para esta misión.“Recuerdo la noche y casi el lugar preciso, en la cima de la montaña, donde mi alma se expandía, por decirlo de alguna manera, hacia el Infinito. Se produjo una unión impetuosa de los dos mundos, el exterior y el interior; se trataba de lo profundo llamando a lo profundo, lo profundo que mi propia lucha había abierto dentro de mi ser, contestado por lo profundo impenetrable del exterior, que llegaba más allá de las estrellas. Estaba solo con Aquel que me había creado, a mí y a toda la belleza del mundo, el sufrimiento e, incluso, la tentación. Yo no lo buscaba, pero sentía la unión perfecta de mi espíritu con el suyo. El sentido normal de las cosas a mi alrededor había cambiado y, de momento, tan sólo sentía una alegría y una exultación inefables. Era como el efecto de una gran orquesta cuando todas las notas dispersas se han fundido en una armonía distendida que deja al oyente consciente únicamente de que su alma flota, casi rota de emoción. La perfecta quietud de la noche se estremecía tan sólo por un silencio aún más solemne, y la oscuridad era todavía más patente afuera de invisible. No podía dudar que Él estaba allí lo mismo que yo; de hecho, sentía, si es posible, que yo era el menos real”.Testimonio citado por William James en “Las variedades de la experiencia religiosa” (Madrid, ediciones península, 1ª ed. 1986).
En el origen de las religiones siempre se puede encontrar una “revelación mística” similar a la del relato que cita el pionero filósofo y psicólogo estadounidense. Quienes las vivieron refieren el acceso a una forma de conocimiento que no puede ser captado por imágenes o palabras, una certeza de unidad de todo lo existente, la pérdida del yo y del mundo, potentes estados de alegría, bienaventuranza, paz, vitalidad, bienestar físico y mental y de cercanía con lo sagrado, entre otras sensaciones.
Estas experiencias fueron estudiadas a fondo por varios autores y, aunque todavía no se ponen de acuerdo con las causas, ya casi no se discute el potencial transformador y sanador de la experiencia mística: Quien la vive, no vuelve a ser el mismo. Se transforma para siempre y en general para mejor, porque, como sentencia el psicólogo transpersonal Stanislav Grof: “podemos hablar de un profundo cambio a nivel psicofísico. Un individuo que vive una experiencia cumbre tiene la sensación de sobreponerse a la fragmentación y división cuerpo/mente, y alcanza un estado de unidad y completud interna total que usualmente resulta muy curativo y benéfico (…) Estas experiencias producen una mejora de la salud emocional y física”.
Ahora bien, ¿es posible fomentar, estimular o provocar este tipo de experiencias por medios naturales? Los estudios sobre neuroplasticidad parecen indicar que sí.
La neuroplasticidad
En los lóbulos frontales del cerebro está la llave del propio destino. Allí se cocinan los proyectos y las decisiones que surgen de la interacción de los 100 mil millones de neuronas del cerebro. Todas aquellas conexiones que no se usan se pierden, y hoy se sabe que el cerebro puede remodelarse a medida. La neuroplasticidad es la capacidad de aumentar o disminuir el número de ramificaciones neuronales y de sinapsis, a partir del estímulo sobre el cerebro. De este modo, una persona estimulada por la percepción desarrolla más conexiones que otra menos receptiva.
Al respecto, el psiquiatra Daniel Drubach, de la Mayo Clinic, en Minnesotta, explicó en su conferencia “Neurobiología de la imaginación y su relación con la espiritualidad” (dictada en el Foro de reflexión Cerebro y Espiritualidad, Buenos Aires, 17 de Septiembre de 2007): “es impresionante la manera en que el cerebro puede reorganizarse para poder adaptarse a nuevos desafíos”. Más aún si se somete a entrenamiento durante años. Por ejemplo, indica: “El músico que se expone a la música percibe una realidad diferente. Por el hecho de practicarla escucha otra cosa y puede detectar cambios muy sutiles en las notas que pasan desapercibidos para los no músicos. Esto se ha probado muchas veces y no es genético. Es la exposición al enriquecimiento del medio ambiente lo que modifica al cerebro. Percibir algo lo cambia a uno y luego lo puede percibir mejor”. Y agrega: “Otro estudio se hizo con pintores artísticos. Ellos son capaces de diferenciar entre los colores de una manera muy superior a la media. De una escala reconocen 35 tipos diferentes de amarillo, por ejemplo. Alguien que no es pintor dice que sólo hay 4 ante la misma paleta de colores. Es tremendo cómo la experiencia y más que nada el entrenamiento cambian la percepción de la realidad”.
De este modo, si la experiencia mística es algo que sucede (o es percibida) en el cerebro, nada impediría, en teoría, modificar la estructura de la red sináptica para favorecer la espiritualidad y, si se da el caso, la producción o recepción (esto ya es cuestión de Fe) de las experiencias místicas.
¿Es posible esto? Hay algunas pistas. El doctor Drubach explica que “al cerebro le interesa lo que cambia, no lo constante. Si hay un ruido repetitivo se lo escucha durante unos segundos y al rato se lo ignora. El cerebro se habitúa. Del mismo modo, uno entra a una habitación con un cierto olor y en unos minutos no lo huele más. Así, desde el punto de vista de las descripciones de Maimónides y otros, si la manifestación de Dios está siempre presente pero no cambia, será más difícil percibirla”.
Habrá entonces que tratar de modificar la percepción. Hace mucho que los cabalistas, judíos y cristianos, afirman que hay una realidad diferente y que hay que prepararse para descubrirla. En definitiva, de lo que están hablando es de plasticidad perceptiva.
A propósito, los ya famosos estudios de Andrew Newberg y Eugene Daquili, de la División de Medicina Nuclear de la Universidad de Pennsylvania, tienen que ver con esto también. Ellos estudiaron a un grupo de monjes tibetanos y frailes franciscanos (con tomografías computarizadas mientras meditaban) y encontraron cambios notables en la actividad cerebral. Al igual que los músicos o pintores, los que practican la meditación o la plegaria activan su cerebro de una manera diferente y lo predisponen a ciertas percepciones y experiencias místicas, espirituales o religiosas.
Este también es el tono de las investigaciones que los neurocientíficos Antoine Lutz y Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) llevan a cabo desde 1992 en colaboración con el Dalai Lama y otros monjes budistas muy experimentados en el arte de la meditación. Ellos colocaron en los monjes y en un grupo de control una red con sensores eléctricos mientras meditaban.
Los resultados no dejaban dudas. La amplitud de las ondas gamma recogidas en algunos de los monjes son las mayores de la historia registradas en un contexto no patológico. Lo cierto es que los monjes sincronizan un número de neuronas mucho mayor al promedio. De este modo, Lutz y Davidson dedujeron que el cerebro, con un correcto entrenamiento, puede desarrollar funciones nunca imaginadas.
¿Pero cuál sería el beneficio de volcarse a una vida espiritual? Muchos y diversos, y todos están bien testeados.
En el origen de las religiones siempre se puede encontrar una “revelación mística” similar a la del relato que cita el pionero filósofo y psicólogo estadounidense. Quienes las vivieron refieren el acceso a una forma de conocimiento que no puede ser captado por imágenes o palabras, una certeza de unidad de todo lo existente, la pérdida del yo y del mundo, potentes estados de alegría, bienaventuranza, paz, vitalidad, bienestar físico y mental y de cercanía con lo sagrado, entre otras sensaciones.
Estas experiencias fueron estudiadas a fondo por varios autores y, aunque todavía no se ponen de acuerdo con las causas, ya casi no se discute el potencial transformador y sanador de la experiencia mística: Quien la vive, no vuelve a ser el mismo. Se transforma para siempre y en general para mejor, porque, como sentencia el psicólogo transpersonal Stanislav Grof: “podemos hablar de un profundo cambio a nivel psicofísico. Un individuo que vive una experiencia cumbre tiene la sensación de sobreponerse a la fragmentación y división cuerpo/mente, y alcanza un estado de unidad y completud interna total que usualmente resulta muy curativo y benéfico (…) Estas experiencias producen una mejora de la salud emocional y física”.
Ahora bien, ¿es posible fomentar, estimular o provocar este tipo de experiencias por medios naturales? Los estudios sobre neuroplasticidad parecen indicar que sí.
La neuroplasticidad
En los lóbulos frontales del cerebro está la llave del propio destino. Allí se cocinan los proyectos y las decisiones que surgen de la interacción de los 100 mil millones de neuronas del cerebro. Todas aquellas conexiones que no se usan se pierden, y hoy se sabe que el cerebro puede remodelarse a medida. La neuroplasticidad es la capacidad de aumentar o disminuir el número de ramificaciones neuronales y de sinapsis, a partir del estímulo sobre el cerebro. De este modo, una persona estimulada por la percepción desarrolla más conexiones que otra menos receptiva.
Al respecto, el psiquiatra Daniel Drubach, de la Mayo Clinic, en Minnesotta, explicó en su conferencia “Neurobiología de la imaginación y su relación con la espiritualidad” (dictada en el Foro de reflexión Cerebro y Espiritualidad, Buenos Aires, 17 de Septiembre de 2007): “es impresionante la manera en que el cerebro puede reorganizarse para poder adaptarse a nuevos desafíos”. Más aún si se somete a entrenamiento durante años. Por ejemplo, indica: “El músico que se expone a la música percibe una realidad diferente. Por el hecho de practicarla escucha otra cosa y puede detectar cambios muy sutiles en las notas que pasan desapercibidos para los no músicos. Esto se ha probado muchas veces y no es genético. Es la exposición al enriquecimiento del medio ambiente lo que modifica al cerebro. Percibir algo lo cambia a uno y luego lo puede percibir mejor”. Y agrega: “Otro estudio se hizo con pintores artísticos. Ellos son capaces de diferenciar entre los colores de una manera muy superior a la media. De una escala reconocen 35 tipos diferentes de amarillo, por ejemplo. Alguien que no es pintor dice que sólo hay 4 ante la misma paleta de colores. Es tremendo cómo la experiencia y más que nada el entrenamiento cambian la percepción de la realidad”.
De este modo, si la experiencia mística es algo que sucede (o es percibida) en el cerebro, nada impediría, en teoría, modificar la estructura de la red sináptica para favorecer la espiritualidad y, si se da el caso, la producción o recepción (esto ya es cuestión de Fe) de las experiencias místicas.
¿Es posible esto? Hay algunas pistas. El doctor Drubach explica que “al cerebro le interesa lo que cambia, no lo constante. Si hay un ruido repetitivo se lo escucha durante unos segundos y al rato se lo ignora. El cerebro se habitúa. Del mismo modo, uno entra a una habitación con un cierto olor y en unos minutos no lo huele más. Así, desde el punto de vista de las descripciones de Maimónides y otros, si la manifestación de Dios está siempre presente pero no cambia, será más difícil percibirla”.
Habrá entonces que tratar de modificar la percepción. Hace mucho que los cabalistas, judíos y cristianos, afirman que hay una realidad diferente y que hay que prepararse para descubrirla. En definitiva, de lo que están hablando es de plasticidad perceptiva.
A propósito, los ya famosos estudios de Andrew Newberg y Eugene Daquili, de la División de Medicina Nuclear de la Universidad de Pennsylvania, tienen que ver con esto también. Ellos estudiaron a un grupo de monjes tibetanos y frailes franciscanos (con tomografías computarizadas mientras meditaban) y encontraron cambios notables en la actividad cerebral. Al igual que los músicos o pintores, los que practican la meditación o la plegaria activan su cerebro de una manera diferente y lo predisponen a ciertas percepciones y experiencias místicas, espirituales o religiosas.
