Crítica argumentada y documentada contra la genérica Teoría de la Evolución de las Especies, desde Darwin a Atapuerca.
RECHAZO DEL EVOLUCIONISMO
La teoría de la evolución, que es el modelo paradigmático que impera en la investigación científica y cuya aplicación gnoseológica y experimental se ha expandido por todos los ámbitos del saber imponiéndose unilateralmente desde la escuela a la Universidad, en los medios de comunicación masiva y entre los intelectuales, hasta el punto de constituirse como uno de los dogmas más primordiales de la actual conciencia colectiva occidental o "espíritu de la época".
También nosotros aceptamos en su día las premisas fundamentales de la teoría de la evolución, o mejor dicho, de la hipótesis evolucionista pues no es otra cosa que esto: una hipótesis. La lectura y consulta de numerosos libros, el debate público sobre el evolucionismo en el foro de nuestra página Web durante más de un mes y nuestra propia meditación al respecto nos han posicionado definitivamente entre quienes creen y defienden que todo lo que fue, existe y será, es fruto de la sabiduría y omnipotencia de Dios, fuera del cual nada actúa independientemente.
El evolucionismo, surgido en el siglo XIX a partir de la obra de Charles Darwin -quien a su vez parece ser que comenzó a perfilar su hipótesis de la evolución de las especies tras visitar la Isla de las Galápagos que descubriera nuestro fray Tomás de Berlanga- es la plataforma "científica" más eficaz impulsada y utilizada por el materialismo para la secularización de la humanidad, la modificación drástica de la jerarquía tradicional de valores, el desprestigio de todo tipo de religión, la marginación de toda enseñanza e ideales espirituales y la eliminación progresiva de la creencia en Dios.
Carlos Marx -cuyo auténtico nombre era Kilse Mordejai- supo reconocer de inmediato el gran poder destructivo ideológico que tenía el darwinismo por su potencial efecto gangrena. En una carta que escribe a Engels el 19 de diciembre de 1860, refiriéndose a El origen de las Especies, publicado por Darwin en , dice: "Éste es el libro que contiene los fundamentos de la historia natural para nuestros puntos de vista". Asimismo, en una carta enviada a Lasalle el 16 de enero de 1861, califica de gran libro esta obra de Darwin y afirma: "Suministra el fundamento para la lucha de clases con referencia a las ciencias naturales". Por otro lado, Marx demostró públicamente su "devoción" al darwinismo en la dedicatoria de edición alemana de la biblia del marxismo, "El Capital": "A Charles Darwin, de un verdadero devoto suyo. Karl Marx". También Engels se sintió subyugado por el darwinismo, como demuestran estas declaraciones suyas: "La naturaleza no opera metafísicamente sino dialécticamente. El nombre de Darwin debería ser recordado en primer lugar en relación a esto"; "Así como Darwin descubrió la ley de la evolución en la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley de la evolución de la humanidad". Así que no es extraño que el comunismo asuma el darwinismo, neodarwinismo y demás corrientes evolucionistas, como una piedra angular de su sistema, al igual que lo sigue haciendo la socialdemocracia.
También en el otro polo del espectro filosófico-político-económico, el capitalismo, sirve el evolucionismo como instrumento ideológico ideal, propiciando el racismo y el individualismo, así como la aceptación de que "el pez grande se come al chico". Bien lo supo captar Benjamín Franklin al manifestar que "el alegado darwinista legaliza que el débil sea eliminado por el fuerte en la sociedad humana". Así que no es extraño que la investigación evolucionista sea patrocinada por los más favorecidos económicamente, como lo demuestra la Fundación Rockefeller y el Instituto Carnegie.
El evolucionismo es un prejuicio materialista del que hay que desembarazarse sin ambages, tarea para la cual incluso la ciencia sirve como base en la que apoyarse puesto que los descubrimientos científicos aportados por la biología molecular y la física cuántica desbaratan plenamente los fundamentos evolucionistas al demostrarse que la vida, tanto en el cosmos como en el planeta Tierra no fue producto de coincidencias azarosas a partir de mera materia inorgánica que fue desarrollándose por sí misma evolutivamente.
Los evolucionistas ni siquiera han sido capaces de crear el "ladrillo" de la vida, la proteína, pese a todos los esfuerzos realizados y los millones de dólares invertido, y siguen sin poder explicar el origen "evolucionista" de la célula. El evolucionista ruso Alexander I. Oparin lo confesaba así: "Desgraciadamente, el origen de la célula permanece como un problema, realmente como el punto más oscuro de toda la teoría de la evolución".
