Cartografiando el territorio en busca de un terreno común
Cuestiones existenciales relacionadas con la libertad, la muerte, y la búsqueda de sentido inevitablemente llevan a temas espirituales. La psicoterapia que se dirige a las cuestiones vitales más profundas tiene implicaciones espirituales profundas.
“La psicoterapia es el arte, la ciencia, y la práctica del estudio de la naturaleza de la conciencia y de lo que puede mermarla o facilitarla.”- James Bugental, Psicoterapia y Proceso (1978).
La relación entre psicoterapia y espiritualidad está determinada en parte por cómo definamos psicoterapia. La variedad de enfoques psicoterapéuticos accesibles hoy en día se han dividido ampliamente en cuatro áreas: psicoanalítica, conductista, humanista, y transpersonal. De ellas, sólo la orientación transpersonal se dirige de forma explícita a cuestiones espirituales.
Sin embargo, la profesión de la psicoterapia se ha dado en llamar el sacerdocio secular de nuestro tiempo, porque la gente busca el parecer de los terapeutas en tiempos de tensión o transición, en gran parte como se solía buscar el consejo del sacerdote de la parroquia. Algunos psicoterapeutas pueden y ejercen el rol de guía espiritual de sus clientes. La mayoría no lo hacen. Desgraciadamente, pocos maestros espirituales están formados como psicoterapeutas. Los límites entre ambas jurisdicciones no están del todo claros, y en la práctica se entrecruzan de forma significativa. No obstante, existen distinciones importantes a hacer entre el rol del terapeuta y el rol del maestro espiritual.
Una de las diferencias principales entre hacer terapia y enseñar es que en la terapia los clientes dirigen y determinan el contenido de las sesiones. El terapeuta responde en la manera que considera más apropiada según sus creencias y su formación. Los maestros, por su parte, proporcionan el contenido del aprendizaje o de la práctica a seguir por sus estudiantes. Los terapeutas que aspiran a ser maestros espirituales deberían ser especialmente prudentes hacia cualquier tendencia a ser excesivamente directivos o a asumir que saben lo que es mejor para sus clientes, en lugar de dejar que sus clientes encuentren su propio camino.
Los maestros espirituales tradicionales tienden a enfatizar la disciplina, la obediencia, y la purificación como requisitos básicos de la práctica espiritual. Cualquier actividad que refuerce la individualidad, la elección personal y el poder del ego pueden considerarla contraria al principio del no egoísmo. Los psicólogos tradicionales, por su parte, pueden considerar la disciplina espiritual como una evitación de la responsabilidad y las relaciones personales, y una huída de las exigencias de la vida en el mundo. El crecimiento personal saludable depende de un proceso de individuación, de convertirse en la propia autoridad para uno mismo, y de ejercer la libertad de elección. Como estos enfoques diferentes pueden parecer incompatibles o contradictorios, a veces se sugiere que la disciplina espiritual se emprenda mejor después de haber completado el desarrollo personal. Por ejemplo, el modelo de desarrollo humano de Ken Wilber describe el ciclo de la vida humana como un arco externo de desarrollo personal del ego seguido de un arco interno de desarrollo psico-espiritual.
Como psicoterapeuta, he trabajado durante muchos años con individuos que hacían ambos trabajos, personal y espiritual. Aunque los mapas del desarrollo son útiles como un marco de referencia, la vida nunca se ajusta ordenadamente a un esquema teórico. La psicoterapia se percibe a menudo como un remedio, es decir, de utilidad para curar heridas emocionales del pasado. Sin embargo, esto sólo es una parte de lo que puede suceder en terapia. La psicoterapia orientada al crecimiento no está limitada al modelo médico de trabajo curativo. Cuestiones existenciales relacionadas con la libertad y la búsqueda de sentido inevitablemente llevan a temas espirituales. Siempre que una persona se enfrenta a una crisis existencial o a un encuentro cercano con la muerte, salen a la superficie preocupaciones de índole espiritual. Por lo tanto, la psicoterapia que se dirige a las cuestiones vitales más profundas tiene profundas implicaciones espirituales.
En el contexto de la relación terapéutica, el terapeuta, a diferencia de algunos maestros espirituales, no impone creencias en el cliente. Facilitando la conciencia de los límites de las creencias, no obstante, la psicoterapia puede acelerar y asistir el proceso de desarrollo espiritual. El éxito de las modalidades terapéuticas cognitivas nos indica los poderosos efectos de las creencias en la vida cotidiana. La elección consciente de creencias en una época en la que hay un amplio abanico de enseñanzas disponibles es un reto que también puede ser explorado en el contexto de la terapia.