Este también es el tono de las investigaciones que los neurocientíficos Antoine Lutz y Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) llevan a cabo desde 1992 en colaboración con el Dalai Lama y otros monjes budistas muy experimentados en el arte de la meditación. Ellos colocaron en los monjes y en un grupo de control una red con sensores eléctricos mientras meditaban.
Los resultados no dejaban dudas. La amplitud de las ondas gamma recogidas en algunos de los monjes son las mayores de la historia registradas en un contexto no patológico. Lo cierto es que los monjes sincronizan un número de neuronas mucho mayor al promedio. De este modo, Lutz y Davidson dedujeron que el cerebro, con un correcto entrenamiento, puede desarrollar funciones nunca imaginadas.
¿Pero cuál sería el beneficio de volcarse a una vida espiritual? Muchos y diversos, y todos están bien testeados.
Beneficios de la espiritualidad
Aún si se deja a un costado la cuestión de la Fe, varios estudios probaron con el método científico que la vida espiritual ofrece beneficios indiscutibles. Estos son apenas algunos ejemplos de investigaciones realizadas en los últimos tres años:
-La religión aliviaría el estrés del cerebro ante las presiones cotidianas, de acuerdo con la investigación que el antropólogo Lionel Tiger de la Rutgers University de Estados Unidos, y Michael McGuire, psiquiatra y neurocientífico de la Universidad de California. Ellos publicaron el libro, "God’s Brain" donde sugieren que el estrés propio de la vida cotidiana, capaz de modificar la química del cerebro, encuentra alivio en las creencias y los rituales religiosos, lo que ayuda al cerebro a soportar las tensiones.
-Bajo ciertas circunstancias, la creencia religiosa fomenta actitudes de generosidad, altruismo y mejora el comportamiento social, según el estudio de los psicólogos sociales de la University of British Columbia (Vancouver, Canadá) Ara Norenzayan y Azim Shariff.
-Los individuos religiosos son más amables y rectos. Así lo probaría un meta-análisis de docenas de estudios que vinculaban ciertas características de la personalidad humana con la religiosidad realizado por el científico de la Universidad belga de Louvain, Vassilis Saroglou, especializado en la investigación de la personalidad y de la psicología religiosa.
-La Fe en Dios reduce los síntomas de la depresión clínica, puesto que los depresivos creyentes son un 75 por ciento más propicios a responder a los medicamentos, de acuerdo con un estudio publicado por investigadores del Rush University Medical Center de Chicago, en Estados Unidos.
-A principios de 2009 otra investigación, realizada por científicos de la Universidad de Miami, Estados Unidos, y dirigida por el profesor de psicología Michael McCullough, reveló que las personas religiosas tienen mayor capacidad de autocontrol que las no religiosas y regulan de manera más eficiente sus actitudes y emociones, con la finalidad de conseguir objetivos para ellos valiosos.
Aún si se deja a un costado la cuestión de la Fe, varios estudios probaron con el método científico que la vida espiritual ofrece beneficios indiscutibles. Estos son apenas algunos ejemplos de investigaciones realizadas en los últimos tres años:
-La religión aliviaría el estrés del cerebro ante las presiones cotidianas, de acuerdo con la investigación que el antropólogo Lionel Tiger de la Rutgers University de Estados Unidos, y Michael McGuire, psiquiatra y neurocientífico de la Universidad de California. Ellos publicaron el libro, "God’s Brain" donde sugieren que el estrés propio de la vida cotidiana, capaz de modificar la química del cerebro, encuentra alivio en las creencias y los rituales religiosos, lo que ayuda al cerebro a soportar las tensiones.
-Bajo ciertas circunstancias, la creencia religiosa fomenta actitudes de generosidad, altruismo y mejora el comportamiento social, según el estudio de los psicólogos sociales de la University of British Columbia (Vancouver, Canadá) Ara Norenzayan y Azim Shariff.
-Los individuos religiosos son más amables y rectos. Así lo probaría un meta-análisis de docenas de estudios que vinculaban ciertas características de la personalidad humana con la religiosidad realizado por el científico de la Universidad belga de Louvain, Vassilis Saroglou, especializado en la investigación de la personalidad y de la psicología religiosa.
-La Fe en Dios reduce los síntomas de la depresión clínica, puesto que los depresivos creyentes son un 75 por ciento más propicios a responder a los medicamentos, de acuerdo con un estudio publicado por investigadores del Rush University Medical Center de Chicago, en Estados Unidos.
-A principios de 2009 otra investigación, realizada por científicos de la Universidad de Miami, Estados Unidos, y dirigida por el profesor de psicología Michael McCullough, reveló que las personas religiosas tienen mayor capacidad de autocontrol que las no religiosas y regulan de manera más eficiente sus actitudes y emociones, con la finalidad de conseguir objetivos para ellos valiosos.
-Las plegarias por otros potencian la capacidad individual de perdonar, sugiere un trabajo realizado por el psicólogo de la Florida State University, Nathaniel Lambert, y sus colaboradores, de la Florida State University. Al rezar, señalan, las personas dejan de centrar su atención en sí mismos y en sus propios objetivos. Así, los sentimientos negativos pueden desvanecerse. Una investigación anterior de estos mismos investigadores había demostrado que la gratitud también puede potenciarse mediante la oración.
-La religiosidad ayuda a evitar las depresiones en la vejez, según se explica en un comunicado emitido por la Universidad de Arizona, a partir de un estudio realizado por la Master of Philosophy Rita Law.
-Creer en Dios puede bloquear la ansiedad y minimizar el estrés, señalan los resultados de dos investigaciones realizadas en la Universidad de Toronto, en Canadá, dirigidas por el profesor de psicología Michael Inzlicht.
-La meditación con mantras ayudaría a relajar el sistema nervioso, a rebajar la presión arterial, a mejorar la salud del corazón, a prolongar la vida, además de dar felicidad y de generar el sentimiento de estar más cerca de una entidad trascendente, entre otras ventajas, según el estudio de Herbert Benson, cardiólogo de la Harvard Medical School.
Por lo tanto, si la meditación y la vida espiritual favorecen las tendencias a ser generosos, amar al prójimo y desear el bien a los demás sin esperar nada a cambio; y si además propenden al bienestar físico, emocional e intelectual, es indudable que este tipo de pensamiento o filosofía puede llevar a una vida más feliz.
De este modo, sin meterse en las pantanosas aguas de la interminable polémica entre ciencia y religión, se podría decir que la primera le está dando la razón en algo a la segunda. Aunque todavía no esté dispuesta a reconocerlo.
-La religiosidad ayuda a evitar las depresiones en la vejez, según se explica en un comunicado emitido por la Universidad de Arizona, a partir de un estudio realizado por la Master of Philosophy Rita Law.
-Creer en Dios puede bloquear la ansiedad y minimizar el estrés, señalan los resultados de dos investigaciones realizadas en la Universidad de Toronto, en Canadá, dirigidas por el profesor de psicología Michael Inzlicht.
-La meditación con mantras ayudaría a relajar el sistema nervioso, a rebajar la presión arterial, a mejorar la salud del corazón, a prolongar la vida, además de dar felicidad y de generar el sentimiento de estar más cerca de una entidad trascendente, entre otras ventajas, según el estudio de Herbert Benson, cardiólogo de la Harvard Medical School.
Por lo tanto, si la meditación y la vida espiritual favorecen las tendencias a ser generosos, amar al prójimo y desear el bien a los demás sin esperar nada a cambio; y si además propenden al bienestar físico, emocional e intelectual, es indudable que este tipo de pensamiento o filosofía puede llevar a una vida más feliz.
De este modo, sin meterse en las pantanosas aguas de la interminable polémica entre ciencia y religión, se podría decir que la primera le está dando la razón en algo a la segunda. Aunque todavía no esté dispuesta a reconocerlo.
Autores: Patricia Arca Mena y Gustavo Masutti Llach.
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Ocho semanas de meditación pueden cambiar el cerebro
No lo dice un grupo «new age», ni unos amantes de la pseudociencia o de la falsa espiritualidad, sino un equipo de psiquiatras liderado por el Hospital General de Massachusetts, que ha realizado el primer estudio que documenta cómo ejercitar la meditación puede afectar al cerebro. Según sus conclusiones, publicadas en Psychiatry Research, la práctica de un programa de meditación durante ocho semanas puede provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Es decir, que algo considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud.
«Aunque la práctica de la meditación está asociada a una sensación de tranquilidad y relajación física, los médicos han afirmado durante mucho tiempo que la meditación también proporciona beneficios cognitivos y psicológicos que persisten durante todo el día», explica la psiquiatra Sara Lazar, autora principal del estudio. «La nueva investigación demuestra que los cambios en la estructura del cerebro pueden estar detrás de esos beneficios demostrados, y que la gente no se siente mejor solo porque se han relajado», apunta.
Lazar ya había realizado estudios previos en los que había encontrado diferencias estructurales entre los cerebros de los profesionales de la meditación, con experiencia en este tipo de prácticas, y los individuos sin antecedentes, como, por ejemplo, un mayor grosor de la corteza cerebral en áreas asociadas con la atención y la integración emocional. Pero entonces la investigadora no pudo confirmar si este proceso había sido fruto de, simplemente, haber pasado unos ratos de reflexión.
Conciencia sin prejuicios
Para el estudio actual, los científicos tomaron imágenes por resonancia magnética de la estructura cerebral de 16 voluntarios dos semanas antes y después de realizar un curso de meditación de ocho semanas, un programa para reducir el estrés coordinado por la Universidad de Massachusetts. Además de las reuniones semanales, que incluían la práctica de la meditación consciente, que se centra en laconciencia sin prejuicios de sensaciones y sentimientos, los voluntarios recibieron unas grabaciones de audio para seguir con sus cavilaciones en casa.
Los participantes en el grupo de meditación pasaron 27 minutos cada día practicando estos ejercicios. Sus respuestas a un cuestionario médico señalaban mejoras significativas en comparación con las respuestas antes del curso. El análisis de las imágenes por resonancia magnética encontró un incremento de la densidad de materia gris en el hipocampo, una zona del cerebro importante para el aprendizaje y la memoria, y en estructuras asociadas a la autoconciencia, la compasión y la introspección. Además, se descubrió una disminución de la materia gris en la amígdala cerebral, un conjunto de núcleos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales, lo que está relacionado con una disminución el estrés. Ninguno de estos cambios fueron observados en el grupo de control formado por otros voluntarios, lo que demuestra que no fueron resultado solo del paso del tiempo.
«Es fascinante ver la plasticidad del cerebro y cómo, mediante la práctica de la meditación, podemos jugar un papel activo en el cambio del cerebro y puede aumentar nuestro bienestar y calidad de vida», dice Britta Hölzel, autora principal del estudio. El hallazgo abre las puertas anuevas terapias para pacientes que sufren problemas graves de estrés, como los que soportan un agudo estrés post-traumático tras una mala experiencia.
Fuente: ABC.es, 27/01/2011.
Original article: Mindfulness meditation training changes brain structure in 8 weeks
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¿Qué es una Persona?