Tampoco han podido mostrar fósiles de estados transitorios de los pasos evolucionistas fundamentales del mar a la tierra y de ésta al aire, ni tampoco los concernientes a las supuestas transiciones -por selección natural darwiniana o por mutación- de las diferentes especies actuales que viven en nuestro planeta puesto que la anatomía comparada, sin ir más lejos, ha revelado que supuestas especies que decían ser ejemplos evolutivos una de otra, tenían rasgos anatómicos claramente distintos por lo que no fueron jamás ni ancestros ni descendientes unas de otras dado que no han existido eslabones al no darse cadena evolutiva alguna. El afamado paleontólogo evolucionista británico Derek V. Ager, lo ha admitido sin paliativos: "Lo que se presenta, si analizamos pormenorizadamente los registros fósiles, ya sea a nivel de órdenes o especies, es que lo que encontramos una y otra vez no es una evolución gradual sino la repentina explosión o aparición de un grupo a expensas de otro". Similar declaración la realiza el paleontólogo evolucionista Mark Czarnecki: "Los registros fósiles, las huellas de las especies desaparecidas preservadas en las formaciones geológicas de la Tierra, han sido un gran problema para la demostración de la teoría evolucionista. Dichos registros nunca han revelado rastros de las hipotéticas variantes intermedias de Darwin. Por el contrario, las especies aparecen y desaparecen abruptamente, y esta anomalía ha alentado los argumentos creacionistas de que cada especie fue creada por Dios".
Como los evolucionistas, al partir de una concepción ideológica materialista como fundamento aprioristíco, se niegan a aceptar el designio divino como origen y sustento de la vida, han tenido que deificar a la materia y a la "madre naturaleza" e ignorar todos los descubrimientos científicos que ponen en entredicho el evolucionismo o que incluso lo invalidan plenamente, pues el paradigma materialista al que están sujetos conscientemente les imposibilita abrir sus mentes y corazones a algo distinto al dogma evolucionista pese a que, uno tras otro, sus formulaciones evolucionistas demuestran ser falsas incluso para la ciencia más avanzada. "No es que los métodos e instituciones científicas nos obligan de alguna manera a aceptar una explicación material del mundo fenoménico, sino que, por el contrario, estamos forzados por nuestra adhesión a priori a la causa materialista a crear un aparato de investigación y un conjunto de conceptos que produzcan explicaciones materialistas, sin importar lo desconcertante, lo contrario al conocimiento que resulte para el no iniciado. Además, el materialismo es absoluto, por lo que no nos podemos permitir en el umbral un pie divino", desvela el genetista evolucionista Richard. C. Lewontin. Ni siquiera les afecta -y es un ejemplo entre muchos- el hecho de que la segunda ley de la termodinámica, la ley de la entropía, invalide la hipótesis evolucionista.
Dicen, por ejemplo, que la materia había existido siempre, pero la teoría del "Big Bang" y la llamada "constante de Hubble", señala que este universo fue creado hace unos 14.500 millones de años, y no es el resultante del azar precisamente. El prestigioso astrofísico Paul Davies señala, al respecto: "Es difícil resistirse a la impresión de que la actual estructura del universo, aparentemente tan sensible a pequeñas alteraciones, ha sido cuidadosamente pensada... La aparente coincidencia milagrosa de valores numéricos que la naturaleza ha asignado a sus constantes fundamentales está allí como la evidencia más apremiante de un ingrediente del diseño cósmico".
Jean Guiton, prestigioso filósofo francés, reflexionando sobre el Big Bang señala: "El mensaje más importante de la física teórica de los últimos diez años es haber sabido descubrir la "perfección" en el origen del universo: un océano de energía infinita. Y lo que los físicos designan con el nombre de simetría perfecta tiene otro nombre para mí: enigmático, infinitamente misterioso, omnipotente, originario, creador y perfecto. No me atrevo a nombrarlo, porque cualquier nombre es imperfecto para designar al Ser sin igual, Dios".
Si pensamos en términos materialistas, para que tan sólo una célula viva resultase como ha sido, en cálculos de probabilidades, habría sido preciso miles de millones de años de "intentonas", de ahí que, por ejemplo, Francis Crick, premio Nobel de Biología por el descubrimiento del ADN, confesaría: "Un hombre honesto, que estuviera provisto de todo el saber que hoy está a nuestro alcance, debería de afirmar que el origen de la vida parece actualmente provenir del milagro, tantas condiciones es preciso reunir para establecerla".
