El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail

MUJER SUFI

El recuerdo permanente de la unidad y unicidad de Allah, la Realidad absoluta exige una entrega y sumisión totales. Tener esto en cuenta puede ayudar a descubrir un horizonte nuevo, inesperado, que poco tiene que ver con los conceptos habituales, con lo que se dice y se piensa acerca del Islam, el sufismo y el papel de las mujeres en este universo religioso.

Se ha dicho que, en sus inicios, el sufismo era una realidad sin nombre que luego se convirtió en un nombre sin realidad, y esto parece aún más cierto hoy, cuando se pretende ignorar lo que estuvo en su origen, la espiritualidad musulmana y la inspiración coránica de esa experiencia.

El poeta persa Farîduddîn ‘Attâr en su Memorias de los Amigos de Allah, ofrece la biografía más extensa y completa de Râbi’a al-‘Adawiyya (radi Allahu anha), una de las grandes santas del Islam y figura indiscutible de la espiritualidad musulmana. Su obra viene a sumarse a otras, anteriores y posteriores, de autores que presentan las vidas de mujeres sufíes ya desde los tiempos primeros de la hégira, pues Râbi’a (radi Allahu anha) es el ejemplo más célebre, pero no la única. Son textos, no todos, en los que las mujeres aparecen citadas en plano de igualdad con los hombres por su sabiduría, conocimiento y virtud, o como trasmisoras veraces, y gracias a los cuales se puede recrear, en cierta medida, la imagen de un mundo abierto y tolerante que poco tiene que ver con los tópicos acostumbrados; los dichos trasmitidos, con las notas y comentarios de sus recopiladores, hablan por sí solos de la sociedad a que esas mujeres pertenecen y de su importante papel en ella: maestras de grandes seres espirituales, mujeres libres, mujeres esclavas, solteras, casadas, conocidas y desconocidas, místicas y ascetas, respetadas por los ulemas de la ley islámica, a los que se dirigen desde el estado que les confiere su estatuto de sabiduría y santidad, permanecieron durante mucho tiempo en la memoria y en la tradición oral de la que luego se inspirarían sus biógrafos.
Entre algunos de esos textos podemos citar a Muhammad ibn Sa’d que ya en su at-Tabaqât al-kubrâ incluye retratos de todos los portadores de la tradición desde los tiempos del Profeta (saws) hasta entonces, citando a numerosas mujeres. O que al-Jawzî incluirá en su Sifat as-Sarwa información sobre 240 mujeres sufíes. Una autoridad importante es al-Munâwî quien, en sus Tabaqât (Nombre general de los libros que versan sobre eruditos de una época determinada), realiza un auténtico homenaje a las treinta y cinco mujeres cuya vida ofrece de la boca de los mayores maestros y sabios de la época. Sirva de ejemplo el relato sobre Fátima bint ’Abbâs (VIII/XIV), sheyka y doctora de la Ley, sufi versada en las ciencias de la jurisprudencia pero sobre todo prueba viviente de que en esa época la mujer no había desaparecido completamente del espacio público y ocupaba un lugar central; en la mezquita, corazón de la comunidad, una mujer, Fátima, pronunciaba un sermón todos los viernes.

En 1991 apareció en Arabia Saudí, entre una colección de tratados de as-Sulamî, gran sistematizador del sufismo, una obra perdida desde hacía siglos; se trataba de Memorias de las devotas sufíes, en la que el autor ilustra la vida y recoge las palabras de ochenta y cuatro mujeres sufíes. A partir de esta obra junto con la de al-Jawzî, se concluye inequívocamente la presencia de varios movimientos de mujeres ascetas entre el siglo II y III de la hégira. El trabajo de as-Sulamî recoge dichos de mujeres en paridad con los hombres, mostrándolas como maestras de práctica y de doctrina y citando cuidadosamente las cadenas de transmisores con autoridad, para avalar la veracidad de su exposición; ya en la introducción de sus Tabaqât apunta su visión incluyente mediante la Aleya del Sagrado Corán: “Y si no llega a ser por hombres creyentes y por mujeres creyentes a quienes no podáis reconocer…” (48:25) Para él, las mujeres son también “maestras de las realidades de la Unidad y la Unicidad divina, recipientes de la palabra divina, poseedoras de visiones verdaderas y de conducta ejemplar, y seguidoras de los caminos de los profetas”, y lo atestigua en su obra mediante la semblanza admirada y respetuosa, y la frecuente mención a su papel como compañeras, críticas y maestras de importantes sufíes.

