El Asno Roñoso de la Cola Cortada / Mangy Ass with the lopped-off tail

La Crisis Mundial

Todo el mundo sabe que el mundo está en crisis y todos se sienten absolutamente impotentes al respecto. Se nos ha dicho que, con el sistema democrático, NOSOTROS gobernamos. La realidad es que vivimos, no bajo una tiranía, sino bajo un sistema de muchas capas, inaccesible y predeterminado con el que garantizar que el slogan del ‘cambio’ significa, como predijo Lampedusa, que todo sigue igual.

Desde 1945 y el Diktat de Bretton Woods, se impuso una ruptura categórica entre la economía y la política o, tal y como fue presentado, entre el gobierno del Estado elegido entre varios partidos y el mercado ‘libre’ de los productos básicos y las divisas. Los ciudadanos cubrían con sus impuestos el coste de los servicios sociales. De la clase financiera no se esperaba cosa alguna. Sus beneficios eran sólo para ellos. El resultado fue un sistema político que vivía de los impuestos que pagaban las masas y que, políticamente, estaba bajo el poder de la clase financiera. Poder y riqueza son sinónimos, poder y Parlamento son antónimos. Los dos lenguajes resultantes –uno para las ‘democracias’ y otro para las finanzas– sumieron al mundo en la ignorancia. Cuando colapsó el sistema monetario, la gente decía: “¿Cómo no pudisteis predecir el colapso?”. No hubo respuesta satisfactoria puesto que si la política era impotente a la hora de actuar, las finanzas eran incapaces de pensar.

Como el poder en sí es riqueza y dado que la clase política ha sido desenmascarada como esa escoria urbana que se alimenta de los detritos de la anarquía social, ha llegado el momento de examinar nuestra situación actual, dinero y discurso, con un único vocabulario.

Nuestra primera tarea es eliminar los banales eslóganes morales que pergeñó la democracia tras la conquista americana de Europa en el año 1945. Todavía en uso por la clase política de los EE.UU. en el 2000, el terreno moral bipolar del mal absoluto contra las fuerzas del bien, utilizado por las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, nos llevó a otra serie de guerras. Tal y como decía el Presidente de los EE.UU. en su actividad intelectual más elevada, el enemigo “¡eran los Malos!”. Mejorado por su equipo intelectual de respaldo, el enemigo fue redefinido como “el Eje del Mal”.

Como ninguno de los protagonistas actuales en la lucha o el poder siguen religión alguna, como ateos que son, carecen de fundamento para estos imperativos morales. Hoy en día, los miles de millones de Musulmanes que se extienden por el mundo y no están afiliados al Estado, son los únicos que pueden evaluar las acciones humanas desde una perspectiva Divina. Tal y como dijo Dostoievski a una asombrada Europa: “Si se niega la existencia de Dios, todo está permitido”.

En la perspectiva del capitalismo ateo de nuestros días debe comprenderse que lo ocurrido desde 1900 hasta hoy, es una batalla a escala mundial por la riqueza que suponen los productos básicos, impelida por una economía sin valor alguno basada en meros números que se esfuerza con denuedo por controlar esos productos para encubrir su bancarrota fundamental. En Sudáfrica, Europa comenzó con los británicos, los holandeses y los judíos que arrebataron el oro y los diamantes a unos aborígenes primitivos. La expansión europea saltó en pedazos en su mismo centro con la segunda guerra europea de los Treinta Años, de 1914 a 1945. El asesinato en masa fue la práctica compartida por todos los participantes. La única diferencia perceptible era cómo querías morir. ¿Preferirías la cámara de gas, ser incinerado en una ciudad devastada por bombas incendiarias o congelado en un archipiélago remoto? ¿Hay una estadística del genocidio que te haga ser ‘más’ malvado? ¿Auschwitz o Hiroshima?

La clase política decretaba las masacres que causaban las guerras, pero la clase financiera las necesitaba por ese defecto ineludible de la máquina capitalista: la ilógica función del interés en la actividad mercantil racional.

Una vez identificadas como un solo sistema integrado estas dos autoproclamadas entidades separadas, es preciso contemplar y evaluar todo lo demás de manera diferente.

La guerra de 1914-1945 no solo atestiguó el fin del orden europeo monárquico nacional sino también el del Estado soberano como organismo diferenciado. La Organización de las Naciones Unidas anunció el fin de las naciones y el comienzo de las unidades supranacionales. En poco más de una década, su Asamblea General era impotente (había sido el súper-Parlamento en términos ‘políticos’). El Consejo de Seguridad mostraba ahora cuál era el nuevo poder de control de los nuevos Súper Grupos.