Este orden existente en la naturaleza proviene del Orden inscrito en la "sopa primigenia" del "Big Bang". "El universo parece haber sido regulado minuciosamente con el fin de permitir la aparición de una materia ordenada, de la vida después, y, por fin, de la conciencia", señala Guitton. Y este orden (rita, es su nombre en los Vedas), proviene de una Causa Primera, de una inteligencia organizadora que trasciende nuestra realidad y en el que el "azar" está excluido dijera lo que dijera, en sentido contrario el biólogo Jacques Monod. "El cálculo de probabilidades aboga a favor de un universo ordenado, minuciosamente regulado, cuya existencia no puede ser engendrada por el azar... La probabilidad matemática de que el universo haya sido engendrado por azar es prácticamente nula", afirma el astrofísico Igor Bogdanov.
La ciencia ha ido rectificándose continuamente, y así seguirá. Un ejemplo claro nos lo ofrece la nueva teoría sobre el llamado "nuevo árbol de la vida" ante la ausencia de una filogenia clara para los microorganismos. Ahora lo que se postula es el origen pluricelular de la vida en vez de una sóla célula: "los tres dominios de la vida (bacteria, archaea y eukarya) se originaron problamente a partir de una población de células primiticas cuyos genes fueron convergiendo", resume el bioquímico y biólogo molecular W. Ford Doolittle, director del progrma de biología evolutiva del Instituto Canadiense de Investigaciones Avanzadas. Y concluye: "Creen algunos biólogos que por este camino sólo podemos llegar a la confusión y al desánimo. Como si nos confesáramos incapaces de tomar el testigo de Darwin y recrear la estructura del árbol de la vida. Pero la ciencia tiene sus reflas. Un modelo o hipótesis atractiva -la del árbol único- sugirió una serie de experimentos, en este caso la obtención de secuencias genéticas y su análisi en el marco de la filogenia molecular. Los datos demuestran que este modelo es demasiado simple. Ahora se necesitan nuevas
hipótesis cuyas implicaciones finales ni tan siquiera atisbamos".
Martín Lings , por su parte, esclarece igualmente el tema en un escrito del que transcribimos lo siguiente: "¿Está obligada la ciencia, a fin de ser fiel a sí misma, a seguir manteniendo la teoría de la evolución?.
Para contestar a esta pregunta, citemos al geólogo francés Paul Lemoine, editor del volumen V (sobre "Organismos Vivos") de la "Encyclopédie Française", quien llega a escribir en su resumen de los artículos de los diversos colaboradores:
"Esta exposición muestra que la teoría de la evolución es imposible. En realidad, a pesar de las apariencias, nadie cree ya en ella... La evolución es una especie de dogma cuyos sacerdotes han dejado de creer en él, aunque siguen defendiéndolo por mor de sus feligreses."
Aunque indudablemente exagerado en su expresión -es decir, en cuanto a sus profundas implicaciones de hipocresía por parte de los "sacerdotes" en cuestión- este juicio, viniendo de donde viene, es significativo en muchos respectos. No hay duda de que muchos científicos han transferido sus instintos religiosos de la religión al evolucionismo, con el resultado de que su actitud hacia el evolucionismo es sectaria en vez de científica. El biólogo francés Profesor Louis Bounoure cita a Yves Delage, antiguo profesor de Zoología de la Sorbona: "Admito sin reparos que no existe constancia de ninguna especie que haya engendrado a otra, y que no existen pruebas absolutamente definitivas de que semejante cosa se haya producido jamás. No obstante, creo que la evolución es tan cierta como si hubiera sido probada objetivamente." Bounoure comenta: "En pocas palabras, lo que la ciencia nos pide aquí es un acto de fe, y por lo general la idea de la evolución se presenta de hecho bajo el disfraz de una especie de verdad revelada." Cita, sin embargo, a Jean Piveteau, en la actualidad Profesor de Paleontología de la Sorbona, quien admite que la evidencia científica acumulada sobre la evolución "no puede aceptar ninguna de las diversas teorías que intentan explicar la evolución. Es más, se opone a cada una de estas teorías. Hay aquí algo que es a la vez decepcionante e inquietante."