¿Qué es una persona? He aquí la cuestión más fundamental con que se enfrentan todas las psicologías. Las diferentes psicologías suponen perspectivas diferentes y subrayan diferentes dimensiones. A partir de ellas construyen lo que con frecuencia parecen imágenes radicalmente diferentes de la naturaleza humana. Por lo común se considera que tales puntos de vista son opuestos; es más probable que representen partes de una compleja totalidad multidimensional. El modelo transpersonal que aquí presentamos no se propone negar otros modelos, sino más bien enmarcarlos en un contexto más amplio que incluya estados de consciencia y niveles de bienestar que no tienen cabida en los modelos psicológicos anteriores.
Las dimensiones principales de este modelo son la consciencia, el condicionamiento, la personalidad y la identidad. Bajo estos encabezamientos resumiremos lo que nos parece representativo de los principios básicos de un modelo transpersonal, y compararemos con ellos los supuestos tradicionales de Occidente.
La consciencia
Este modelo transpersonal considera que la consciencia es la dimensión central que sirve de base y de contexto a toda experiencia. Respecto de la consciencia, las psicologías tradicionales de Occidente han mantenido diferentes posiciones, que van desde el conductismo, que prefiere ignorarla, dadas las dificultades que plantea su investigación objetiva, hasta los enfoques psicodinámicos y humanistas, que la reconocen pero que generalmente prestan más atención a los contenidos que a la consciencia per se, como contexto de la experiencia.
Un modelo transpersonal considera nuestra consciencia habitual como un estado restringido por una actitud defensiva. Este estado habitual se encuentra inundado, en medida tan notable como poco reconocida, por un flujo continuo de pensamientos y fantasías, en gran parte incontrolables, que responden a nuestras necesidades y defensas. Con palabras de Ram Dass: “Todos somos prisioneros de nuestra mente. Darse cuenta de esto es el primer paso en el viaje de la liberación.”
La consciencia óptima se considera como un estado considerablemente más amplio y potencialmente accesible en cualquier momento, a condición de que se pueda relajar la contracción defensiva. Por lo tanto, la perspectiva fundamental en crecimiento señala la necesidad de abandonar esa contracción defensiva y apartar los obstáculos que se oponen al reconocimiento de esa potencialidad de expansión siempre presente, aquietando la mente y reduciendo la deformación perceptiva.
La tarea fundamental que da la clave de muchas realizaciones es el silencio de la mente. En verdad, cuando se detiene el mecanismo mental se hace toda clase de descubrimientos, y el primero es que si la capacidad de pensar es un don notable, la capacidad de no pensar lo es aún más.
Desde la perspectiva transpersonal se afirma que existe un amplio espectro de estados alterados de consciencia, que algunos son potencialmente útiles y funcionalmente específicos (es decir, que poseen algunas funciones no accesibles en el estado habitual, pero carecen de otras) y que algunos de ellos son estados verdaderamente “superiores”. Superior se usa aquí en el sentido de Tart, que significa que poseen todas las propiedades y potencialidades de los estados inferiores, más algunas adicionales. Además, una vasta bibliografía proveniente de diversas culturas y disciplinas del crecimiento da testimonio de que tales estados superiores son alcanzables. Por otra parte, el punto de vista tradicional en Occidente sostiene que no existe más que una gama limitada de estados, por ejemplo, la vigilia, el sueño, la embriaguez, el delirio. Aparte de ello, a casi todos los estados alterados se los considera nocivos y se ve en la “normalidad” la situación óptima.
Si nuestro estado habitual se considera a partir de un contexto expandido, de ello resultan algunas implicaciones inesperadas. El modelo tradicional define la psicosis como una percepción de la realidad que, además de estar deformada, no reconoce la deformación. Visto desde la perspectiva de este modelo de múltiples estados, el nuestro habitual satisface esta definición en tanto que es sub-óptimo, ofrece una percepción deformada de la realidad y no alcanza a reconocer esa deformación. De hecho, cualquier estado de consciencia es necesariamente limitado y sólo relativamente real. De aquí que, desde esa perspectiva más amplia, se pueda definir la psicosis como un estar apegado a, o encontrarse atrapado en, un solo estado de consciencia, cualquiera que sea.
Como cada estado de consciencia no revela más que su propia imagen de la realidad, de ello se sigue que la realidad tal como la conocemos (y esa es la única forma en que la conocemos) también es sólo relativamente real. Dicho de otra manera, la psicosis es el apego a cualquier realidad aislada. Con palabras de Ram Dass:
“Crecemos con un plano de existencia al cual llamamos real. Nos identificamos totalmente con esa realidad como algo absoluto y desechamos las experiencias que no son congruentes con ella. “
Lo que Einstein demostró en física es igualmente válido en todos los demás aspectos del cosmos: toda realidad es relativa. Cada realidad es válida sólo dentro de determinados límites; no es más que una versión posible de la manera de ser de las cosas. Hay siempre múltiples versiones de la realidad. Despertarse de cualquier realidad aislada es reconocer que su realidad es relativa.
De tal modo, la realidad que percibimos refleja nuestro propio estado de consciencia, y jamás podemos explorar la realidad sin hacer al mismo tiempo una exploración de nosotros mismos, no sólo porque somos, sino también porque creamos, la realidad que exploramos.

El condicionamiento
Respecto del condicionamiento, el enfoque transpersonal sostiene que la gente está mucho más encerrada y atrapada en su condicionamiento de lo que se da cuenta, pero que es posible liberarse de él. El objetivo de la psicoterapia transpersonal es esencialmente sacar a la consciencia de esa tiranía condicionada de la mente, una meta que se describe con más detalle en el epígrafe dedicado a la identidad.
Una de las formas de condicionamiento que las disciplinas orientales han estudiado en detalle es el apego. El apego se vincula íntimamente al deseo y significa que el resultado del no cumplimiento del deseo será dolor. Por consiguiente, el apego desempeña un importante papel en la causa del sufrimiento, y para la cesación de este es fundamental la renuncia al apego.
Siempre hay apego. La asociación con él trae desdicha interminable. Mientras seguimos apegados, seguimos poseídos; y estar poseído significa la existencia de algo más fuerte que uno mismo.
El apego no se limita a los objetos o personas externos. Además de las formas familiares de apego a las posesiones materiales, a determinadas relaciones y al status quo dominante, puede haber apegos igualmente intensos a una determinada imagen de sí mismo, a un modelo de comportamiento o a un proceso psicológico. Entre los apegos más fuertes que observan las disciplinas de la consciencia están los que nos ligan al sufrimiento y a la sensación de indignidad. En la medida en que creamos que nuestra identidad se deriva de nuestros roles, de nuestros problemas, de nuestras relaciones o del contenido de la consciencia, el apego resultará reforzado por la zozobra de la supervivencia personal. “Si renuncio a mis apegos, ¿quién seré y qué seré?”
La personalidad
La mayor parte de las psicologías anteriores han concedido un lugar central a la personalidad y, de hecho, muchas teorías psicológicas sostienen que las personas son su personalidad. Es interesante señalar que el título que más comúnmente han recibido libros sobre la salud y el bienestar psicológico ha sido The Healthy Personality (La personalidad sana). Por lo común se ha considerado que la salud es algo que implica principalmente una modificación de la personalidad. Sin embargo, desde una perspectiva transpersonal, a la personalidad se le concede relativamente menos importancia. Se la ve más bien como un solo aspecto del ser, con el cual el individuo puede identificarse pero sin que sea necesario que lo haga. En cuanto a la salud, se considera que implica principalmente un distanciarse de la identificación exclusiva con la personalidad, más que una modificación de ella.
De manera semejante, el drama o la historia personal que cada uno, hombre o mujer, puede contar de sí mismo se enfoca también desde un ángulo diferente. De acuerdo con Fadiman, los dramas personales son un lujo innecesario que se introduce en un funcionamiento pleno y armónico. Son parte de nuestro bagaje emocional y generalmente para una persona es benéfico alcanzar cierto grado de desapego o desidentificación respecto de sus propios dramas y de los dramas personales ajenos.
La identidad
Es un concepto al que se asigna importancia decisiva y que conceptualmente se extiende más allá de los límites que son tradicionales en Occidente. Las psicologías tradicionales han reconocido la identificación con los objetos externos y la han definido como un proceso inconsciente en el cual el individuo se asemeja a alguna cosa o siente como alguna otra persona. Las psicologías transpersonales y las orientales también reconocen la identificación externa, pero sostienen que la identificación con procesos y fenómenos internos (intrapsíquicos) es aún más importante. Aquí se define la identificación como el proceso en virtud del cual algo es vivenciado como el sí mismo. Además, este tipo de identificación pasa inadvertido para la mayoría de nosotros, incluyendo psicólogos, terapeutas y estudiosos de la conducta, dada la gran medida en que nos afecta a todos. Es decir que estamos tan identificados que jamás se nos ocurre siquiera cuestionar aquello que con tal claridad nos parece que somos. Las identificaciones consensualmente validadas pasan inadvertidas porque no se ponen en tela de juicio. Es más, cualquier intento de cuestionarlas puede chocar con considerables resistencias. Los intentos de despertarnos antes de tiempo suelen ser castigados, especialmente por quienes más nos aman. Porque ellos, a quienes Dios bendiga, están dormidos. Piensan que cualquiera que se despierte, o que se dé cuenta de que lo que se toma por realidad es un sueño, se está volviendo loco.
El proceso de desidentificación es de muy amplias proyecciones. La identificación de la consciencia con el contenido mental hace que el individuo no llegue a percatarse del contexto más amplio de la consciencia que abarca este contenido. Si la consciencia se identifica con el contenido mental, este contenido se convierte en el contexto a partir del cual se contempla cualquier otro contenido y experiencia mental. Así, el contenido convertido en contexto interpreta ahora otro contenido y determina el significado, la percepción, la creencia, la motivación y el comportamiento, todo de manera que sea congruente con ese contexto y lo refuerce. Además, el contexto moviliza procesos psicológicos que a su vez lo refuerzan.
Por ejemplo, si el individuo acierta a pensar “estoy asustado”, y al observar ese pensamiento lo ve como lo que es, o sea nada más que otro pensamiento, entonces ejerce poca influencia sobre él. Sin embargo, si se identifica con él, entonces la realidad en ese momento es que el individuo está asustado y es probable que genere toda una serie de ideas y emociones de miedo y se identifique con ellas, que interprete como miedo sentimientos todavía inciertos, que perciba el mundo como atemorizante y que actúe de manera temerosa. Es decir que la identificación moviliza un proceso profético que se auto realiza, en virtud del cual la vivencia y los procesos psicológicos validan la realidad de aquello con lo cual el sujeto estaba identificado. A la persona identificada con la idea de “estoy asustado” le parece que todo demuestra la realidad y la validez de su miedo. Recuérdese que la identificación hace que la persona no se percate del hecho de que su percepción emana de la idea de “estoy asustado”, porque ahora esta idea no es algo que se puede ver, sino más bien aquello a partir de lo cual se ve y se interpreta todo lo demás. La consciencia, que podría ser trascendente y estar más allá de cualquier toma de posición, se ha visto ahora restringida a considerar el mundo desde una única perspectiva que se auto valida. Es similar al proceso que se da con los modelos no reconocidos, tal como lo describimos antes. “Estamos dominados por todo aquello con lo cual nuestro ser se identifica. Podemos dominar y controlar todo aquello de lo cual nos desidentificamos. En tanto que estamos identificados con un objeto, eso es servidumbre”.