Con las masas acorraladas y privadas de identidad, el verdadero módulo de poder empezó a mostrar sus bazas. Las masas, informes y mudas, se habían convertido en la amorfa ‘Comunidad Internacional’, una ‘cosa’ pasiva controlada por los medios de comunicación.

El sistema de poder ahora en actuación, a finales del 2009, puede observarse en el periodo que va de 1945 hasta el año 2000. Es una oligarquía controlada y dirigida por los Cuatrocientos. Los Cuatrocientos son esas personas (y familias) que conjuntamente y a lo largo y ancho del planeta, gestionan la banca, las instituciones bursátiles y los instrumentos de intercambio.

Los Cuatrocientos iniciaron inmediatamente el programa mundial de fusiones y adquisiciones que implicaban, en primer lugar, la absorción de los grupos comunistas que no pertenecían al sistema. La operación clave de la nueva hegemonía se enfrentaba a una sola y enorme entidad: China. Los últimos sesenta años han sido el programa, prácticamente continuo, de la guerra contra China.

La guerra comenzó con la invasión de Corea. Conllevaba todas las nuevas características de la guerra pos nacional. Tenía que presentarse como una actividad de las naciones ‘libres’ que se enfrentaban al totalitarismo.

Nació la Coalición. A partir de ese momento iba a ser el instrumento de guerra de los Cuatrocientos. De 1937 a 1945, la clase política de los EE.UU. andaba a trompicones entre el criterio equivocado y la política desastrosa, permitiendo al final que el comunismo tomase el poder gracias a la absoluta ineficacia de los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores. La polarización entre China y los EE.UU. no era uno más de los muchos conflictos de la Guerra Fría, sino que era la prueba que demostraba que, a partir de ese momento, todos los programas políticos eran doctrinas económicas.

Con la caída del notorio General Chang Kai-Shek tuvo que aceptarse la amarga realidad: China estaba al margen del nuevo orden mundial de los Cuatrocientos. El Generalísimo tenía en Washington el mote de ‘General Págame el Cheque’. Puede que lamenten en vano no haber hecho lo que pedía.

Corea no sólo fue el primer conflicto de importancia entre China y los EE.UU., sino también el primero en mostrar el nuevo nexo de poder. Desde el interior de las antiguas formas nacionalistas (EE.UU. como entidad política) que todavía sobrevivían desde la Segunda Guerra Mundial, el General MacArthur fue el jefe militar capaz de vislumbrar sin temor alguno la política de la guerra en términos político/militares. Él vio lo que todavía no podía ser confrontado: la nueva situación de poder exigía la guerra, una guerra total, primero contra el segundón y luego contra el verdadero enemigo, China. Truman le ordenó detener la operación ‘militar’ para llegar a un acuerdo ‘político’. MacArthur dijo que si los EE.UU. no llevaban la guerra hasta el final, Corea del Norte, un mero apéndice de China, volvería a retar a los EE.UU. Tenía razón, por supuesto, y hoy en día una Corea del Norte nuclear juega un papel destacado en la política de los EE.UU. con respecto a Asia; una amenaza que retiene a los EE.UU. a un par de pasos de la invasión de China. Del mismo modo que Polonia sirvió para retrasar y entorpecer la guerra entre Rusia y Alemania, la Corea de nuestros días se alza como un hito entre China y los EE.UU.

La fase siguiente de la guerra demostró ser una terrible derrota y humillación moral para las fuerzas –de nuevo en Coalición– que lucharon en Vietnam. Esto, más aún que Corea, demostró que Viet Cong era un satélite de China.

La continuación del conflicto hacia Camboya mostró la forma cínica en la que los Cuatrocientos estaban dispuestos a desestabilizar toda una nación en nombre de la ideología de los banqueros. Con una debilitada Inglaterra entregando Hong Kong a China en bandeja de plata, los Cuatrocientos establecieron inmediatamente a Macao como ‘isla’ capitalista sustituta disfrazada de casino. Ya habían arrebatado a Malasia el enclave bancario de la península de Singapur. Los Cuatrocientos lo habían basado en el modelo europeo de Luxemburgo, un principado minúsculo que consiste de un castillo, un garaje y varios bancos, pero con estatus nacional dentro de Europa e incluso alardeando de ejercer el veto ante cualquier legislación.

Cuando China invadió el Tíbet, el Dalai Lama fue utilizado como negociador oficial, lo mismo que los EE.UU. habían hecho antes con Chang Kai-Shek. Cuando la oligarquía de los banqueros fue a por Afganistán, todo su sistema estaba en peligro.