En cuanto a nuestra opinión personal, no nos importa volver a reiterarla: es el incognoscible Dios (no la imagen-concepto que de él manifiestan los credos cristianos, islámicos, judíos, etc..) quien ha creado el universo y todo cuanto en él hubo, hay y habrá, incluyendo las "leyes" físico-biológicas que lo rigen. Y es Dios quien, como manifestara el místico sufí andalusí Ibn al Arabî y también santo Tomás de Aquino, "re-crea" en cada instante todo lo existente manteniendo algo similar a lo existente una milmillonésima de segundo antes, en un proceso de "creación constante" que tendrá una duración indefinida en el tiempo.
EL HOMBRE NO DESCIENDE DEL MONO
Nos posicionamos, por tanto, en contra de la hipótesis-leyenda evolucionista de la especie humana, en cuya defensa algunos evolucionistas no dudaron en engañar conscientemente creando falsos eslabones perdidos como el "Hombre de Piltdown", mezclando una quijada de un orangután con parte de un cráneo humano, y que durante cuarenta años se exhibió en el Museo Británico como prueba irrefutable de la evolución humana hasta que fue descubierto su falsedad después de haber sido objeto de medio millar de tesis doctorales. O como la recreación pictórica del "Hombre de Nebraska", junto a su hipotética esposa e hijos, tras el descubrimiento de un solo diente (un molar fosilizado) por parte del director del "Museo Americano de Historia Natural", Henry Fairfield Osborn, en 1922, hasta que se descubrió, en 1927, partes del mismo esqueleto y resulta que pertenecían a un cerdo. O como el apresamiento del pigmeo Ota Benga, en 1904, y su exhibición dentro de una jaula en la Feria Mundial de San Luis donde fue presentado como "el eslabón transitorio más cercano al ser humano", siendo recluido posteriormente en el zoológico neoyorkino del Bronx junto a cuatro chimpancés, un gorila y un orangután, donde fue tratado como un animal y era visto cada fin de semana por cuarenta mil personas (el pigmeo terminaría por suicidarse en 1916). O como había acontecido poco antes, a finales del siglo XIX, cuando los evolucionistas y sus museos, en su afán de demostrar el evolucionismo compraron y exhibieron cráneos sacados de tumbas humanas en Tanzania y de aborígenes tanzaneses asesinados con tal finalidad en masacres inhumanas, y todo porque aseguraron que los nativos de Tanzania eran "evidencias vivientes de la evolución". Incluso en un museo catalán creo que aún se exhibe el cuerpo entero disecado de un africano por motivos similares. Y recientemente hemos leído en la prensa un reportaje titulado "El gran espectáculo racista. Zoos humanos", donde se denuncia la exhibición de más de dos mil seres humanos de otras razas en la Europa y Norteamérica de finales del s. XIX y primeros del s. XX, incluida España (en Madrid, Valencia y Barcelona, concretamente).
Entre los paleoantropólogos hay disparidad de criterios en muchísimas cuestiones concernientes al origen del hombre, si bien son los evolucionistas los que acaparan los medios de comunicación masiva y los libros. Así es cómo se explica que muchos descubrimientos que ponen "patas arriba" el hipotético árbol genealógico evolutivo de la humanidad -que, por otra parte, continuamente tienen que ir "arreglando" en algún aspecto- los marginan, o reinterpretan evolutivamente sin atenerse a los hechos, o no quieren oír hablar de ellos, en opinión de Harun Yahya en su demoledor libro "El engaño del evolucionismo", que nos está sirviendo en este capítulo para esclarecer lo que hay de verdad en la mal llamada "Teoría de la Evolución de las Especies".
He aquí una serie de descubrimientos que invalidan dicho árbol genealógico evolutivo del ser humano:
-- En un estrato de 3,6 millones de años atrás, en Laetoli (Tanzania), Mary Laekey descubrióo veinte pisadas fosilizadas de un humano moderno de diez años de edad y otras veintisiete de otro chico todavía más joven. Los paleoantropólogos Don Johansons, Tim White y Russell Tutle, no tienen duda alguna de que fueran hechas por seres humanos modernos.
-- Una mandíbula desenterrada en Hadar (Etiopía) pertenece a un hombre moderno de hace 2,3 millones de años.