Cuando se reconoce la realidad rica y fecunda de estas mujeres excepcionales parece obligado recurrir al sufismo como único modo posible de explicar la proliferación de mujeres en el mundo de la espiritualidad musulmana. Por otra parte, en el Sagrado Corán, Allah se dirige a menudo a los creyentes, hombres y mujeres, por igual: “Pero los creyentes y las creyentes son amigos unos de otros. Ordenan lo que está bien y prohíben lo que está mal” (7:71), entre otras aleyas.

La inclusión de las mujeres aparece de manera clara en la mayoría de los maestros sufíes, si bien a menudo con el matiz peculiar de considerar “hombre” a todo el que se adentra en la senda espiritual, aunque sea mujer. Así, por ejemplo, dirá ‘Attâr: “Los santos profetas (la paz sea con ellos) han dicho: Dios no mira vuestras formas.” Lo que cuenta no es la imagen, sino la intención del corazón, como ha enseñado el Profeta (saws): Los hombres serán reunidos y juzgados según su intención. (…). Y, citando a Abbâs al-Tûsî, continúa: “Cuando, el Día de la Resurrección, se nos llame diciendo: “¡Hombres, venid!”, la primera en adelantarse en el rango de los hombres será María (radi Allahu anha), la madre de Jesús. Si ese día ella no estuviera entre los hombres, entonces dejaría la reunión.” “El significado de esta verdad es la igualdad de mujeres y hombres en la santidad; no hay diferencia entre los místicos en la Unidad del ser divino. En esta Unidad, ¿qué queda de la existencia del yo y el tú? Y entonces, ¿cómo podría haber todavía hombre y mujer?”

Por su parte, el gran sufí Abd Ar-Rahmân Al-Jâmî (817-1414, 898-1492), cuenta que alguien le preguntó: “¿Cuántos son los ‘Abdâl (sustitutos, Amigos de Dios)?”. Él respondió: “Cuarenta almas”. Y cuando le preguntaron por qué no había dicho “cuarenta hombres”, su respuesta fue: “Porque también hay mujeres entre ellos.”

En los primeros siglos de la hégira, las mujeres vivían en el centro del espacio público, participando plenamente en la vida de la comunidad, y así, en el Islam primero encontramos a Jadiya (radi Allahu anha), “la mejor de las mujeres”, primera esposa  de Muhammad (saws), y a su hija Fátima (radi Allahu anha); está también A’isha (radi Allahu anha), la esposa más joven del Profeta (saws), seguidas por las “elegidas entre los Compañeros del Profeta (saws)”, así como otras mujeres del entorno, totalmente entregadas a Dios. Ya desde el principio las mujeres desempeñaron papeles importantes en la historia del Islam: sus nombres aparecen en las cadenas de transmisión de los hadices proféticos, forman parte del linaje espiritual de los calígrafos, son ensalzadas como gnósticas y poetas, sin olvidar a las mujeres gobernantes, y a las que aparecen como amigas, maestras y discípulas de grandes seres espirituales musulmanes. Importantes no sólo en el sufismo, sino en la espiritualidad y la comunidad musulmana en general, resultaría imposible escribir una historia del Islam sin contar con ellas.


Fuente: Orden Sufi Yerrahi al-Halveti

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