Es probable que las ideas y creencias constituyan los operadores o algoritmos que construyen, median, guían y mantienen la restricción identificatoria de la consciencia y actúan como modelos limitadores de quienes creemos ser. Como tales, deben estar abiertos a la identificación con el fin de permitir el crecimiento. Es posible que las creencias sean adoptadas como decisiones estratégicas y defensivas referentes a quiénes y qué debemos ser para sobrevivir y funcionar de manera óptima.
Cuando se recuerda que por lo común la mente está llena de ideas con las cuales nos identificamos sin saberlo, se hace obvio que nuestro estado de consciencia habitual es un estado en el que nos encontramos, literalmente, hipnotizados. Como en cualquier estado hipnótico, no es necesario que haya reconocimiento alguno del trance ni de la restricción de la consciencia que lo acompaña, ni tampoco recuerdo de la sensación de identidad previa a la hipnosis. Mientras estamos en trance, lo que pensamos que somos son las ideas con las cuales nos identificamos. O dicho de otra manera, los pensamientos de los cuales todavía no nos hemos desidentificado crean nuestro estado de consciencia, nuestra identidad y nuestra realidad.
Somos lo que pensamos.
Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos hacemos el mundo. (Buda).
Sostenemos el mundo con nuestro diálogo interno. Los mecanismos generales subyacentes en la naturaleza hipnótica de nuestro estado habitual son probablemente similares en todos nosotros, aunque el contenido varíe entre uno y otro individuo y entre una y otra cultura. Dentro de las culturas se tiende a inculcar enérgicamente y a compartir las creencias y las realidades.
Lo que es inconsciente y lo que es consciente depende de la estructura de la sociedad y de las pautas de sentimientos y de pensamientos que esta produce. El efecto de la sociedad no se limita a atiborrarnos la consciencia de ficciones, sino que además nos impide la percatación de la realidad. Cada sociedad determina las formas de percatación. Este sistema funciona, por así decirlo, como un filtro socialmente condicionado; no puede haber percatación de la vivencia a menos que esta pueda atravesar el filtro.
Visto desde este ángulo, parece que el ego cobrase existencia desde el momento en que la percatación se identifica con el pensamiento, que representa la constelación de pensamientos con los cuales tendemos a identificarnos y que fuera fundamentalmente una ilusión producida por una percatación limitada. Es una idea que da que pensar, tanto respecto de sus implicaciones personales como si consideramos que nuestras psicologías tradicionales de Occidente son psicologías del ego, y por consiguiente, estudios de la ilusión.
La trascendencia de la identificación
La tarea del despertar puede considerarse, pues, desde cierta perspectiva, como una desidentificación progresiva respecto del contenido mental en general y de los pensamientos en particular. Esto se evidencia en prácticas tales como la meditación interiorizadora, en la que se adiestra al estudiante para que observe e identifique con rapidez y decisión todo su contenido mental. Para la mayoría, se trata de un proceso lento y arduo en el cual un refinamiento gradual de la percepción da como resultado que la percatación se vaya despojando de capas o niveles de identificación cada vez más sutiles.
Finalmente, la percatación ya no se identifica exclusivamente con nada. Esto representa un cambio de consciencia radical y duradero conocido con diversos nombres, como iluminación o liberación. Como ya no existe ninguna identificación exclusiva con nada, queda trascendida la dicotomía yo/no yo, y la persona se auto vivencia a la vez como nada y todo. Es a la vez pura percatación (nada) y el universo entero (todo). Al estar identificada al mismo tiempo con ningún sitio y con todos los sitios, en ninguna parte y en todas partes, su vivencia es la de haber trascendido el espacio y la ubicación.
Una trascendencia similar se da con el tiempo. La mente está en un fluir constante. En los niveles de percepción más sensibles que es dable alcanzar mediante un adiestramiento perceptivo como la meditación, se ve la totalidad de la mente, y, por lo tanto, la totalidad del universo fenoménico, en movimiento y cambio continuos; cada objeto de la percatación emerge del vacío, entra en la percepción y vuelve a desaparecer en ínfimas fracciones de segundo. Tal es el reconocimiento fundamental de la enseñanza budista de la impermanencia, esto es, que todo cambia, que nada sigue siendo lo mismo. Darse cuenta de ello puede convertirse en una de las principales fuerzas que estimule a los meditadores avanzados a trascender todos los procesos mentales y alcanzar el estado, inmutable e incondicionado, del nirvana.
En este estado final de percatación pura, como ya no hay identificación con la mente, no hay sensación de estar identificado con el cambio. El tiempo es una función del cambio, y de esto resulta una experiencia de estar fuera del tiempo, o de trascenderlo, que se vivencia como eternidad, la eternidad del ahora inmutable, y a partir de esta perspectiva se percibe al tiempo como un producto ilusorio de la identificación.
El tiempo es de tu propia hechura
Y su reloj late en tu cabeza
En el momento en que detengas el pensamiento
También el tiempo se detiene
Los contenidos y los procesos mentales se dan en buena medida como resultados del condicionamiento, hecho que reconocen tanto las psicologías de Occidente como las no occidentales. La identificación con tales contenidos da por resultado la experiencia de un sí mismo que está controlado por el condicionamiento. Una vez que esta identificación queda trascendida, lo están igualmente los efectos del condicionamiento. Por la mente pasan aún emociones y pensamientos condicionados, pero al no identificarse con ellos ahora se puede vivenciar la percatación como incondicionada.
La vivencia de la percatación pura incondicionada es evidentemente una vivencia de beatitud que la tradición hindú describe como integrada por sat-chit-ananda: existencia, consciencia y beatitud. Si no hay identificación con emociones y pensamientos dolorosos, no hay vivencia del sufrimiento. Así, vista desde esta perspectiva, la causa del sufrimiento es la identificación.
Liberada de las identificaciones y contextos inconscientes que la deforman y limitan, la percatación es ahora capaz de una percepción clara y precisa. De aquí que en el budismo tibetano se diga de ella que es un “espejo cristalino”, porque refleja clara y fielmente la realidad. Además, al no haber identificación exclusiva, el espejo y lo que este percibe, el sujeto y el objeto, son percibidos como una y la misma cosa. La percatación se percibe ahora como aquello que antes miraba, porque el observador o ego, que era un producto ilusorio de la identificación, no es ya vivenciado como una entidad separada.
Además, como una persona en este estado se auto vivencia como pura percatación en unidad con todo, sin ser con todo cosa alguna, cada persona se auto vivencia también como exactamente lo mismo que, o idéntica a, todas las demás personas. Si se parte de este estado de consciencia, las palabras con que los místicos proclaman que “somos uno” tienen perfecto sentido como experiencia literal. Si no hay nada que exista salvo el propio sí mismo, la idea de hacer daño a “otros” no tiene sentido alguno y se dice que una ocurrencia tal ni siquiera se da. En lo que se refiere a los otros, las expresiones naturales de este estado son más bien el amor y la compasión.
Las descripciones de la vivencia de este estado aclaran que para la mayoría de nosotros estas experiencias sólo son conocidas en momentos de visión interior trascendente que se dan en las experiencias cumbre. Así pues, nuestra capacidad de comprensión se halla limitada por las restricciones de la comunicación entre estados y por la falta de experiencia directa. De aquí que las descripciones de estos estados hayan de ser parcialmente incomprensibles para el resto de nosotros y resulten imposibles de interpretar a partir de los marcos de referencia de la psicología tradicional. Entonces es muy fácil desdeñar superficialmente tales fenómenos como algo disparatado o hasta patológico, error que han cometido incluso algunos de los profesionales de la salud mental más destacados de Occidente. Pues bien, el modelo transpersonal intenta, por primera vez, ofrecer un marco de referencia psicológico capaz de abarcar las vivencias y las disciplinas religiosas.

En la medida en que las personas que se encuentran en el estado de consciencia conocido como iluminación se auto vivencian como pura percatación, como todo y nada, como el universo entero, incondicionado, inmutable, eterno y en unidad con todos los otros, se auto vivencian también en su unidad con Dios. Aquí, Dios no implica ninguna persona o cosa que esté “fuera”, sino más bien la vivencia directa de ser todo lo que existe. En las profundidades más hondas de la psique humana, cuando se han abandonado todas las identificaciones limitadoras, la percatación no encuentra límites a la identidad y se auto vivencia directamente como aquello que trasciende los límites del tiempo o del espacio, aquello a lo cual la humanidad ha llamado tradicionalmente Dios. “Para mí, Dios es una palabra que se usa para señalar nuestra subjetividad inefable, los inimaginables potenciales que hay dentro de cada uno de nosotros”.
Así pues, en los más altos niveles del bienestar psicológico el modelo transpersonal sólo puede señalar aquello que está más allá de ambos modelos y de lo personal.
Autores: Roger N. Walsh y Frances Vaughan
Traducido y extractado por Matilde Fernández de What is a Person?- New Realities.
Fuente: http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=967 Click Here to Read More..
Las dimensiones principales de este modelo son la consciencia, el condicionamiento, la personalidad y la identidad. Bajo estos encabezamientos resumiremos lo que nos parece representativo de los principios básicos de un modelo transpersonal, y compararemos con ellos los supuestos tradicionales de Occidente.
La consciencia
Este modelo transpersonal considera que la consciencia es la dimensión central que sirve de base y de contexto a toda experiencia. Respecto de la consciencia, las psicologías tradicionales de Occidente han mantenido diferentes posiciones, que van desde el conductismo, que prefiere ignorarla, dadas las dificultades que plantea su investigación objetiva, hasta los enfoques psicodinámicos y humanistas, que la reconocen pero que generalmente prestan más atención a los contenidos que a la consciencia per se, como contexto de la experiencia.
Un modelo transpersonal considera nuestra consciencia habitual como un estado restringido por una actitud defensiva. Este estado habitual se encuentra inundado, en medida tan notable como poco reconocida, por un flujo continuo de pensamientos y fantasías, en gran parte incontrolables, que responden a nuestras necesidades y defensas. Con palabras de Ram Dass: “Todos somos prisioneros de nuestra mente. Darse cuenta de esto es el primer paso en el viaje de la liberación.”
La consciencia óptima se considera como un estado considerablemente más amplio y potencialmente accesible en cualquier momento, a condición de que se pueda relajar la contracción defensiva. Por lo tanto, la perspectiva fundamental en crecimiento señala la necesidad de abandonar esa contracción defensiva y apartar los obstáculos que se oponen al reconocimiento de esa potencialidad de expansión siempre presente, aquietando la mente y reduciendo la deformación perceptiva.
La tarea fundamental que da la clave de muchas realizaciones es el silencio de la mente. En verdad, cuando se detiene el mecanismo mental se hace toda clase de descubrimientos, y el primero es que si la capacidad de pensar es un don notable, la capacidad de no pensar lo es aún más.
Desde la perspectiva transpersonal se afirma que existe un amplio espectro de estados alterados de consciencia, que algunos son potencialmente útiles y funcionalmente específicos (es decir, que poseen algunas funciones no accesibles en el estado habitual, pero carecen de otras) y que algunos de ellos son estados verdaderamente “superiores”. Superior se usa aquí en el sentido de Tart, que significa que poseen todas las propiedades y potencialidades de los estados inferiores, más algunas adicionales. Además, una vasta bibliografía proveniente de diversas culturas y disciplinas del crecimiento da testimonio de que tales estados superiores son alcanzables. Por otra parte, el punto de vista tradicional en Occidente sostiene que no existe más que una gama limitada de estados, por ejemplo, la vigilia, el sueño, la embriaguez, el delirio. Aparte de ello, a casi todos los estados alterados se los considera nocivos y se ve en la “normalidad” la situación óptima.