-- Louis Leakey localizó en el segundo estrato de Olduvai Gorge (África) fósiles coetáneos de Austrolopitecos, Homo Habilis y Homo Erectus junto a una choza de piedra, de las que aún siguen utilizándose en el continente africano, fechado todo ello hace 1,7 millones de años. El paleontólogo evolucionista Sephen Jay Gould, de la Universidad de Harvard, escribiría al respecto: "¿En qué queda nuestra escala si coexisten tres linajes de homínidos sin que ninguno de ellos derive claramente del otro? Además, ninguno de los tres pone de manifiesto alguna inclinación evolucionista durante su estadía en la superficie terrestre".
-- Louis Leakey localizó en Kanjera, cerca del lago Victoria (Kenya), diversos fósiles del Pleistoceno Medio, de hace un millón de años atrás, que no presentaban diferencias con el ser humano moderno.
-- Los canales del oído interno de todos los Australopitecos y los ejemplares de Homo Habilis analizados por Spoon, Wood y Zoonevedld, revelan que eran iguales a los monos contemporáneos, mientras que los canales del oído interno de los Homo Erectus eran iguales a los del hombre moderno. Así mismo, análisis de la dentadura muestran que el Homo Habilis, como los Australopitecos, son monos, mientras que el Homo Habilis y el Neanderthal, son hombres. Por tanto, el llamado Homo Habilis -que no podía caminar erguido, sino inclinado y a zancadas- no es "Homo" sino un mono más, por mucho que los dibujos evolucionistas fantasiosamente -puesto que es imposible saber cómo eran los rasgos de la cara por sus tejidos blandos- "humanicen" su rostro (mientras que animalizan simiescamente el del Homo Erectus e incluso el del Neanderthal). Es más, no hay diferencia esencial alguina entre el esqueleto del ser humano moderno y el llamado Homo Erectus, y con mayor propiedad se puede afirmar respecto al Neanderthal que, eso sí, era más vigoroso y de capacidad craneal media superior a la nuestra. Incluso el famoso Richard Leakey no ve más que variaciones raciales entre el Homo Erectus y el moderno: "Uno debería ver también las diferencias en las formas del cráneo, en el grado de protrusión del rostro, en el vigor de las cejas, etc... Estas diferencias probablemente no son más pronunciadas que las que vemos hoy día entre las razas humanas alejadas geográficamente. Tales variaciones biológicas surgen cuando las poblaciones están apartadas geográficamente por una cantidad de tiempo significativa".
El cráneo del niño de ATAPUERCA, de hace unos 800.000 años, conmocionó a Ferreras, director de las excavaciones de la Gran Dolina cuando apareció en 1995, quien manifestó: "Esperábamos algo grande, algo voluminoso, algo pomposo..., ustedes saben, algo `primitivo´. Nuestra probabilidad de encontrar un muchacho de 800.000 años era la e hallar algo como el Niño de Turkana. Y lo que encontramos fue una cara totalmente moderna... Para mí esto es lo más espectacular... Éste es el tipo de cosas que te hacen vacilar, el descubrimiento de algo totalmente inesperado como esto... Lo más espectacular es encontrar en el pasado algo que pensabas pertenecía al presente. Es algo así como encontrar una cinta de grabación magnética en la Gran Dolina. Sería muy sorprendente. No contamos con cassetes y cintas de grabar en el Pleistoceno Inferior. Descubrir una cara moderna allí es lo mismo. Nos sorprendimos mucho cuando la vimos". A lo que Harum Yahya añade, por su parte: "El fósil puso de relieve que la historia del Homo Sapiens tenía que extenderse hacia atrás hasta 800.000 años. Después de recuperarse de la impresión inicial, los evolucionistas que descubrieron el fósil decidieron que pertenecía a una especie diferente porque según el árbol genealógico evolutivo hace 800.000 años no existía ningún Homo Sapiens. Por lo tanto construyeron una especie imaginaria llamada "ancestro del Homo" (Homo Antecesor) e incluyeron el cráneo de Atapuerca bajo esa clasificación".
A su vez, el "padre" de las excavaciones de Atapuerca, Emiliano Aguirre, pionero de la paeloantropología española y creador del museo "in situ" de Ambrona (Soria) de hace 300.000 años, duda mucho de que el origen del "homo anteccesor" de Atapuerca provenga de África. "Es posible qu esta especie hubiera procedido de poblaciones anteriores establecidas en Eurasia, y creo que vale la pena examinar con detalle esta cuestión", afirmó a finales de 1998. [el dibujo que acompaña el titular de este artículo, es una recreación facial hipotética del HOMO ANTECESSOR de Atapuerca, heca por Mauricio Antón].