El objetivo común de la psicoterapia y de la práctica espiritual es el alivio del sufrimiento. La psicoterapia, sin embargo, posiciona como objetivo más la totalidad que la perfección, y esforzarse en alcanzar un ideal espiritual puede ser, desde una perspectiva terapéutica, un obstáculo a la curación.
Pero la psicoterapia y la espiritualidad también tienen mucho en común. En particular, muchos de los procesos que contribuyen a la salud y al bienestar psicológicos también contribuyen al crecimiento espiritual. Por ejemplo, los procesos que se relacionan a continuación son parte integral de ambos desarrollos, psicológico y espiritual.
Decir la verdad. Comunicar la verdad sobre la experiencia interior es esencial para un cambio y un crecimiento efectivos. La psicoterapia proporciona un espacio seguro para esto.
Soltar las emociones negativas. Dejar salir el miedo, la culpa, y la cólera puede facilitarse con intervenciones terapéuticas, y es de valor para ambos trabajos, el personal y el espiritual.
Esfuerzo y coherencia. El progreso en el desarrollo personal y espiritual puede ser acelerado con esfuerzo y coherencia, aunque demasiado esfuerzo puede ser contraproducente. Entender la resistencia en psicoterapia puede ser útil para cualquiera que explore el crecimiento espiritual. La capacidad para realizar un esfuerzo coherente, para proseguir por medio de las intenciones, y comportarse de manera coherente con las creencias que se profesan son requisitos fundamentales para todo trabajo interior.
Autenticidad y confianza. La autenticidad se refuerza cuando lo que se dice y se hace refleja con exactitud lo que se piensa y se siente. Es necesaria para evitar la auto-decepción y desarrollar la auto-confianza. Cuando la gente no se siente segura, no puede confiar en sus percepciones de los demás ni del mundo. La confianza en uno mismo es necesaria para elegir un terapeuta o un maestro.
Integridad y totalidad. La integridad resulta de la práctica de la autenticidad, y la totalidad depende de la aceptación de todas las experiencias propias. Permitir que las cosas sean como son en lugar de vivir en un mundo de ilusión y negación es básico para la salud psicológica y el crecimiento espiritual.
Visión interior y perdón. Comprenderlo todo es perdonarlo todo. En la práctica espiritual se enseña a perdonar a los demás; en la psicoterapia se aprende a perdonarse a uno mismo. Ambas cosas son necesarias para un perdón y un bienestar completos.
Amor. La psicoterapia y la práctica espiritual pueden llevar, ambas, a abrir el corazón y desarrollar la capacidad de dar y recibir amor. La espiritualidad despierta la conciencia de la presencia del amor en nuestras vidas; la psicoterapia cultiva el amor en las relaciones personales.
Conciencia. La psicoterapia profunda y la práctica espiritual cultivan, ambas, la conciencia y la atención sin prejuicios. El terapeuta que ayuda a sus clientes a desarrollar la auto-conciencia puede beneficiarse de una práctica meditativa que acrecienta la sensibilidad a los matices de las experiencias.
Liberación. Tanto la psicoterapia como la práctica espiritual pueden contribuir a liberarse de los conceptos propios auto-limitantes. Liberarse del miedo y la ilusión, del pasado, y de condicionamientos antiguos son objetivos comunes.
La mayor parte de la psicoterapia tiende a trabajar con los contenidos de la conciencia, con el fin de reducir el dolor y el conflicto y aumentar la capacidad para el amor y el trabajo. Esto se puede representar en un trabajo con los contenidos de los sueños, convirtiendo las pesadillas en sueños agradables y más tranquilos. Idealmente, la práctica espiritual aspira al despertar y hacer consciente la naturaleza de los sueños e identificar al soñador. En su máxima aspiración, la psicoterapia transpersonal se propone conseguir ambas cosas.
Tanto la psicoterapia como la práctica espiritual contribuyen a la salud psicológica y al crecimiento espiritual. Cuestiones psicológicas pendientes de resolver pueden impedir el desarrollo saludable en cualquier etapa, y a veces tales cuestiones sólo salen a la superficie tras mucha práctica espiritual. El buscador debe ser consciente de las limitaciones de los terapeutas y de los maestros espirituales. Ser experto en un campo no le hace a uno ser una autoridad en el otro, y pocos individuos están bien preparados para ambos. El desarrollo psicológico y el espiritual están inextricablemente entrelazados, y ambos continúan a lo largo de toda la vida. En la práctica, los psicoterapeutas y los maestros espirituales hacen lo que pueden para aliviar el sufrimiento y ayudar a la gente a crecer en conciencia.
Traducción: Dr. Abdel'alim Lara.
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