Si nuestro estado habitual se considera a partir de un contexto expandido, de ello resultan algunas implicaciones inesperadas. El modelo tradicional define la psicosis como una percepción de la realidad que, además de estar deformada, no reconoce la deformación. Visto desde la perspectiva de este modelo de múltiples estados, el nuestro habitual satisface esta definición en tanto que es sub-óptimo, ofrece una percepción deformada de la realidad y no alcanza a reconocer esa deformación. De hecho, cualquier estado de consciencia es necesariamente limitado y sólo relativamente real. De aquí que, desde esa perspectiva más amplia, se pueda definir la psicosis como un estar apegado a, o encontrarse atrapado en, un solo estado de consciencia, cualquiera que sea.
Como cada estado de consciencia no revela más que su propia imagen de la realidad, de ello se sigue que la realidad tal como la conocemos (y esa es la única forma en que la conocemos) también es sólo relativamente real. Dicho de otra manera, la psicosis es el apego a cualquier realidad aislada. Con palabras de Ram Dass:
“Crecemos con un plano de existencia al cual llamamos real. Nos identificamos totalmente con esa realidad como algo absoluto y desechamos las experiencias que no son congruentes con ella. “
Lo que Einstein demostró en física es igualmente válido en todos los demás aspectos del cosmos: toda realidad es relativa. Cada realidad es válida sólo dentro de determinados límites; no es más que una versión posible de la manera de ser de las cosas. Hay siempre múltiples versiones de la realidad. Despertarse de cualquier realidad aislada es reconocer que su realidad es relativa.
De tal modo, la realidad que percibimos refleja nuestro propio estado de consciencia, y jamás podemos explorar la realidad sin hacer al mismo tiempo una exploración de nosotros mismos, no sólo porque somos, sino también porque creamos, la realidad que exploramos.

El condicionamiento
Respecto del condicionamiento, el enfoque transpersonal sostiene que la gente está mucho más encerrada y atrapada en su condicionamiento de lo que se da cuenta, pero que es posible liberarse de él. El objetivo de la psicoterapia transpersonal es esencialmente sacar a la consciencia de esa tiranía condicionada de la mente, una meta que se describe con más detalle en el epígrafe dedicado a la identidad.
Una de las formas de condicionamiento que las disciplinas orientales han estudiado en detalle es el apego. El apego se vincula íntimamente al deseo y significa que el resultado del no cumplimiento del deseo será dolor. Por consiguiente, el apego desempeña un importante papel en la causa del sufrimiento, y para la cesación de este es fundamental la renuncia al apego.
Siempre hay apego. La asociación con él trae desdicha interminable. Mientras seguimos apegados, seguimos poseídos; y estar poseído significa la existencia de algo más fuerte que uno mismo.
El apego no se limita a los objetos o personas externos. Además de las formas familiares de apego a las posesiones materiales, a determinadas relaciones y al status quo dominante, puede haber apegos igualmente intensos a una determinada imagen de sí mismo, a un modelo de comportamiento o a un proceso psicológico. Entre los apegos más fuertes que observan las disciplinas de la consciencia están los que nos ligan al sufrimiento y a la sensación de indignidad. En la medida en que creamos que nuestra identidad se deriva de nuestros roles, de nuestros problemas, de nuestras relaciones o del contenido de la consciencia, el apego resultará reforzado por la zozobra de la supervivencia personal. “Si renuncio a mis apegos, ¿quién seré y qué seré?”
La personalidad
La mayor parte de las psicologías anteriores han concedido un lugar central a la personalidad y, de hecho, muchas teorías psicológicas sostienen que las personas son su personalidad. Es interesante señalar que el título que más comúnmente han recibido libros sobre la salud y el bienestar psicológico ha sido The Healthy Personality (La personalidad sana). Por lo común se ha considerado que la salud es algo que implica principalmente una modificación de la personalidad. Sin embargo, desde una perspectiva transpersonal, a la personalidad se le concede relativamente menos importancia. Se la ve más bien como un solo aspecto del ser, con el cual el individuo puede identificarse pero sin que sea necesario que lo haga. En cuanto a la salud, se considera que implica principalmente un distanciarse de la identificación exclusiva con la personalidad, más que una modificación de ella.
De manera semejante, el drama o la historia personal que cada uno, hombre o mujer, puede contar de sí mismo se enfoca también desde un ángulo diferente. De acuerdo con Fadiman, los dramas personales son un lujo innecesario que se introduce en un funcionamiento pleno y armónico. Son parte de nuestro bagaje emocional y generalmente para una persona es benéfico alcanzar cierto grado de desapego o desidentificación respecto de sus propios dramas y de los dramas personales ajenos.
La identidad
Es un concepto al que se asigna importancia decisiva y que conceptualmente se extiende más allá de los límites que son tradicionales en Occidente. Las psicologías tradicionales han reconocido la identificación con los objetos externos y la han definido como un proceso inconsciente en el cual el individuo se asemeja a alguna cosa o siente como alguna otra persona. Las psicologías transpersonales y las orientales también reconocen la identificación externa, pero sostienen que la identificación con procesos y fenómenos internos (intrapsíquicos) es aún más importante. Aquí se define la identificación como el proceso en virtud del cual algo es vivenciado como el sí mismo. Además, este tipo de identificación pasa inadvertido para la mayoría de nosotros, incluyendo psicólogos, terapeutas y estudiosos de la conducta, dada la gran medida en que nos afecta a todos. Es decir que estamos tan identificados que jamás se nos ocurre siquiera cuestionar aquello que con tal claridad nos parece que somos. Las identificaciones consensualmente validadas pasan inadvertidas porque no se ponen en tela de juicio. Es más, cualquier intento de cuestionarlas puede chocar con considerables resistencias. Los intentos de despertarnos antes de tiempo suelen ser castigados, especialmente por quienes más nos aman. Porque ellos, a quienes Dios bendiga, están dormidos. Piensan que cualquiera que se despierte, o que se dé cuenta de que lo que se toma por realidad es un sueño, se está volviendo loco.
El proceso de desidentificación es de muy amplias proyecciones. La identificación de la consciencia con el contenido mental hace que el individuo no llegue a percatarse del contexto más amplio de la consciencia que abarca este contenido. Si la consciencia se identifica con el contenido mental, este contenido se convierte en el contexto a partir del cual se contempla cualquier otro contenido y experiencia mental. Así, el contenido convertido en contexto interpreta ahora otro contenido y determina el significado, la percepción, la creencia, la motivación y el comportamiento, todo de manera que sea congruente con ese contexto y lo refuerce. Además, el contexto moviliza procesos psicológicos que a su vez lo refuerzan.
Por ejemplo, si el individuo acierta a pensar “estoy asustado”, y al observar ese pensamiento lo ve como lo que es, o sea nada más que otro pensamiento, entonces ejerce poca influencia sobre él. Sin embargo, si se identifica con él, entonces la realidad en ese momento es que el individuo está asustado y es probable que genere toda una serie de ideas y emociones de miedo y se identifique con ellas, que interprete como miedo sentimientos todavía inciertos, que perciba el mundo como atemorizante y que actúe de manera temerosa. Es decir que la identificación moviliza un proceso profético que se auto realiza, en virtud del cual la vivencia y los procesos psicológicos validan la realidad de aquello con lo cual el sujeto estaba identificado. A la persona identificada con la idea de “estoy asustado” le parece que todo demuestra la realidad y la validez de su miedo. Recuérdese que la identificación hace que la persona no se percate del hecho de que su percepción emana de la idea de “estoy asustado”, porque ahora esta idea no es algo que se puede ver, sino más bien aquello a partir de lo cual se ve y se interpreta todo lo demás. La consciencia, que podría ser trascendente y estar más allá de cualquier toma de posición, se ha visto ahora restringida a considerar el mundo desde una única perspectiva que se auto valida. Es similar al proceso que se da con los modelos no reconocidos, tal como lo describimos antes. “Estamos dominados por todo aquello con lo cual nuestro ser se identifica. Podemos dominar y controlar todo aquello de lo cual nos desidentificamos. En tanto que estamos identificados con un objeto, eso es servidumbre”.
Es probable que las ideas y creencias constituyan los operadores o algoritmos que construyen, median, guían y mantienen la restricción identificatoria de la consciencia y actúan como modelos limitadores de quienes creemos ser. Como tales, deben estar abiertos a la identificación con el fin de permitir el crecimiento. Es posible que las creencias sean adoptadas como decisiones estratégicas y defensivas referentes a quiénes y qué debemos ser para sobrevivir y funcionar de manera óptima.
Cuando se recuerda que por lo común la mente está llena de ideas con las cuales nos identificamos sin saberlo, se hace obvio que nuestro estado de consciencia habitual es un estado en el que nos encontramos, literalmente, hipnotizados. Como en cualquier estado hipnótico, no es necesario que haya reconocimiento alguno del trance ni de la restricción de la consciencia que lo acompaña, ni tampoco recuerdo de la sensación de identidad previa a la hipnosis. Mientras estamos en trance, lo que pensamos que somos son las ideas con las cuales nos identificamos. O dicho de otra manera, los pensamientos de los cuales todavía no nos hemos desidentificado crean nuestro estado de consciencia, nuestra identidad y nuestra realidad.
Somos lo que pensamos.
Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos hacemos el mundo. (Buda).
Sostenemos el mundo con nuestro diálogo interno. Los mecanismos generales subyacentes en la naturaleza hipnótica de nuestro estado habitual son probablemente similares en todos nosotros, aunque el contenido varíe entre uno y otro individuo y entre una y otra cultura. Dentro de las culturas se tiende a inculcar enérgicamente y a compartir las creencias y las realidades.
Lo que es inconsciente y lo que es consciente depende de la estructura de la sociedad y de las pautas de sentimientos y de pensamientos que esta produce. El efecto de la sociedad no se limita a atiborrarnos la consciencia de ficciones, sino que además nos impide la percatación de la realidad. Cada sociedad determina las formas de percatación. Este sistema funciona, por así decirlo, como un filtro socialmente condicionado; no puede haber percatación de la vivencia a menos que esta pueda atravesar el filtro.
Visto desde este ángulo, parece que el ego cobrase existencia desde el momento en que la percatación se identifica con el pensamiento, que representa la constelación de pensamientos con los cuales tendemos a identificarnos y que fuera fundamentalmente una ilusión producida por una percatación limitada. Es una idea que da que pensar, tanto respecto de sus implicaciones personales como si consideramos que nuestras psicologías tradicionales de Occidente son psicologías del ego, y por consiguiente, estudios de la ilusión.
La trascendencia de la identificación
La tarea del despertar puede considerarse, pues, desde cierta perspectiva, como una desidentificación progresiva respecto del contenido mental en general y de los pensamientos en particular. Esto se evidencia en prácticas tales como la meditación interiorizadora, en la que se adiestra al estudiante para que observe e identifique con rapidez y decisión todo su contenido mental. Para la mayoría, se trata de un proceso lento y arduo en el cual un refinamiento gradual de la percepción da como resultado que la percatación se vaya despojando de capas o niveles de identificación cada vez más sutiles.
Finalmente, la percatación ya no se identifica exclusivamente con nada. Esto representa un cambio de consciencia radical y duradero conocido con diversos nombres, como iluminación o liberación. Como ya no existe ninguna identificación exclusiva con nada, queda trascendida la dicotomía yo/no yo, y la persona se auto vivencia a la vez como nada y todo. Es a la vez pura percatación (nada) y el universo entero (todo). Al estar identificada al mismo tiempo con ningún sitio y con todos los sitios, en ninguna parte y en todas partes, su vivencia es la de haber trascendido el espacio y la ubicación.