El famoso análisis de ADN mitocondrial que remitía el legado genético humano a una "Eva" africana de hace unos 200.000 años ha sido puesto en duda y hasta rechazado incluso por biólogos evolucionistas, como hemos podido leer en la versión española de Scientific American (Kate Wong: El origen africano de la humanidad, ¿una teoría anticuada?", Investigación y Ciencia, septiembre de 1999).
Frente a esta tesis se encuentra la multirregional o poliocéntrica que, según Wong aboga por una evolución desde múltiples focos: "Los seres humanos, que habrían surgido en África hace unos dos millones de años, evolucionarían como una especie única que se expandió por el Viejo Mundo, estando relacionados entre sí por el cruzamiento biológico y el intercambio cultural". Coincidiendo con este enfoque podría incluirse, en parte, el estudio realizado por Bryan Sykes, genetista de Oxford, que tras analizar el ADN mitocondrial de seis mil europeos contemporáneos afirma que todos los pueblos europeos descienden de sólo siete mujeres o "Evas" europeas (El País, 20-IV-2000).. "La última de ellas vivió hace unos 10.00 años en Oriente Próximo, y sus descendientes se fueron extendiendo poco a poco hacia el oeste con la recién inventada agricultura. Pero coexistieron con los europeos que ya estaban allí: los hijos de las otras seis Evas. Lo más sorprendente es que la primera de estas Evas, cuyos herederos hoy se esparcen por toda Europa, vivió en Grecia hace nada menos que 45.000 años. Las otras cinco Evas, siempre según Sykes, vivieron en los siguientes lugares y épocas. Una en el Cáucaso hace 25.000 años. Otra en Toscana hace 17.000 años. Otra en España, también hace 17.000 años. Otra en el área de los Pirineos, hace unos 13.000 años (los descendientes de ésta son los más abundantes en la actualidad en toda Europa). Y otra en el centro de Italia, hace 10.000 años". Sykes, en declaraciones a The Times afirmaba que "los resultados también muestran que, en cualquier rincón de Europa, la gente es una mezcla de todos esos clanes antiguos. La única excepción son los lapones del norte de Noruega y Finlandia, que no se han mezclado con nadie".
Una prueba anatómica más de la inexistencia de "eslabones" en la supuesta cadena evolutiva del hombre es nuestro andar bípedo y erguido. El andar bípedo, si lo pensamos detenidamente, no es una ventaja evolutiva en un supuesto mundo salvaje en el que triunfa el más rápido, con mejores garras, mayor fortaleza, etc.., por lo que de ser cierto el evolucionismo deberíamos haber seguido cuadrúpedos, como los monos. Este andar bípedo no puede enmarcarse dentro del desarrollo gradual darwinista pues no es posible una forma de andar "mixta", entre bípeda y cuadrúpeda, como demostró Robin Crompton, en 1996, por medio de computadoras, al quedar puesto de manifiesto que un ser vivo o bien camina a dos patas o bien lo hace a cuatro por ser imposible una posibilidad intermedia. Otra brecha difícil de cubrir por los evolucionistas es la capacidad cerebral y el habla, de ahí que Elaine Morgan confiese, pese a ser evolucionista, lo siguiente: "¿Cuatro de los misterios más relevantes acerca de los humanos son: ¿por qué caminan sobre dos piernas?, ¿por qué perdieron el pelaje?, ¿por qué desarrollaron cerebros tan grandes?, ¿por qué aprendieron a hablar?. Las respuestas ortodoxas a estas preguntas son: Aún no lo sabemos, aún no lo sabemos, aún no lo sabemos, aún no lo sabemos. La lista de las preguntas puede alargarse significativamente sin que ello altere la monotonía de las respuestas".
Lord Solly Zuckerman, científico muy respetado sitúa la teoria de la evolución dentro del grupo menos científico del árbol de las ciencias, "donde para el que cree cualquier cosa es posible, e incluso donde el creyente vehemente es a veces capaz de creer al mismo tiempo varias cosas contradictorias".
Ya lo hemos dicho: el evolucionismo es una ideología materialista que pretende poner al Azar en el lugar de Dios, pero a nosotros no nos harán comulgar con ruedas de molino.
Autor: Ángel Almazán
Fuente: http://www.soriaymas.com/ver.asp?tipo=articulo&id=282
El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail
NO CREEMOS EN LA EVOLUCIÓN DE LAS ESPECIES
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