El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail

Los moriscos de Catalunya

Los musulmanes no vinieron de fuera, ni el islam fue una religión impuesta. Los propios catalanes lo abrazaron.
En abril del 2009 se conmemoran los 400 años del decreto de expulsión de los moriscos. Esta es una buena ocasión para recordarlos, pues son los grandes olvidados de nuestra historia. Desde la Junta Islàmica Catalana queremos pedir oficialmente a la Generalitat que haga un acto de homenaje a estos catalanes, expulsados de su tierra por orden de la monarquía española, en nombre de una concepción patológica del Estado, basada en lo que Jiménez Lozano ha calificado como "catolicismo biológico".

Antes de la expulsión, los musulmanes sufrieron una persecución feroz, que incluía la prohibición del culto musulmán, el cierre de mezquitas, la quema de libros, la prohibición del sacrificio halal, la prohibición de la lengua árabe, la del entierro según el rito islámico, la de la circuncisión y la de utilizar determinadas vestimentas. También se les prohibió desplazarse sin permiso y llevar armas, y además se les obligó a cortarse el pelo de una forma determinada y a llevar el sambenito, un trapo amarillo en la manga que los distinguía y hacía blanco fácil del fanatismo.

Las consecuencias de la desobediencia no eran menos brutales: condenas a galeras de por vida, torturas, quema de personas por el mero hecho de ser musulmanas, robo de niños para que fueran criados como cristianos (una práctica validada por san Juan de Ribera). Una política de Estado que buscaba la erradicación del islam y la uniformidad religiosa de España. Una ideología dominante que se divulga a través de los púlpitos y de los escritos de los eclesiásticos, y que persigue transformar a los musulmanes en animales. Se les llama ratas, se les deshumaniza. Son considerados un cuerpo ajeno a la España católica y, por lo tanto, se convierten en un problema. Se plantean diversas soluciones: el exterminio, la castración de los varones, la deportación... La expulsión será la solución final que la España del Siglo de Oro dará a la turbadora presencia de aquellos que rompían la uniformidad religioso-racial del territorio.

En 1610, la práctica totalidad de los moriscos son expulsados por orden de Felipe III de Castilla. Es conocida la reticencia de muchos nobles y de parte del clero catalán a la expulsión. Las Cortes de Tortosa de 1495 habían obtenido el compromiso de Fernando el Católico de no expulsar a los moriscos de Catalunya, compromiso reeditado en 1503 por las Cortes de Barcelona. En el momento de la expulsión, gracias a la mediación del obispo de Tortosa se consiguió evitar la de 371 familias de moriscos de la Ribera d'Ebre, reputados como buenos cristianos.

Finalmente, la expulsión se llevó a cabo. Los moriscos catalanes fueron embarcados en el puerto de Els Alfacs, junto con una gran parte de los aragoneses. Algunos de los moriscos de este reino, sin embargo, fueron conducidos directamente a la frontera francesa. La cifra total de moriscos catalanes expulsados fue de cerca de 5.000. Muchos de ellos fueron a parar al norte de África, y se instalaron en poblaciones que después se convertirían en prósperas.

El profesor Mikel de Epalza (que en paz descanse) documentó la diáspora de los moriscos catalanes, especialmente a Túnez y Argelia, donde eran conocidos como tagarinos, por contraposición a los de Castilla, llamados granadinos. Argel todavía tiene el barrio de los Tagarinos, en la parte alta de la ciudad. Denise Brahimi ha estructurado, para la clase social de los andalusís en Argelia y Túnez, una explicación de su influjo social: eran burgueses, en el sentido europeo y moderno de la palabra, con gran capacidad de engendrar y acumular riqueza. Es posible que la comunidad de inmigrantes de Túnez fuera más compacta que la de Argel y menos asimilada, por estar constituida muy mayoritariamente por los expulsados de entre 1609 y 1614, mientras que en Argelia era fruto de emigraciones que se habían escalonado a lo largo de todo el siglo XVI, con diversos grados de asimilación. Pero el influjo de la diáspora de los musulmanes de los Países Catalanes va más allá. Hoy en día podemos encontrar topónimos y nombres de origen catalán incluso en países del África subsahariana como Malí o Benín, según las investigaciones del filólogo valenciano Robert Llorens Reig.

Estos expulsados no eran árabes ni sarracenos, como aún hoy se les designa. En realidad, árabes hubo muy pocos en la península Ibérica. Los musulmanes no vinieron solo de fuera, ni el islam fue una religión impuesta. Fueron los propios catalanes, andaluces o castellanos quienes abrazaron el islam. El historiador andalusí Al-Udhri dejó escrito que en el siglo XI no había en Huesca "ni un solo árabe puro que sea descendiente de árabes", y eso que la población era mayoritariamente musulmana. No hay nada que permita afirmar que bajo el dominio musulmán la población fuera arabizada. El árabe fue la lengua culta y, por tanto, la lengua de los documentos que nos han llegado. Pero eso no quiere decir que estos musulmanes catalanes fueran árabes, que no lo eran, sino autóctonos que hablaban mayoritariamente un dialecto románico en su vida cotidiana. En el momento de la expulsión de los moriscos catalanes, la inmensa mayoría de ellos ni tan solo entendían el árabe. Eran musulmanes catalanes y hablaban catalán.


Autor: Abdennur Prado, presidente de la Junta Islámica Catalana.
Fuente: http://www.webislam.com/?idt=12670

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