Una trascendencia similar se da con el tiempo. La mente está en un fluir constante. En los niveles de percepción más sensibles que es dable alcanzar mediante un adiestramiento perceptivo como la meditación, se ve la totalidad de la mente, y, por lo tanto, la totalidad del universo fenoménico, en movimiento y cambio continuos; cada objeto de la percatación emerge del vacío, entra en la percepción y vuelve a desaparecer en ínfimas fracciones de segundo. Tal es el reconocimiento fundamental de la enseñanza budista de la impermanencia, esto es, que todo cambia, que nada sigue siendo lo mismo. Darse cuenta de ello puede convertirse en una de las principales fuerzas que estimule a los meditadores avanzados a trascender todos los procesos mentales y alcanzar el estado, inmutable e incondicionado, del nirvana.
En este estado final de percatación pura, como ya no hay identificación con la mente, no hay sensación de estar identificado con el cambio. El tiempo es una función del cambio, y de esto resulta una experiencia de estar fuera del tiempo, o de trascenderlo, que se vivencia como eternidad, la eternidad del ahora inmutable, y a partir de esta perspectiva se percibe al tiempo como un producto ilusorio de la identificación.
Y su reloj late en tu cabeza
En el momento en que detengas el pensamiento
También el tiempo se detiene
Los contenidos y los procesos mentales se dan en buena medida como resultados del condicionamiento, hecho que reconocen tanto las psicologías de Occidente como las no occidentales. La identificación con tales contenidos da por resultado la experiencia de un sí mismo que está controlado por el condicionamiento. Una vez que esta identificación queda trascendida, lo están igualmente los efectos del condicionamiento. Por la mente pasan aún emociones y pensamientos condicionados, pero al no identificarse con ellos ahora se puede vivenciar la percatación como incondicionada.
La vivencia de la percatación pura incondicionada es evidentemente una vivencia de beatitud que la tradición hindú describe como integrada por sat-chit-ananda: existencia, consciencia y beatitud. Si no hay identificación con emociones y pensamientos dolorosos, no hay vivencia del sufrimiento. Así, vista desde esta perspectiva, la causa del sufrimiento es la identificación.
Liberada de las identificaciones y contextos inconscientes que la deforman y limitan, la percatación es ahora capaz de una percepción clara y precisa. De aquí que en el budismo tibetano se diga de ella que es un “espejo cristalino”, porque refleja clara y fielmente la realidad. Además, al no haber identificación exclusiva, el espejo y lo que este percibe, el sujeto y el objeto, son percibidos como una y la misma cosa. La percatación se percibe ahora como aquello que antes miraba, porque el observador o ego, que era un producto ilusorio de la identificación, no es ya vivenciado como una entidad separada.
Además, como una persona en este estado se auto vivencia como pura percatación en unidad con todo, sin ser con todo cosa alguna, cada persona se auto vivencia también como exactamente lo mismo que, o idéntica a, todas las demás personas. Si se parte de este estado de consciencia, las palabras con que los místicos proclaman que “somos uno” tienen perfecto sentido como experiencia literal. Si no hay nada que exista salvo el propio sí mismo, la idea de hacer daño a “otros” no tiene sentido alguno y se dice que una ocurrencia tal ni siquiera se da. En lo que se refiere a los otros, las expresiones naturales de este estado son más bien el amor y la compasión.
Las descripciones de la vivencia de este estado aclaran que para la mayoría de nosotros estas experiencias sólo son conocidas en momentos de visión interior trascendente que se dan en las experiencias cumbre. Así pues, nuestra capacidad de comprensión se halla limitada por las restricciones de la comunicación entre estados y por la falta de experiencia directa. De aquí que las descripciones de estos estados hayan de ser parcialmente incomprensibles para el resto de nosotros y resulten imposibles de interpretar a partir de los marcos de referencia de la psicología tradicional. Entonces es muy fácil desdeñar superficialmente tales fenómenos como algo disparatado o hasta patológico, error que han cometido incluso algunos de los profesionales de la salud mental más destacados de Occidente. Pues bien, el modelo transpersonal intenta, por primera vez, ofrecer un marco de referencia psicológico capaz de abarcar las vivencias y las disciplinas religiosas.

En la medida en que las personas que se encuentran en el estado de consciencia conocido como iluminación se auto vivencian como pura percatación, como todo y nada, como el universo entero, incondicionado, inmutable, eterno y en unidad con todos los otros, se auto vivencian también en su unidad con Dios. Aquí, Dios no implica ninguna persona o cosa que esté “fuera”, sino más bien la vivencia directa de ser todo lo que existe. En las profundidades más hondas de la psique humana, cuando se han abandonado todas las identificaciones limitadoras, la percatación no encuentra límites a la identidad y se auto vivencia directamente como aquello que trasciende los límites del tiempo o del espacio, aquello a lo cual la humanidad ha llamado tradicionalmente Dios. “Para mí, Dios es una palabra que se usa para señalar nuestra subjetividad inefable, los inimaginables potenciales que hay dentro de cada uno de nosotros”.
Así pues, en los más altos niveles del bienestar psicológico el modelo transpersonal sólo puede señalar aquello que está más allá de ambos modelos y de lo personal.
Autores: Roger N. Walsh y Frances Vaughan
Traducido y extractado por Matilde Fernández de What is a Person?- New Realities.
Fuente: http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=967 Click Here to Read More..
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Psicología transpersonal
La Psicología Transpersonal
El denominador común de los fenómenos transpersonales es una sensación de que la consciencia se ha extendido más allá de las barreras normales del ego y ha trascendido las limitaciones del tiempo y el espacio. En los estados ordinarios de consciencia nos experimentamos a nosotros mismos como seres que existen dentro de los límites del cuerpo físico y nuestra percepción del entorno está limitada por el alcance de nuestros órganos sensoriales. Podemos recordar el pasado y anticipar acontecimientos futuros o fantasear sobre ellos; sin embargo, el pasado y el futuro no resultan accesibles a la experiencia directa.
En las experiencias transpersonales parece trascenderse una o más de las limitaciones usuales. Estas experiencias pueden dividirse en tres grandes categorías:
1.- En los estados de consciencia no ordinarios, mucha gente experimenta episodios muy concretos y realistas que ellos mismos identifican como «recuerdos» fetales o embrionarios. No es extraño, en tales circunstancias, experimentar a nivel de la consciencia celular, una identificación con el esperma y el óvulo en el momento de la concepción. Algunas veces la regresión histórica va más allá, y el individuo tiene una convencida sensación de revivir recuerdos de sus antepasados o procedentes de la memoria del inconsciente racial o colectivo. En ocasiones, algunas personas tienen una marcada sensación de revivir episodios dramáticos de encarnaciones anteriores.
2.- Las experiencias transpersonales que implican trascendencia de las barreras espaciales parecen indicar que las fronteras entre el individuo y el resto del universo no son fijas ni absolutas. En circunstancias especiales, es posible identificarse vivencialmente con cualquier cosa en el universo, incluido el propio cosmos en su totalidad. Aquí se dan experiencias de fusión con otra persona en un estado de unidad dual, o se toma la identidad de otra persona, se sintoniza con la consciencia de un grupo específico de personas, o incluso la propia consciencia alcanza un extremo en que parece abarcar a toda la humanidad.
3.- Un amplio grupo de experiencias transpersonales parece llevar la extensión de la consciencia más allá del mundo fenoménico y de la continuidad espacio-tiempo tal como lo percibimos en la vida cotidiana. Aquí podemos situar numerosas visiones de personajes y temas arquetípicos, encuentros con deidades y demonios de varias culturas, y secuencias mitológicas complejas. Otros ejemplos son relatos de apariciones de los espíritus de personas ya fallecidas, de entidades supra humanas o de habitantes de otros universos. Entre las experiencias más interesantes de esta categoría encontramos visiones de modelos arquetípicos abstractos y símbolos universales - la cruz, el yin-yang, la svástika, el pentágono, la estrella de seis puntas - que a menudo van acompañados de la percepción profunda de su significado. Muchas personas han descrito también experiencias relacionadas con las energías del cuerpo sutil (etérico) que conocemos por la literatura mística y esotérica: la corriente de energía chi a través de los meridianos tal como lo describe la antigua medicina china, el despertar de la kundalini, la activación de distintos centros de energía psíquica o chakras, y visiones de auras de colores. En el límite de su alcance, la consciencia individual puede identificarse con la Consciencia Cósmica o la Mente Universal. La experiencia máxima parece ser la identificación con el Vacío Supra cósmico y Meta cósmico, la misteriosa vacuidad primordial -la «nada»- que es consciente de sí misma y contiene toda la existencia en forma germinal y potencial.
Las experiencias transpersonales hacen pedazos los presupuestos más básicos de la ciencia materialista y de la visión mecanicista del mundo. Los investigadores que han estudiado seriamente estos fenómenos han comprendido que los intentos de la psiquiatría tradicional por descartarlos - considerándolos productos irrelevantes de la imaginación, o fantasmagorías erráticas generadas por procesos patológicos del cerebro - son superficiales e inadecuados.
A pesar de que las experiencias transpersonales se dan en el proceso de autoexploración profunda, parecen beber directamente, sin la mediación de órganos sensoriales, de fuentes de información que se encuentran claramente fuera del alcance del individuo, tal como se lo define convencionalmente.
Las experiencias que tienen que ver con los antepasados, la memoria racial y colectiva en el sentido junguiano, y los recuerdos de encarnaciones pasadas, brindan frecuentemente detalles bastante específicos sobre la arquitectura, las costumbres, las armas, el arte, la estructura social y las prácticas religiosas de la cultura y del período correspondiente, o incluso sobre acontecimientos históricos concretos.
Existe otro interesante grupo de fenómenos transpersonales que frecuentemente pueden comprobarse e incluso investigarse experimentalmente. A ese grupo pertenecen la telepatía, la diagnosis psíquica, la clarividencia, la clariaudiencia, la precognición, la psicometría, el desdoblamiento, y otros ejemplos de percepción extrasensorial, Este es el único grupo de fenómenos transpersonales que en el pasado se ha venido tratando ocasionalmente en círculos académicos, aunque con afán de descalificarlos.
Desde una perspectiva más amplia, no hay razón para clasificar los llamados
«fenómenos paranormales» en una categoría especial. Muchos otros tipos de
experiencias transpersonales implican, de manera bastante tipificada, el acceso a nuevas informaciones sobre el universo a través de canales extrasensoriales, Las barreras entre la psicología y la parapsicología desaparecen, o se hacen un tanto arbitrarias cuando se reconoce la existencia del ámbito transpersonal.
El desafío filosófico asociado con estas observaciones se ve aun aumentado por el hecho de que, en los estados de consciencia no ordinarios, las experiencias transpersonales que reflejan correctamente el mundo material aparecen con la misma continuidad y se encuentran íntimamente entretejidas con otras cuyo contenido, según la visión occidental del mundo, no forma parte de la realidad objetiva. En este contexto podemos mencionar los arquetipos junguianos: el mundo de las deidades, demonios, semidioses, superhéroes, y complejas secuencias mitológicas, legendarias y de cuentos de hadas. Estas experiencias pueden incluso comunicar informaciones exactas y nuevas sobre el simbolismo religioso, el folclore y las estructuras míticas de varias culturas acerca de las cuales el sujeto no tenía previamente ningún conocimiento.