La ‘Coalición’, ahora elegantemente disfrazada bajo el módulo de rescate de la OTAN, tenía un argumento de sobra convincente para explicar la guerra en esa zona. Estaban persiguiendo al padre del terrorismo Wahhabi, Bin Laden, muerto en realidad hacía varios años, además de combatir a los satánicos Talibán, en realidad los jóvenes de un país que luchan por su independencia. Los Cuatrocientos consideraban que la ocupación de Afganistán era absolutamente necesaria para su propia supervivencia. Afganistán era necesario en el sentido descrito por el historiador griego Tucídides: un ‘EPITEICHISMOS’. Según sus propias palabras: “podemos fortificar una posición dentro de su propio territorio”. Es decir, tomar militarmente un país FRONTERIZO con China. Al hablar de esta táctica, Tucídides dice: “La guerra no es algo que sigue reglas establecidas. Justo lo contrario. La mayoría de las veces, la guerra toma sus propias soluciones cada vez que se enfrenta a una eventualidad”.

En consecuencia, Afganistán es esa base fortificada situada en su territorio (el de China) desde la que la oligarquía de los Cuatrocientos puede desencadenar el próximo y quizás definitivo conflicto.

Anticipándose y preparando las fuerzas de la Coalición para alcanzar este objetivo, un General Británico dijo que las fuerzas invasoras actuales deberían quedarse en la zona durante cuarenta años.

¿Acaso no es una cuestión urgente que exijamos a los Ministros de Defensa y otros políticos relevantes una respuesta a esa afirmación? ¿Se ha garantizado de forma adecuada la satisfacción natural (y contranatural) de las necesidades sexuales de las fuerzas de la Coalición? ¿Sugieren acaso que las fuerzas de la OTAN es el primer ejército de ocupación de la historia que carece de impulsos sexuales, algo que se acentúa aún más con las matanzas?

¿Se enviarán aviones llenos de prostitutas, tal y como hizo Alemania trayéndolas de la Europa Oriental para la Copa del Mundo? ¿Las tropas estadounidenses conseguirán jóvenes de forma legal como hacen en América? ¿La prostitución estará en manos del Estado o será un negocio privado como exige el capitalismo? ¿Las prostitutas legalizadas pagarán el impuesto sobre la renta y aplicarán el IVA a los clientes? ¿Tendrán derecho a afiliarse a un sindicato como hacen en Europa?

¿Podrá el gobierno de Coalición garantizar a los afligidos padres que justo hasta el momento de su muerte se hizo todo lo posible para satisfacer sus necesidades?

Este es un aspecto fundamental de la guerra contra Afganistán, como lo ha sido en toda guerra prolongada anterior a esta destrucción de un gran pueblo Musulmán.

¿Qué vas a hacer, oh Ummah Musulmana? Esta situación es un producto de la banca, sí. Y de la ‘Banca Islámica’ en particular, puesto que suscribe nuestra aceptación pasiva del kufr.

De momento, los dos grandes protagonistas nos ignoran por completo; tanto la Coalición de los Banqueros como la Tiranía China nos masacran sin que les preocupe ni les remuerda la conciencia.

Y sin embargo, del mismo modo que la oligarquía de Esparta se embarcó en su larga guerra contra Atenas, distraida sólo en parte por una Persia emergente, también en nuestros días los dos poderes en conflicto, a pesar de estar distraidos de nuevo por Irán, están tan empecinados en su programa de dominio del planeta que no son capaces de ver el nuevo gran poder mundial que está listo para emerger. Este poder es la forma más elevada de la civilización humana que ahora está roto y exhausto por las persecuciones y, lo que es aún peor, por el dominio de una ‘Aqida falsaIsmailita/Shi’a y por la maldición kafir del suicidio. Este poder es la gran madre patria del amor Divino, el Islam.

El antiguo mundo de Esparta y Atenas fue barrido a un lado cuando surgió Roma con su visión más elevada del ser humano como legislador y administrador; del mismo modo, la fuerza decadente de América, apuntalada únicamente por su tecnología militar, y las masas incultas y subhumanas de la China atea serán barridas por una comunidad mundial que tiene una visión más elevada del ser humano. ¿Cuál es esa visión más elevada que se necesita de forma tan urgente? En el Islam, el hombre es el guardián del mundo, de sus tierras, sus aguas, su aire y de todas las criaturas vivientes. El regreso del Islam significará el rescate ecológico de un planeta moribundo.

Allah el Excelso declara en la Surat al-An’am (6: 167):

“Y Él es Quien os ha hecho jalifas en la tierra”

Y en la Surat al-‘Araf (7:137):

“Así hicimos que los que habían sido subyugados antes, heredaran
los orientes y los occidentes de la tierra que habíamos bendecido”

El rescate de Allah de la humanidad y la tierra entera, vendrá de Samarcanda, Balkh, Kashi, Lahore, Kazán, Ajmer, Granada y Sarajevo.


Autor: Shayj Dr. Abdalqadir As-Sufi
Fuente: http://www.cislamica.org/pensamiento/saq/crisismundial.html

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