La capacidad de las experiencias transpersonales para comunicar información intuitiva instantánea sobre cualquier aspecto del universo en el presente, el pasado y el futuro, quebranta algunos de los más básicos supuestos de la ciencia mecanicista. Estas experiencias contienen nociones tan aparentemente absurdas como la relatividad y la arbitrariedad de todas las barreras físicas, las conexiones no locales en el universo, la comunicación a través de medios y canales desconocidos, la memoria sin un sustrato material, la no linealidad del tiempo, o la consciencia asociada con todos los organismos vivientes.
Muchas experiencias transpersonales implican acontecimientos del microcosmos y del macrocosmos - esferas que no pueden ser directamente alcanzadas por los sentidos humanos - o de períodos que históricamente preceden al origen del sistema solar, a la formación del planeta Tierra, a la aparición de organismos vivos, al desarrollo del sistema nervioso central y al surgimiento del Homo sapiens. Esto implica claramente que, de un modo todavía inexplicado, cada ser humano contiene información sobre el universo entero o sobre toda la existencia, tiene en potencia acceso experiencial a todas sus partes y, en cierto sentido, es todo el tejido cósmico, en la misma medida en que es justamente una parte infinitesimal de él, una entidad biológica separada e insignificante.
Los fenómenos transpersonales revelan entre el individuo y el cosmos conexiones que por ahora permanecen más allá de toda comprensión. Todo lo que podemos decir es que, en algún lugar del proceso de confrontación con el nivel perinatal de la psique, aparece algo así como una extraña cinta de Moebius cualitativa, a través de la cual la autoexploración profunda del inconsciente se convierte en una aventura en el universo global.
Como lo ha demostrado Ken Wilber en sus escritos, la introducción de las experiencias transpersonales en la psicología crea un puente entre la ciencia occidental y la filosofía perenne. Además arroja nueva luz sobre muchos problemas de la historia, la antropología, sociología, psicología, psiquiatría, filosofía y religiones comparadas.
Si bien la naturaleza de las experiencias transpersonales es incompatible con la ciencia mecanicista, puede integrarse perfectamente en los desarrollos revolucionarios de varias disciplinas científicas que algunos han calificado de paradigma naciente. Entre las disciplinas y conceptos que han contribuido significativamente a este cambio drástico de la visión científica del mundo están la física cuántico-relativista, la astrofísica, la cibernética, las teorías de la información de sistemas, la teoría de Sheldrake sobre la resonancia mórfica, el estudio de Prigogine sobre las estructuras disipativas y el orden por fluctuación, la teoría de David Bohnn sobre el holomovimiento, y el modelo holográfico del cerebro creado por Karl Pribram.
Este modelo de la mente presenta una importancia crucial para todo enfoque serio de fenómenos como los estados psicodélicos, el chamanismo, la religión, el misticismo, los ritos de paso, la mitología, la parapsicología, la tanatología, y la psicosis. Además, tiene implicaciones revolucionarias para la comprensión de la psicopatología y ofrece nuevas posibilidades terapéuticas que la psiquiatría tradicional nunca soñó.
Más Información:
Bohm., David,- La Totalidad y el Orden Implicado.- Kairós
Grof, Stanislav.- La Mente Holotrópica.- Kairós.
Grof, Stanislav.- El Poder Curativo de las Crisis.- Kairós,
Grof, Stanislav.- La Evolución de la Conciencia.- Kairós,
Pribram, Karl .- Biología del Aprendizaje.- Paidós.
Sheldrake, Rupert.- Una Nueva Ciencia de la Vida.- Kairós.
Sheldrake, Rupert.- La Presencia del Pasado.- Kairós,
Wilber, Ken.- La Conciencia sin Fronteras.- Kairós.
Autor: Stanislav Grof
Extractado por Farid Azael de S. Grof.- Psicología Transpersonal.- Kairós.
Este artículo fue publicado en el Nº 10 de la Revista Alcione.
Fuente: http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=767 Click Here to Read More..
En las experiencias transpersonales parece trascenderse una o más de las limitaciones usuales. Estas experiencias pueden dividirse en tres grandes categorías:
1.- En los estados de consciencia no ordinarios, mucha gente experimenta episodios muy concretos y realistas que ellos mismos identifican como «recuerdos» fetales o embrionarios. No es extraño, en tales circunstancias, experimentar a nivel de la consciencia celular, una identificación con el esperma y el óvulo en el momento de la concepción. Algunas veces la regresión histórica va más allá, y el individuo tiene una convencida sensación de revivir recuerdos de sus antepasados o procedentes de la memoria del inconsciente racial o colectivo. En ocasiones, algunas personas tienen una marcada sensación de revivir episodios dramáticos de encarnaciones anteriores.
2.- Las experiencias transpersonales que implican trascendencia de las barreras espaciales parecen indicar que las fronteras entre el individuo y el resto del universo no son fijas ni absolutas. En circunstancias especiales, es posible identificarse vivencialmente con cualquier cosa en el universo, incluido el propio cosmos en su totalidad. Aquí se dan experiencias de fusión con otra persona en un estado de unidad dual, o se toma la identidad de otra persona, se sintoniza con la consciencia de un grupo específico de personas, o incluso la propia consciencia alcanza un extremo en que parece abarcar a toda la humanidad.
3.- Un amplio grupo de experiencias transpersonales parece llevar la extensión de la consciencia más allá del mundo fenoménico y de la continuidad espacio-tiempo tal como lo percibimos en la vida cotidiana. Aquí podemos situar numerosas visiones de personajes y temas arquetípicos, encuentros con deidades y demonios de varias culturas, y secuencias mitológicas complejas. Otros ejemplos son relatos de apariciones de los espíritus de personas ya fallecidas, de entidades supra humanas o de habitantes de otros universos. Entre las experiencias más interesantes de esta categoría encontramos visiones de modelos arquetípicos abstractos y símbolos universales - la cruz, el yin-yang, la svástika, el pentágono, la estrella de seis puntas - que a menudo van acompañados de la percepción profunda de su significado. Muchas personas han descrito también experiencias relacionadas con las energías del cuerpo sutil (etérico) que conocemos por la literatura mística y esotérica: la corriente de energía chi a través de los meridianos tal como lo describe la antigua medicina china, el despertar de la kundalini, la activación de distintos centros de energía psíquica o chakras, y visiones de auras de colores. En el límite de su alcance, la consciencia individual puede identificarse con la Consciencia Cósmica o la Mente Universal. La experiencia máxima parece ser la identificación con el Vacío Supra cósmico y Meta cósmico, la misteriosa vacuidad primordial -la «nada»- que es consciente de sí misma y contiene toda la existencia en forma germinal y potencial.
Las experiencias transpersonales hacen pedazos los presupuestos más básicos de la ciencia materialista y de la visión mecanicista del mundo. Los investigadores que han estudiado seriamente estos fenómenos han comprendido que los intentos de la psiquiatría tradicional por descartarlos - considerándolos productos irrelevantes de la imaginación, o fantasmagorías erráticas generadas por procesos patológicos del cerebro - son superficiales e inadecuados.
A pesar de que las experiencias transpersonales se dan en el proceso de autoexploración profunda, parecen beber directamente, sin la mediación de órganos sensoriales, de fuentes de información que se encuentran claramente fuera del alcance del individuo, tal como se lo define convencionalmente.
Las experiencias que tienen que ver con los antepasados, la memoria racial y colectiva en el sentido junguiano, y los recuerdos de encarnaciones pasadas, brindan frecuentemente detalles bastante específicos sobre la arquitectura, las costumbres, las armas, el arte, la estructura social y las prácticas religiosas de la cultura y del período correspondiente, o incluso sobre acontecimientos históricos concretos.
Existe otro interesante grupo de fenómenos transpersonales que frecuentemente pueden comprobarse e incluso investigarse experimentalmente. A ese grupo pertenecen la telepatía, la diagnosis psíquica, la clarividencia, la clariaudiencia, la precognición, la psicometría, el desdoblamiento, y otros ejemplos de percepción extrasensorial, Este es el único grupo de fenómenos transpersonales que en el pasado se ha venido tratando ocasionalmente en círculos académicos, aunque con afán de descalificarlos.
Desde una perspectiva más amplia, no hay razón para clasificar los llamados
«fenómenos paranormales» en una categoría especial. Muchos otros tipos de
experiencias transpersonales implican, de manera bastante tipificada, el acceso a nuevas informaciones sobre el universo a través de canales extrasensoriales, Las barreras entre la psicología y la parapsicología desaparecen, o se hacen un tanto arbitrarias cuando se reconoce la existencia del ámbito transpersonal.
El desafío filosófico asociado con estas observaciones se ve aun aumentado por el hecho de que, en los estados de consciencia no ordinarios, las experiencias transpersonales que reflejan correctamente el mundo material aparecen con la misma continuidad y se encuentran íntimamente entretejidas con otras cuyo contenido, según la visión occidental del mundo, no forma parte de la realidad objetiva. En este contexto podemos mencionar los arquetipos junguianos: el mundo de las deidades, demonios, semidioses, superhéroes, y complejas secuencias mitológicas, legendarias y de cuentos de hadas. Estas experiencias pueden incluso comunicar informaciones exactas y nuevas sobre el simbolismo religioso, el folclore y las estructuras míticas de varias culturas acerca de las cuales el sujeto no tenía previamente ningún conocimiento.
La capacidad de las experiencias transpersonales para comunicar información intuitiva instantánea sobre cualquier aspecto del universo en el presente, el pasado y el futuro, quebranta algunos de los más básicos supuestos de la ciencia mecanicista. Estas experiencias contienen nociones tan aparentemente absurdas como la relatividad y la arbitrariedad de todas las barreras físicas, las conexiones no locales en el universo, la comunicación a través de medios y canales desconocidos, la memoria sin un sustrato material, la no linealidad del tiempo, o la consciencia asociada con todos los organismos vivientes.
Muchas experiencias transpersonales implican acontecimientos del microcosmos y del macrocosmos - esferas que no pueden ser directamente alcanzadas por los sentidos humanos - o de períodos que históricamente preceden al origen del sistema solar, a la formación del planeta Tierra, a la aparición de organismos vivos, al desarrollo del sistema nervioso central y al surgimiento del Homo sapiens. Esto implica claramente que, de un modo todavía inexplicado, cada ser humano contiene información sobre el universo entero o sobre toda la existencia, tiene en potencia acceso experiencial a todas sus partes y, en cierto sentido, es todo el tejido cósmico, en la misma medida en que es justamente una parte infinitesimal de él, una entidad biológica separada e insignificante.
Los fenómenos transpersonales revelan entre el individuo y el cosmos conexiones que por ahora permanecen más allá de toda comprensión. Todo lo que podemos decir es que, en algún lugar del proceso de confrontación con el nivel perinatal de la psique, aparece algo así como una extraña cinta de Moebius cualitativa, a través de la cual la autoexploración profunda del inconsciente se convierte en una aventura en el universo global.
Como lo ha demostrado Ken Wilber en sus escritos, la introducción de las experiencias transpersonales en la psicología crea un puente entre la ciencia occidental y la filosofía perenne. Además arroja nueva luz sobre muchos problemas de la historia, la antropología, sociología, psicología, psiquiatría, filosofía y religiones comparadas.
Si bien la naturaleza de las experiencias transpersonales es incompatible con la ciencia mecanicista, puede integrarse perfectamente en los desarrollos revolucionarios de varias disciplinas científicas que algunos han calificado de paradigma naciente. Entre las disciplinas y conceptos que han contribuido significativamente a este cambio drástico de la visión científica del mundo están la física cuántico-relativista, la astrofísica, la cibernética, las teorías de la información de sistemas, la teoría de Sheldrake sobre la resonancia mórfica, el estudio de Prigogine sobre las estructuras disipativas y el orden por fluctuación, la teoría de David Bohnn sobre el holomovimiento, y el modelo holográfico del cerebro creado por Karl Pribram.
Este modelo de la mente presenta una importancia crucial para todo enfoque serio de fenómenos como los estados psicodélicos, el chamanismo, la religión, el misticismo, los ritos de paso, la mitología, la parapsicología, la tanatología, y la psicosis. Además, tiene implicaciones revolucionarias para la comprensión de la psicopatología y ofrece nuevas posibilidades terapéuticas que la psiquiatría tradicional nunca soñó.
Más Información:
Bohm., David,- La Totalidad y el Orden Implicado.- Kairós
Grof, Stanislav.- La Mente Holotrópica.- Kairós.
Grof, Stanislav.- El Poder Curativo de las Crisis.- Kairós,
Grof, Stanislav.- La Evolución de la Conciencia.- Kairós,
Pribram, Karl .- Biología del Aprendizaje.- Paidós.
Sheldrake, Rupert.- Una Nueva Ciencia de la Vida.- Kairós.
Sheldrake, Rupert.- La Presencia del Pasado.- Kairós,
Wilber, Ken.- La Conciencia sin Fronteras.- Kairós.
Autor: Stanislav Grof
Extractado por Farid Azael de S. Grof.- Psicología Transpersonal.- Kairós.
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Psicología transpersonal
Incluso los Mejores Meditadores Tienen Viejas Heridas que Curar
Para la mayoría de la gente la práctica de la meditación no "sirve para todo". En el mejor de los casos, es una pieza importante de un camino complejo de apertura y despertar.
En la vida espiritual veo gran importancia en poner atención a nuestro lado de la sombra, aquellos aspectos de nosotros mismos y de nuestra práctica de los que hemos permanecido inconscientes. Como maestro de la práctica mental budista conocida como Vipassana, tengo lógicamente una firme creencia en el valor de la meditación. Los retiros intensivos pueden ayudarnos a disolver nuestra ilusión de separación y puedan aportar introspecciones atractivas y ciertos tipos de curación profunda.
Sin embargo, la práctica intensiva de la meditación tiene sus limitaciones. Al hablar acerca de estas limitaciones, quiero hablar no teóricamente,sino directamente desde mi propia experiencia y desde mi corazón.
Algunas personas han llegado a la meditación después de trabajar con psicoterapia tradicional. Aunque encontraron que la terapia tenía su valor, sus limitaciones les llevaron a buscar una práctica espiritual. Para mí fue lo contrario. Mientras me beneficiaba enormemente de la formación que me ofrecieron en los monasterios de Tailandia y Birmania donde practiqué, me di cuenta de dos cosas sorprendentes. En primer lugar, había grandes áreas de dificultad en mi vida, como la soledad, las relaciones de pareja, el trabajo, las heridas de la infancia y patrones de miedo, que ni siquiera la meditación muy profunda tocaron. En segundo lugar, entre las varias docenas de monjes occidentales (y gran cantidad de meditadores asiáticos) que conocí durante mi estancia en Asia, con unas pocas excepciones notables, la mayoría no fueron ayudados por la meditación en grandes áreas de sus vidas. Muchos estaban profundamente heridos, neuróticos, asustados, apenados, y a menudo utilizaban la práctica espiritual para ocultar y evitar partes problemáticas de sí mismos.
Al regresar a Occidente para estudiar psicología clínica y luego empezar a enseñar meditación, observé un fenómeno similar. Al menos la mitad de los estudiantes que venían a los retiros de tres meses no podía hacer las prácticas sencillas de "atención básica" porque tenían una gran cantidad de asuntos pendientes del pasado, heridas, miedo y dolor sin resolver. También tuve la oportunidad de observar al grupo más exitoso de meditadores - incluidos los estudiantes experimentados de Zen y de budismo tibetano - que había desarrollado un fuerte samadhi y un conocimiento profundo en la impermanencia y la falta de egoísmo. Incluso después de muchos retiros intensivos, la mayoría de los meditadores continuó experimentando grandes dificultades y áreas significativas de apego e inconsciencia en sus vidas, incluyendo miedo, dificultad con el trabajo, heridas por relaciones personales y cerrazón de corazones. Se mantenían preguntándose cómo vivir el Dharma y volviendo a retiros de meditación buscando ayuda y curación. Pero la práctica de sentarse por sí misma, con su énfasis en la concentración y el desapego, a menudo les proporcionaba una forma de ocultar, una manera de separar realmente la mente de otras áreas difíciles de su corazón y su cuerpo.
Estos problemas existen también para la mayoría de profesores de Vipassana. Muchos de nosotros hemos llevado vidas muy desintegradas, e incluso después de una práctica profunda y de "experiencias de iluminación" iniciales, nuestra práctica sentada ha dejado inconscientes, temerosas o desconectadas grandes áreas de nuestro ser. Muchos profesores estadounidenses de Vipassana están actualmente, o han estado recientemente, en psicoterapia a fin de abordar estas cuestiones.
Cabe señalar también que una mayoría de los 20 ó más centros más grandes de práctica tibetana, hindú, vipassana y zen en América ha sufrido grandes convulsiones, centradas en los propios profesores (tanto en Asia como en Occidente), relacionadas con problemas de poder, sexo, honestidad y adicciones. Algo está pidiendo ser observado aquí. Si queremos encontrar verdadera liberación y compasión de las que poder aprender.
Algunas conclusiones útiles para nuestra práctica
1. Para la mayoría de las personas, la práctica de la meditación no "sirve para todo". En el mejor de los casos, es una pieza importante de un camino complejo de apertura y despertar. Solía creer que la meditación conducía a las verdades más elevadas, más universales, y que la psicología, la personalidad y nuestras propios "pequeños dramas" eran un reino independiente, inferior. Deseo que funcione así, pero la experiencia y la naturaleza no-dual de la realidad no lo confirman. Si queremos acabar con el sufrimiento y llegar a la libertad final, no podemos mantener separardos estos dos niveles de nuestras vidas.
2. Los diversos compartimentos de nuestras mentes y cuerpos sólo son semipermeables a la conciencia. La conciencia de ciertos aspectos no conlleva automáticamente la de otros, especialmente cuando nuestro miedo y las heridas son profundas. Esto es cierto para todos nosotros, tanto maestros como estudiantes. Así, con frecuencia nos encontramos meditadores que son profundamente conscientes de la respiración o del cuerpo pero son casi totalmente inconscientes de los sentimientos, y otros que comprenden la mente pero no tienen una relación adecuada con el cuerpo.
La consciencia sólo funciona si estamos dispuestos a dirigir la atención a cada área de nuestro sufrimiento. Esto no significa quedar atrapado en nuestras historias personales, como muchos temen, sino aprender a ocuparse de ellas para que realmente nos podamos liberar de los grandes y dolorosos "bloqueos" de nuestro pasado. Esa labor de curación se realiza a menudo mejor en una relación terapéutica con otra persona.
3. La meditación y la práctica espiritual pueden ser utilizadas fácilmente para suprimir y evitar sentimientos o para escapar de áreas difíciles de nuestras vidas. Nuestros dolores son duros al tacto. Muchas personas resisten las raíces personales y psicológicas de su sufrimiento; es tan doloroso experimentar realmente nuestros cuerpos, nuestras historias personales, nuestras limitaciones. Incluso puede ser más difícil que enfrentar el sufrimiento universal que aflora al mantenerse sentado. Tememos el sufrimiento personal y su tristeza porque no hemos aprendido cómo puede servir para nuestra práctica y abrir nuestros corazones.
Tenemos que mirar nuestra vida entera y preguntarnos a nosotros mismos. ¿"Dónde estoy despierto, y qué estoy evitando? ¿Utilizo mi práctica para ocultar? ¿En qué áreas soy consciente, y dónde estoy temeroso, atrapado o falto de libertad?"
4. Hay muchas áreas de crecimiento (dolor y otros asuntos pendientes, comunicación y maduración de las relaciones, la sexualidad y la intimidad, cuestiones profesionales y laborales, ciertos miedos y fobias, heridas precoces, y más) en que una buena terapia occidental es en conjunto mucho más rápida y de más éxito que la meditación. Estos aspectos cruciales de nuestro ser simplemente no pueden ser descritos como "cosas de la personalidad." Freud dijo que quería ayudar a la gente a amar y trabajar. Si no podemos amar bien y aportar una labor significativa a la tierra, entonces, ¿para qué sirve nuestra práctica espiritual? La meditación puede ayudar en estas áreas. Pero si, después de estar sentado un rato, descubre que aún tiene trabajo por hacer, encuentre un buen terapeuta o alguna otra manera para abordar eficazmente estas cuestiones.
Por supuesto, hay muchos terapeutas mediocres y muchos tipos limitados de terapia. Al igual que en la meditación, debe buscar lo mejor. Más allá de las psicoterapias tradicionales de la década de los '40 y los '50, han surgido muchas terapias nuevas con una sólida base espiritual, como la psicosíntesis. Trabajo de respiración reichiano, juegos de arena y toda la variedad de psicologías transpersonales. La mejor terapia, como la mejor práctica de meditación, utiliza la conciencia para curar al corazón y no se ocupa tanto de nuestras historias, como del miedo y el apego y su liberación, aportando claridad a áreas de ilusión, apego y sufrimiento innecesario. A veces, uno puede encontrar las realizaciones más profundas de ausencia de egoísmo y desapego a través de algunos de los métodos de la psicología transpersonal.
5. ¿Significa esto que debamos cambiar la meditación por la psicoterapia? En absoluto. La terapia tampoco es la solución. ¡La consciencia lo es! Y la consciencia crece en espiral. Si busca libertad, lo más importante que puedo decirles es que la práctica espiritual siempre se desarrolla en ciclos. Hay épocas de interiorización en que el silencio es necesario, seguido por épocas de exteriorización para vivir e integrar las realizaciones silenciosas, así como épocas para obtener ayuda de una relación profunda y terapéutica con otra persona. Son fases de la práctica igualmente importantes. No es una cuestión de primero desarrollar el ego y, a continuación, soltarlo. Ambas fases avanzan juntas siempre. Cualquier periodo de práctica puede incluir samadhi y quietud, seguido por nuevos niveles de experimentar las heridas y la historia familiar, seguido por grandes liberaciones, seguido por más problemas personales. Es posible trabajar con todos estos niveles en el contexto de una práctica espiritual. Lo que se necesita es la valentía para hacer frente a la totalidad de lo que aflora. Sólo entonces podemos encontrar la curación profunda que buscamos - para nosotros y para nuestro planeta.
En resumen, tenemos que ampliar nuestro concepto de práctica para incluir toda la vida. Como las imágenes de pastoreo del buey del Zen, el viaje espiritual nos adentra profundamente en el bosque y nos retrocede al mercado una y otra vez, hasta que somos capaces de encontrar la compasión y la salida segura de corazón en cada ámbito.
Autor: Jack Kornfield
Traducción: Dr. 'Abdel'alim Lara.
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